Afganistán vive en un clima de guerra civil
Una vez amainado el temporal egipcio-israelí, cuando parece haber llegado la paz a Vietnam y, ejecuciones aparte, Irán se tranquiliza, el foco de los conflictos toma el relevo no lejos de esta zona geográfica, a cargo de Afganistán. Desde el asesinato en Kabul del embajador norteamericano y el fallido golpe de Estado iniciado y abortado en Herat, el régimen nacido de la revolución del 27 de abril del año pasado mantiene en estos días su crisis más profunda. Mientras, refugiados afganos son acusados de actuar como guerrilleros contra el régimen de Taraki y recibir el apoyo de Irán, Pakistán, China y Estados Unidos. El Gobierno afgano, codo con codo con la Unión Soviética, se dispone a resistir. Sobre la actual situación en ese país nos informa nuestro enviado especial a Kabul, .
La primera impresión de que e país está prácticamente en estado de guerra civil la recibimos personalmente cuando poco después de llegar a Kabul, pasadas la 10.30 de la noche, el soldado que hacía guardia junto al edificio de telégrafos se acercó a nosotros que caminábamos hacia el hotel y dirigiendo su viejo mosquetón provisto de bayoneta, a cinco centímetros de nuestros estómagos nos hizo significativos gestos para que nos retirásemos rápidamente. Minutos más tarde se hacia el silencio total en la ciudad Durante la noche sólo se escuchaba el ladrido de los perros Bajo la ventana de nuestra habitación, otro vigilante se paseaba con cierta tranquilidad.A lo largo del día se ven frecuentemente camiones y autobuses repletos de militares. A estas previsiones del Gobierno revolucionario parece haberse acostumbrado el pueblo, que permanece indiferente a la vigilancia y trajín de los soldados. Come también permanece indiferente a los mítines y manifestaciones que se producen estos días en vísperas del aniversario de la revolución. Sin embargo, los esfuerzos por concienciarlos no son pocos. Los altavoces repiten en las calles las grabaciones de los mítines. En los periódicos publican principalmente propaganda orientada en contra de las bandas contrarrevolucionarias y hacia las adhesiones recibidas de los países amigos.
Taraki reacciona
Los últimos acontecimientos, en los que por primera vez desde el pasado año se ha visto peligrar la revolución han tenido una doble reacción. Por un lado, el presidente ha comprendido que necesita reorganizarse urgentemente y se ha desprendido de algunos de los poderes que mantenía. Ha nombrado primer ministro al que ya era ministro de Asuntos Exteriores, Halzullah Amin, y, asimismo, ha reforzado los comités de defensa de la revolución y de las Fuerzas Armadas, quienes en los últimos días se ha reunido «para examinar las cuestiones de seguridad y defensa del país cara a las tentativas de los enemigos externos». Por otra parte se han incrementado las relaciones con los países del Este y abrieron sus embajadas Hungría y Cuba, así como una oficina de la OLP. Un observador extranjero nos ha asegurado que Rumania no tiene representación.Especial interés merece la presencia en Kabul del general soviético, Alexei Epichev, jefe de la dirección política del Ejército soviético, antiguo embajador en Rumania y Yugoslavia, quien sostiene entrevistas, al más alto nivel y cuya misión especial parece ser la de mantener «contactos estratégicos» con los asesores militares soviéticos que están en Afganistán.
La influencia soviética en este país está fuera de toda duda, En lo que no es fácil ponerse de acuerdo es en. conocer los dato, que atestigüen o certifiquen el número de esta presencia.
El propio presidente Taraki ha desmentido que fueran una colonia de la URSS. «Nuestra amistad es sincera -ha reconocido-, pero Moscú no ha intentado jamás interferirse en nuestros asuntos interiores. Eso sí, Afganistán lleva una política plenamente conforme a la de la URSS.»
Lucha codo con codo
Las relaciones soviético-afganas han sido tradicionalmente buenas, desde el Tratado de Amistad firmado en 1921. Sin embargo, con el régimen de Taraki, fundador del Partido Comunísta prosoviético, se ha llegado a mayor compenetración. Un técnico soviético, con quien tuvimos ocasión de conversar en Kabul, a nuestra «afirmación» sobre que en estos momentos había más de 6.000 expertos soviéticos en Afganistán, respondio con cierta ingenuidad: «Le aseguro que no pasan de 4.000. El primer ministro nos aseguró que eran 1.100. Lo cierto es que sólo en Kabul existe un barrio entero, el Mikro Rayon, al norte de la ciudad, rodeado de vigilancia, donde únicamente viven soviéticos y cuyas edíficaciones son idénticas, de construcción prefabricada, a las de los numerosos barrios que se ven en cualquier república soviética. Pudimos que esta barriada se nantiene en plena expansión y se sigue construyendo.
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