El Ejército, ante una difícil salida política y económica
Hoy se cumple el tercer año del régimen militar argentino, desde que efectivos del Ejército y la policía detuvieran, en la madrugada del 23 al 24 de marzo de 1976, a María Estela Martínez de Perón, a la sazón presidenta de Argentina. La tercera experiencia peronista quedaba así truncada. Una Junta Militar, compuesta por el general Videla, el almirante Massera y el brigadier Agosti, por el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, asumía la jefatura de la nación. En el interior del país se iniciaba un proceso de liquidación de las organizaciones guerrilleras urbanas y rurales, de silenciamiento y persecución de organizaciones políticas y sindicales y de elaboración de un modelo económico neoliberal, basado en las doctrinas de la escuela económica norteamericana de Chicago. El Ejército asumía un papel central -total- en la política argentina, mediante su intervención en todos los campos de la vida del país, y el régimen argentino afrontaba en el exterior una animadversión moral de una envergadura desconocida en toda su historia.Hoy, tres años después, la esfera del poder ha experimentado cambios formales notables. Toda la cúpula militar ha sido renovada. El general Videla, militarmente pasado al retiro, asumió la presidencia del país, pero abandonó la jefatura del poderoso Ejército de Tierra, el pasado 31 de julio. Entonces declaró que no abandonaría la presidencia hasta 1981. En el mes de septiembre siguiente, Eduardo Emilio Massera pasa también a la reserva y deja la representación de la Marina en la Junta Militar, donde es reemplazado por Armando Lambruschini. Otro tanto pasa en el Ejército del Aire, donde Omar Grafigna ocupa el puesto de Orlando Agosti.
Sin embargo, las directrices políticas que orientaron la trayectoria argentina no han variado apenas. La expresión económica de la política de Videla sigue en manos de José Alfredo Martínez de Hoz, fuertemente cuestionado, incluso desde el Ejército. Su plan económico no ha hecho más que paliar ligeramente las fortísimas tasas de inflación que situaron a Argentina, ya desde el golpe militar de 1976, en los niveles más elevados del mundo, en el umbral del 180% anual. Para la oposición democrática argentina, su plan económico daña enormemente a los trabajadores, cuyos salarios han visto deteriorado su poder adquisitivo hasta escalas bajísimas. Daña también a la pequeña y mediana empresa e industria nacionales en beneficio de los intereses de la alta burguesía agro-exportadora y, sobre todo, de las multinacionales. El reciente aval de David Rockefeller a la política de Martínez de Hoz, lo mismo que el aliento que, desde siempre, recibe del Fondo Monetario Internacional, son los principales soportes de su plan económico, contestado principalmente por el almirante Massera, quien se apoyaba el denominado desarrollismo de Rogerio Frigerio y Arturo Frondizi, más proteccionista de la industria nacional y del capital industrial.
Contra Martínez de Hoz ha vertido recientemente críticas el cada vez más poderoso Roberto Viola, general comandante en jefe del Ejército y representante de este arma en la Junta Militar. Contemporizador y con buenas relaciones dentro de las tres armas, ligado a Videla, pero sin la quemazón política que éste afronta, dada su prolongada estancia en el poder, Viola se yergue como una alternativa al propio Videla, pero con discreción, en silencio. Carece de la capacidad de intriga del almirante Massera, quien llegó a mantener conversaciones políticas en Europa, también en España, con dirigentes de la oposición, incluso armada, a la Junta argentina. No obstante, comparte con él la opción desarrollista, expresión económica de la alta burguesía industrial. Massera quiso armonizar el desarrollismo económico con un neoperonismo que diera cobertura a una salida de los militares del poder, pasando él a la cúspide civil política. Roberto Viola, en cambio, aguarda y sectores moderados del Departamento norteamericano de Estado lo observan como alternativa.
De la poderosa oposición obrera, ferroviarios y metalúrgicos poseen los movimientos reivindicativos más consistentes. La lucha sindical se ha desarrollado fuertemente en los últimos meses, pese a la todavía fuerte represión que sobre ella se ejerce. Aunque la espina dorsal del movimiento obrero, los cuadros intermedios entre la burocracia sindical de la derecha peronista y las bases, fuera prácticamente aniquilada desde el acceso de la Junta, el movimiento obrero se ha recompuesto velozmente. Los partidos políticos tradicionales afrontan contradicciones y se plantean un remozamiento profundo, desde los radicales de Balbín e Irigoyen, hasta los Montoneros de Firmenich o los marxistas-leninistas del PRT.
La alternativa económica de la oposición pasa por la democratización de la economía y los sectores populares más dañados actualmente por el plan de Martínez de Hoz, también contra el desarrollismo, postulan un cambio profundo de la estructura económica argentina, así como su independencia respecto de las multinacionales.
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