El Papa exalta la independencia de Polonia
Juan Pablo II, que cumplió ayer 59 años, dejó el Vaticano para trasladarse en helicóptero a la basílica benedictina de Montecasino, donde tuvo lugar una de las últimas batallas de la II guerra mundial. Allí combatieron al lado de los italianos miles de polacos. Los caídos reposan en un cementerio especial. En él el papa Wojtyla celebró una misa en latín, con oraciones en polaco e italiano. Estuvieron presentes más de 5.000 polacos venidos de todo el mundo y autoridades religiosas, civiles y militares italianas.
Al Papa lo recibió el presidente del Consejo, Giulio Andreotti, junto con el cardenal Poletti, vicario de Roma, y numerosos obispos y ministros. El presidente italiano dijo al Papa que por vez primera el cumpleaños de Wojtyla era una fiesta no sólo para los polacos, sino para el mundo entero: «También lo es», dijo, «para quienes no poseen el don de la fe, pero miran con conmovida confianza al mensaje que vuestra santidad ha conseguido imprimir al mundo entero con tanta fuerza».Miles de peregrinos recorrieron diez kilómetros a pie para llegar hasta la basílica. El Papa, en la homilía de la misa en italiano y polaco, dijo que había ido a rezar ante los caídos por la «gran causa de la libertad y de la paz». Recordando que hace nueve años había estado en aquel lugar con doscientos sacerdotes polacos ex prisioneros de los campos de concentración de Dachau y Mathausen para honrar un lugar sagrado, « hecho fértil por la sangre de tantos mártires», lanzó al mundo una llamada a la paz con estas palabras: «No matéis. No preparéis a los hombres destrucción y exterminio. Pensad en vuestros hermanos que sufren hambre y miseria. Respetad la libertad y la dignidad de cada cual.» También el Papa, que había querido en el día de su cumpleaños rezar en aquel lugar, «que vivió uno de los momentos más trágicos de la II guerra mundial», para escuchar y transmitir a todo el mundo «el mensaje que se eleva de todos los cementerios del mundo: los caídos que dicen que el sacrificio de su vida joven no ha podido ser inútil».
Después de haber recordado que Pablo VI había proclamado a San Benito «patrón de Europa», pronunció unas palabras dirigidas a los polacos. Dijo que los soldados de su tierra, que habían combatido allí durante la guerra, «tenían la convicción de combatir por la causa justa que era, y no cesara nunca de ser el derecho de la nación a la existencia, a la independencia, a la vida social, según las tradiciones nacionales y religiosas».
Y añadió el Papa: «Este derecho a ser nación fue violado por los desmembramientos de Polonia durante más de cien años y nuevamente violado y amenazado con brutalidad en septiembre de 1939. » Desde entonces y hasta los días de Montecasino, «el soldado polaco», concluyó el Papa, «combatió como las generaciones precedentes por la nuestra y por vuestra libertad».
El Papa quiso dar también una explicación personal a las razones de por qué se combatió en la guerra mundial: «¿Por qué combatieron hombres y naciones?», se pregunto el papa Wojtyla, y fue ésta su respuesta literal: «Se vieron enrolados en la guerra con la fuerza de un sistema que en antítesis con el el Evangelio Y con las tradiciones cristianas había sido impuesto a algunos pueblos sin piedad y con violencia como un programa, obligando al mismo tiempo a los otros a oponer resistencia con las armas en la mano», y añadió: «Con luchas gigantescas aquel sistema sufrió una derrota decisiva.»
El Papa volvió ayer mismo en helicóptero a Roma para asistir a la clausura de la Conferencia Episcopal. Los trescientos obispos italianos y el Papa hablaron de los problemas de Italia a puertas cerradas.
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