"Su autoconciencia de inferioridad impide la liberación de la mujer"
«Pese a la aparente liberación de la mujer, se presentan nuevas formas de coacción. La mujer debe aprender a independizarse y, a la vez, no puede aprovecharse de esa libertad, lo que le produce una sensación de carencia de valor», dijo Margarete Mitscherlich, médica, psicoanalista y profesora del Instituto Sigmund Freud, de Francfort, en una conferencia que pronuncio el miércoles pasado en el Instituto Alemán, dentro de un ciclo sobre la mujer en la República Federal de Alemania (RFA).«El acceso a los anticonceptivos ha favorecido la aparición de una nueva actitud social con respecto a la relación entre los sexos -añadió-. La sexualidad es un artículo de mercado que se vende bien y ya no está vinculada al matrimonio. Pero la liberación de la mujer está todavía bajo el dictamen del hombre. Sólo la mujer que manifiesta deseo de tener hijos tras la pubertad y que experimenta el orgasmo vaginal es considerada sexualmente madura y normal.»
En la raíz de los condicionantes psicológicos y culturales que obstaculizan la auténtica liberación de la mujer se encuentra -según expuso Margarete Mitscherlich- la autoconciencia de su inferioridad con respecto al varón.
«A lo largo de la historia la mujer ha recibido más desprecio que admiración -dijo- y existe una cadena de identificaciones generacionales, muy dificil de quebrar, que perpetúa esa tendencia desvalorizadora. Es necesario que la mujer consiga distanciarse críticamente de esa autoconciencia para que se dé un cambio positivo en las relaciones entre los sexos. »
En cuanto al «complejo de castración», una de las más debatidas teorías de Freud sobre psicología femenina, la doctora Mitscherlich explicó una de las nuevas corrientes del psicoanálisis, que parte de una reinterpretación crítica de las ideas de Freud.
«En la fase de individualización e independización que se da hacia la mitad del segundo año de la vida de la niña, ésta tiende a identificarse con el padre, pero no por envidia del pene ni por pulsiones sexuales, sino porque el padre se le ofrece en nuestra cultura como un nuevo objeto que la libera de la dependencia de la madre y le permite superar los inevitables desengaños que ha sufrido de ésta. »
«Si los padres están compenetrados en esta fase, llamada de reaproximación, se resuelve felizmente sin conflictos y hace posible que la niña amplíe su ego. Sin embargo, en la constelación familiar típica se dan en la madre, con respecto al padre, unos sentimientos ambiguos de desprecio-admiración, que resultan desconcertantes para la niña y le transmiten un sentimiento de inferioridad hacia todo lo femenino, que las diferencias anatómicas entre los sexos pueden luego reforzar.»
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