Un erizo inofensivo

Hablando de Pascal Thomas es normal remontarse a «Los Zozos» y su enfoque peculiar de lo que podría llegar a ser una comedia, género que, al parecer, por lo visto en las últimas décadas, no consigue encontrar un camino demasiado claro o, al menos, renovador en el cine francés contemporáneo.Iniciado en lo que en sus comienzos parecía un punto de vista entre humano y cordial, con una suave crítica de la actual sociedad media francesa, Pascal Thomas ha ido evolucionando hasta una especie de sosa caricatura de sus filmes anteriores.

Si El conejo caliente aún evidenciaba un cierto humor por encima de premisas ya conocidas, una predilección por los gags tratados más por acumulación que ordenadamente, en éste su último filme cuya comicidad se basa, sobre todo, en las gracias de sus dos protagonistas, no se sabe si apunta a la comedia musical o a la comedia a secas, o sí su fin no es otro que el de ofrecernos simplemente una serie de géneros alineados sin demasiada convicción.

Esta historia ya filmada hasta la saciedad, de un grupo de amigos que quiere montar un negocio musical, tratada a la francesa, fuera de Francia no da mucho de sí; dentro, tal vez tampoco.