Frank Zappa, un extraño director de orquesta
Frank Zappa actuó ayer en Madrid. Pabellón abarrotado hasta el mareo, cargas policiales con heridos graves y una música extraña que, realizada por cualquier otro hubiera desatado las iras del respetable. Este puede ser un resumen previo,Para comenzar con el aspecto agradable, hay que hablar de la música. Con un grupo compuesto por tres guitarras (más la del mismo Zappa) un bajo, batería, percusión y teclados, Zappa se mostró más como un compositor-director moderno que como un rocker. Esto era, por otra parte, lo que se esperaba de él. Su música contiene tal cantidad de elementos que aún hoy sigue siendo inclasificable.
El concierto consistió en una larga muestra de grandes éxitos y la sorpresa residía en que el público parecía disfrutar con una música plagada de cambios rítmicos y tímbricos, basada en técnicas de música contemporánea en la que se incluyen elementos de jazz, rock, y todos, cuantos en un momento de terminado puedan tener algún sentido, por lo demás, esotérico Es, en fin, una forma de componer poco asequible, no demasiado enrollante en el sentido usual del término (no hay frases ligadas, ni olas de sonido, etcétera) y que, además, deja un limitadísimo espacio a improvisaciones que no sean las del mismo Zappa. Y, sin embargo, resulta impresionante.
La utilización de las voces, tanto humanas como instrumentales, la actitud dirigente del mismo Zappa, su control absoluto de la situación, de su relación con el público (arrojando pitillos, saludando mientras el grupo continuaba el tema), daban como resultado un espectáculo que había de llegar a la gente como una mezcla de admiración, asombro y, desde luego, esnobismo. La música de Zappa y de su gran y disciplinado grupo es magnífica, imaginativa e irrespetuosa, razones que habrían de bastar para que sea aceptada por un público mayormente rocker.
Vamos con lo desagradable. El pabellón, una vez más, se convirtió en un infierno. El concierto de la tarde comenzó con retraso debido a una demora del vuelo Barcelona-Madrid, había entradas falsificadas de todo tipo (desde unas artesanales y malas hasta otras pasadas por imprenta), y de resultas de todo ello se formó un mogollón en la puerta de bastante consideración. La gente se vio obligada a hacer una cola ridícula, que nadie respetaba; la policía trató al público corno si fuera ganado y cuando algún exaltado tiró una piedra a un jeep aparecieron por allí otros policías, quienes comenzaron a lanzar botes de humo y pelotas de goma contra los que estaban esperando pacíficamente para entrar. Como consecuencia de este ataque se produjeron dos heridos (por lo menos), uno de ellos leve y otro que, alcanzado por un bote o una pelota de goma, va a perder, con toda seguridad, un ojo. De todo ello nadie quiere ser responsable, ni la organización ni la misma policía, pero desde luego los hay. Tal vez sería bueno que un juez se decidiera a tratar el tema.
Babelia
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