"La dama de espadas", de Tschaikowsky

La dama de espadas, representada en el Festival de la Opera de 1973, ha vuelto al del presente año, esta vez de la mano de la Opera de Kiev Se trata, probablemente, de la mejor consecución teatral de Tschaikowsky, al lado de Eugenio Onieguin. Digo probablemente porque la verdad es que si a Tschaikowsky sinfonista lo conocen todos casi al dedillo (con excepción de algunos títulos poco frecuentados), el operístico resulta todavía nuevo en nuestros medios Lo que supone limitación, ya que en este campo produjo el autor de la Patética partituras tan bellas como interesantes.Una y otra cosa es La dama de pique, cuyo argumento, tomado del favorito Poushkin, fue adaptado con libertad por Modesto Tschaikowsky, hermano del compositor. De gran belleza es el característico «pathos» del músico ruso, su impulso-lírico, que acaba dominando incluso las escaladas dramáticas, el tratamiento orquestal y la continuidad -un tanto deshilvanada- del conjunto. Sumamente interesante resulta la práctica del «pastiche» que en Tschaikowsky alcanza niveles de temprano «retornismo». Por necesidades ambientales, Tschaikowsky toma prestados pentagramas «de salón» típicamente dieciochescos, entre los que se destaca un aria de Grétry (de Ricardo Corazón dé León) que andaba hasta en transcripciones con acompañamiento de guitarra para uso doméstico y social, o temas de nuestro Vicente Martín y Soler, un día triunfador con Una cosa rara. Esto, la aceptación de expresiones popularistas y la inclinación a un lenguaje melódico fuertemente ribeteado de italianismo, subyace en el gran fondo romántico e hiperexpresivo de La dama de espadas, asunto que bastante antes que Tschaikowsky había llevado a la escena lírica Halevy en la capital francesa.

No es como para deshacerse en elogios la versión ofrecida por la compañía de Kiev, pero, en todo caso, alcanza algo más importante que dignidad: normalidad. Se trata de un conjunto maduro y avezado, antañón y rico en la presentación y vestuario, aceptable, cuando no excelente, en las voces y admirable en los conjuntos corales, orquestales o coreográficos. La dama de espadas, de la Tuftina; el «Hermann», de Tretiak; el «Eletsky», de Maiborda, o la «Lisa», de la Kravchenko, pueden resumir la buena tónica general, defendida en lo musical por el maestro Turchak y en lo escénico por Smolich. Exito grande y justificado.