Asumir la historia

Debo aclarar, antes de comenzar, que no me mueve una ideología, ni siquiera una determinada postura política, al escribir esta carta. Tan sólo trato de reflexionar acerca de un hecho que, si aparentemente no encierra una especial trascendencia en sí, significa en última instancia un acto de cobardía del que casi todos nosotros somos autores.Me refiero al hecho de hacer desaparecer progresivamente de todos nuestros pueblos, plazas y calles, aquellos nombres relacionados con Franco o con su ré-imen.

El cambio hacia la democracia es necesario e inevitable, pero el pueblo y los gobernantes han de saber llevarlo con madurez.

Hasta los pueblos más oprimidos guardan y reconocen su historia, por negra que ésta sea, como un certificado real de que la han vivido. La historia, favorable o adversa, en cada una de sus etapas enriquece a los hombres que la poseen. Avergonzarse de ella es sólo de cobardes; de valientes es el superarla adecuadamente y, a la vez, conservarla en su totalidad para utilizarla correctamente; no como eje de discordias, sino como un patrimonio común que nos pertenece a todos.

Nuestra vida ha cambiado, evidentemente, pero no quememos nuestras energías en borrar la vieja historia en perjuicio de escribir correctamente una nueva.