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FERIA DE SAN ISIDRO: PRIMERA CORRIDA

Vidrié y Moura aliviaron la tarde de los caballos

La tarde de los rejoneadores resultó mejor de lo que hacía temer tanto alarde ecuestre, pues hubo suertes, lances, cosas que merecían la pena, y en algunos momentos -Moura en la palestra- el entusiasmo y la emoción pusieron al público en pie, pero el. espectáculo en su conjunto. tal corno está planteado, es una ración indigesta y una paliza de difícil recuperación.Estamos en que el arte del rejoneo se ha perfeccionado y ya no tiene nada que ver con lo que hace años llamábamos «el número del caballito», donde toda la gracia parecía reducirse a unas galopadas tendidas al hilo de las tablas, con el toro detrás, hasta que uno de los cuadrúpedos se agotaba (que solía ser el toro) y venía a continuación aquello de «clavó con acierto farpas y banderillas». Pienso que fue Lupi, cuando introdujo el temple y el quiebro, quien puso en el camino de la autenticidad al toreo ecuestre y lanzó el reto de superar la nueva técnica. Ahora raro es el rejoneador que galopa a la desesperada y, bien o mal, todos torean.

Plaza de Las Ventas

Primera corrida de San Isidro. Toros de Luis Albarrán, muy serios y hondos, mansurrones, sin problemas para el rejoneo. Alvaro Domecq, rejón contrario trasero (aplausos y salida a los medios). Manuel Vidrié, rejón contrario (dos orejas). Antonio Ignacio Vargas, rejón trasero y bajo (palmas). Joao Moura, rejón trasero, rueda de peones y cuatro descabellos (vuelta). Vidrié y Vargas, un rejón en un brazuelo, otro bajo, y Vargas, pie a tierra, pinchazo Y estocada (silencio). Domecq y Moura, rejón trasero (oreja). Presidió el comisario Castro. que se excedió en la concesión de orejas.

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Igual que sucede en tantas cosas de la vida, sobre estos supuestos está el que sabe hacerlo y el que no, y el que lo interpreta con arte o sin él. Vidrié es de los que saben hacerlo, posee además una técnica depurada y un estilo sobrio que aún da más mérito a su actuación. La de ayer estaba en la línea de lo perfecto. Domecq, más espectacular, tuvo algún desajuste en banderillas, pues pareció que perdía el control del caballo y resultó tropezado varias veces, quizá por confiarse en terrenos que eran de la querencia del toro. Vargas estuvo menos eficaz, recurrió demasiado a pasar por los adentros (lo que no hicieron en toda la tarde sus compañeros) y no lució demasiado ni al reunir ni al clavar.

Y Moura, tan torero como siempre o más, espectacular, valiente, que, como decíamos, levantó al público de sus asientos. Cuando caracoleaba con el toro nos parecía que estaba dando medias verónicas belmontinas. El albarrán era un manso que pegó un brinco pavoroso en cuanto sintió el escozor del arpón y quería huir, pero tanto lo enceló que le dio la apariencia de bravo, hasta el punto de que gran parte de la plaza aplaudió a la res en el arrastre. Renovando continuamente el prodigio del temple, Moura rizaba el rizo, colocaba a los caballos a milímetros de las astas, corría de costado, paraba de frente, quebraba en terrenos difíciles. El éxito grande se le fue por su talón de aquiles, que es la suerte de matar (y la habilidad de descabellar), pero su actuación, de todas formas, quedó rematada en triunfo.

Al empezar el engorroso asunto de las colleras, es justo que lo confesemos, ya estábamos hasta el chapiri de caballos, y además fue el ilumerito de siempre, donde un toro ya casi absolutamente indefenso se enfrenta a dos jinetes que se reservan todas las ventajas y los recursos, y encima lo vuelven loco.

No acaba el astado de reaccionar al golpe del rejonazo, cuando ya tiene el siguiente en los lomos, y así una y otra vez, Si fatalmente hemos de echar la tarde a caballos, mejor sería que participaran sólo tres rejoneadores y sortearan dos toros para cada uno (como se hace en la lidia ordinaria), y santas pascuas.

En épocas pasadas, los aficionados salían de la plaza toreando. Hoy ya son menos los que comentan las faenas «echándose la muleta a la izqueirda», pero aún quedan. El que mejor lo hace es don Emilio. Lo borda. Ayer le vimos contando la corrida a un matrimonio de la tercera edad, como él. Se ponía a cuatro uñas, levantaba las manos, hacía «iiiiiiih!» (que es relinchar), luego echaba a correry, ichas!, ponía el par. El matrimonio estaba maravillado y el marido le hacía repetir las suertes. «Usted es que lo vive, don Emilio», decía la mujer. En estas, pasó don José, otro veterano aficionado, con un trote ligero y pegándose cachetes en la cadera. Calle Alcalá arriba, tres abonados del 7 comentaban la corrida cabalgando a dos pistas.

Cambios en los carteles

Diodoro Canorea, empresario de Las Ventas, nos manifestó ayer que no se van a producir más cambios en los carteles de la feria, pero ya hay un rumor según el cual se caerá Luis Francisco Esplá y podría no ser éste el único torero que optara por una ausencia más o menos justificada.

Sin embargo, lo que más cornentan los abonados es el derecho que les puede asistir a la devolución. de boletos en aquellas corridas que tenían un cartel determinado cuando sacaron el abono y ahora tienen otro. Por ejemplo, la de hoy empezó siendo de seis toros, luego pasó a ocho, con la inclusión de Gabriel de la Casa, y luego a siete, cuando este torero decidió no torear y se puso a un rejoneador -Valdenebro-, que también ha sido sustituido. En definitiva, la pregunta es ésta: ¿Cuál es el cartel oficial de la feria?

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