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La pistola del diputado

Manuel Vicent

Uno puede tener un sentido poético y optimista, de la Historia y a pesar de todo solicitar licencia de armas. No lo digo sólo por los diputados. Según se ha puesto la égloga ciudadana, hoy tampoco es una contradicción que el doctor Pangloss vaya armado con un nueve largo, porque la felicidad moderna se constituye con una mezcla de inocencia y buena puntería. Hay que ser mansos de corazón y rápidos en desenfundar, de modo que algunos bienaventurados del sermón de la montaña acarician la culata del revólver mientras se peinan la raya reflejándose en el espejo del lago de Genesareth. Lo mejor es echarse a un lado y dejar libre el campo de tiro.La cosa encaja dentro de! la poética catastrófica. Una noticia del periódico dice que los diputados tienen derecho a lícencia de armas y que desde las elecciones democráticas del 15 de junio de 1977 la han solicitado 46 parlamentarios. Se cree que la tradición. de dejar la pistola a la puerta de las Cortes no es observada por algunos padres de la patria, que llevan. el pájaro de fuego en el bolsillo hasta el escaño. Puede que sea verdad. Uno nunca ha visto junto a la vitrina del orden del día un perchero lleno de cananas, pero en el bar del Congreso tampoco hay un cartel que prohiba disparar sobre el pianista ni en los pasillos de la casa suena la canción Oh, Susana entre tintineos de whisky.

Un diputado armado en el hemiciclo sólo tiene una belleza estructuralista, la elegancia de una secreta simetría bilateral. De pronto se eleva en el podio un cándido orador con gafitas de carey color vainilla y formula una plegaria legal muy pacifista, progresista, ternurista acerca de la bondad de los ciudadanos. Mientras todo el mundo creía que en el bolsillo interior de la chaqueta sólo llevaba un bolígrafo de oro, regalo de una mujer que le quiere más que ayer, pero menos que mañana, la oración encajaba como ejercicio de fuego fatuo dirigido al corazón. Pero ahora que se sabe a qué puede obedecer ese bulto tan denso en el sobaco, la inspiración amorosa del diputado coge su justo contrapeso. Cuando se sueltan florecillas de San Francisco en plan legal y se tiene una bala en la recámara sientes en las vísceras un latido de estructuralismo que es el reflejo exacto de la convivencia.

La simetría es la única obra de arte que se permiten los genes. Después sube al estrado otro orador violento y te describe el cuadro de la historia en estado de derribo. Se ven correr las ratas por los escombros y los gusanos pastando en tu naturaleza caída. La desgracia siempre tiene una gran inspiración, y el diputado consume el turno excitado por las ruinas humeantes de la sociedad. Pero resulta que este pesimista, en el cinto del pantalón sólo lleva colgada una agenda donde está apuntada la cita para el al muerzo en Jokey y el aviso a la secretaria para que saque el pasaje del crucero a la isla de Corfú.

El pueblo concede a los diputados su confianza y la dirección general del ramo les regala la posibilidad de llevar pistola. Ellos sólo hacen uso de la palabra, nunca de esa otra lengua de fuego. Todos son unos pacíficos manazas que no sabrían qué hacer con ese argumento de hierro en la mano. La mayoría incluso se comporta como un niño en las cacerías. Pero desde que la noticia ha saltado a los periódicos y concibes la idea de un diputado armado perorando, la poética democrática ha tomado un sentido.

La práctica ciudadana aconseja llevar, siempre mil pesetas en la cartera para pagar el impuesto al atracador. La policía recomienda que no te pongas chulo frente a un recaudador que te exige la cuota con una navaja. La violencia requiere siempre una pericia. Ignoro lo que pueda hacer un diputado con la pistola más allá del simple estructuralismo. Disparar al aire o hacer el ridículo tirando al plato. Es mejor que lleve un par de billetes en el bolsillo por si algún votante frustrado le pide que le devuelva su dinero.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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