La actitud de Suárez en Argel perjudica el viaje del Rey a Rabat, según Marruecos
La decisión del Parlamento marroquí del martes de considerar como perjudicial para la seguridad interna de Marruecos las declaraciones formuladas a finales de abril en Argel por el jefe del Gobierno español, Adolfo Suárez, quien consideró incompleta la descolonización del Sahara, abre entre Marruecos y España una nueva tensión que difícilmente podrá ser superada por el viaje del rey Juan Carlos a Rabat, previsto para primeros de junio.
Según altas fuentes marroquíes contactadas a su paso por la capital mauritana, en los círculos del Gobierno marroquí se llega a considerar la actitud del Gobierno español como un intento de perjudicar la visita que debe efectuar el Rey de España a Marruecos a partir del 4 de junio.De acuerdo con las mismas fuentes, esto es tanto más claro para Rabat por cuanto se estima que la visita de Suárez a Argel les parece incluso precipitada, ya que «ninguna personalidad internacional de importancia ha visitado aún la capital argelina, a la espera de que el nuevo Gobierno de ese país haya hecho un mínimo rodaje».
Por otra parte, afirman, España ha hecho importantes concesiones a la posición de Argel en el conflicto del Sahara, sin ninguna contrapartida política o económica. Al preguntar a los dirigentes marroquíes por qué esa reacción contra el Gobierno español y no contra Mauritania, cuyas recientes posiciones coinciden con las españolas, responden que la actitud de Nuakchott, por lo menos, obedece a la incuestionable debilidad de este país, lo cual no es el caso de España.
Esta debilidad mauritana le ha sido expuesta a EL PAIS en todos los niveles de la jerarquía política consultados, como un argumento para la postura adoptada por Nuakchott después del 6 de abril en que el coronel Uld Busseif tomara el poder de facto. Ella no es, sin embargo, la única razón, y en el fondo no son pocos los responsables que en Nuakchott consideran inevitable un enfrentamiento armado entre Argelia y Marruecos.
Primer plano
En cualquier caso, los marroquíes piensan que la iniciativa del presidente Suárez le cierra el camino para aquello precisamente que parecía ser su objetivo central: el deseo de jugar un papel de primer plano en el proceso negociador actual. A este respecto, ni siquiera los mauritanos, aliviados lógicamente por la postura española, parecen haber acogido con gran entusiasmo los deseos del Gobierno de Madrid de obtener un cierto protagonismo en las discusiones en curso sobre el Sahara.Lo único comprobado, por el momento, es que a pesar de las reticencias francesas -públicas al menos- a mediar entre las partes del conflicto, casi todos reclaman el estrechamiento de relaciones económicas y militares con Francia, mientras España no parece haber obtenido garantías definitivas de Argelia con respecto al patrocinio de Argel del movimiento independentista canario. Mauritania, a pesar de su convergencia con Madrid, y olvidando que fue el propio presidente entonces, Uld Daddah, quien reclamó una parte del Sahara, considera que España es responsable de esa particular «cesión del Sahara». Por último, Marruecos ha adoptado una actitud casi beligerante con Madrid. O para decirlo con palabras de un dirigente marroquí: «España no tiene garantías de que no renacerá el Movimiento para la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), mientras que, por el contrario, si nos lanzamos a fondo en la cuestión de Ceuta y Melilla, hasta los argelinos nos apoyarían.»
Para los progresistas mauritanos, sin embargo, que no han desaparecido por el simple hecho de que el Gobierno les prohíba, la posición española es coherente con las posibles expectativas a largo plazo de España.
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