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Duras críticas al programa de restricciones energéticas propuesto por Carter

El programa de medidas restrictivas del consumo de gasolina y otros derivados petrolíferos, remitido por el presidente Carter al Congreso de Estados Unidos ha sido criticado duramente por diversos sectores del país, que no han dudado en calificarlo de socialmente injusto. Sin embargo, todos los medios económicos y empresariales estadounidenses contemplan con creciente preocupación la evolución de los mercados petrolíferos internacionales, especialmente a partir del anuncio iraní de que va a reanudar sus exportaciones de crudos al exorbitante precio de veinte dólares (1.400 pesetas) el barril.

La Administración Carter considera que los incipientes frutos alcanzados por su programa de reducción de las tasas inflacionarias están seriamente comprometidos por la evolución de los precios del petróleo importado, que amenazan con relanzar las alzas de precios al consumo. Esto supondría reducir los índices de crecimiento previstos para la economía estadounidense, con el consiguiente agravamiento del desempleo, que ya alcanza niveles preocupantes. El programa de austeridad propuesto por Carter al Congreso contempla el racionamiento de la gasolina por un sistema de cupones, el cierre de las gasolineras durante los domingos y la prohibición de poner en funcionamiento los anuncios luminosos, entre otras medidas. Estados Unidos evalúa sus necesidades de petróleo importado en unos 45.000 millones de dólares (3,15 billones de pesetas) anuales, a los precios vigentes hasta la crisis de Irán.Desde la crisis de 1973, ejecutivo y legislativo discrepan en Estados Unidos sobre los mecanismos a adoptar para reducir el despilfarro interno de energía. La introducción de precios disuasorios al consumo, sugerida en diversas ocasiones por la Administración, ha sido combatida siempre desde el Congreso, aduciendo los cuantiosos beneficios que, año tras año, obtienen las grandes compañías petrolíferas. El programa energético de Carter, presentado a las pocas semanas de su acceso a la presidencia, fue igualmente derrotado en el Parlamento norteamericano al ser drásticamente desvirtuado, esta vez por las presiones de los grandes lobbies, especialmente las propias compañías petrolíferas.

La crisis de Irán ha provocado, cuando menos, el nerviosismo de la Administración Carter. Sin embargo, muchos atribuyen excesivas motivaciones políticas en los planteamientos formulados. De hecho, Estados Unidos incrementó considerablemente sus importaciones de crudos el pasado año, muy por encima de los niveles de consumo interno, y se asegura que han sido rellenados los viejos pozos petrolíferos de Texas ante una eventual repetición del embargo árabe, que tuvo lugar en 1973. Otros medios, sin embargo, atribuyen a Estados Unidos el propósito de crear una psicosis artificial de escasez, que fuerce un alza de los precios hasta el punto que permita hacer rentable la puesta en explotación de los importantes yacimientos de Alaska, cuya comercialización no ha sido posible hasta el momento por falta de rentabilidad.

Con todo, la situación en los mercados internacionales continúa siendo esencialmente confusa. El anuncio del Gobierno del ayatollah Jomeini de que a partir del 5 de marzo pudieran exportarse hasta tres millones y medio de barriles diarios ha contribuido a tranquilizar parcialmente la situación, ya que los propósitos islámicos de vender al mejor postor y en ningún caso por debajo de los veinte dólares barril colocan a Irán en una postura atípica en el seno de la OPEP (Organización de Países Productores y Exportadores de Petróleo). Los aumentos de precios acordados por los trece miembros de la Organización para 1979, en su conferencia del pasado diciembre en Abu Dhabi, han sido ya ampliamente rebasados. Ayer, la secretaría de la OPEP en Viena difundió un comunicado en el que autorizaba las subidas aplicadas unilateralmente por varios países miembros, señalando que «los acuerdos de la OPEP no significan que sus miembros no puedan decretar aisladamente aumentos de precios». Las mismas fuentes señalaron que tales decisiones no son contrarias a los estatutos de la OPEP, sino que se inscriben en la declaración de Derechos Soberanos de 1961. «Los pasos adoptados por algunos países no pueden interpretarse como menoscabo de solidaridad», puntualizó la secretaría, saliendo previsiblemente al paso de los rumores sobre una inmediata escisión del Irán del seno de la Organización.

Hasta el momento, ninguna de las grandes multinacionales petrolíferas ha exteriorizado su postura respecto al anuncio iraní de reanudar las exportaciones mediante el peculiar sistema de vender al mejor postor. El Gobierno islámico de Bazargan puntualizó también recientemente que las ventas de crudos se realizarán al margen de las grandes compañías en lo sucesivo, canalizándose a través de NIOC (National Iranian Oil Company).

Silencio en las "siete hermanas"

El consorcio de las compañías petrolíferas con intereses en Irán (British Petroleum, Royal Dutch Shell, Compañía Francesa de Petróleos, Esso, Gulf, Mobil, Standard Oil California y Standard Oil Ohio) señaló recientemente su intención de no pronunciarse respecto a la situación, hasta tanto no reciba comunicación oficial de las autoridades iraníes respecto a sus planes de futuro. «En cualquier caso -puntualizó un portavoz del consorcio-, Irán tiene una serie de compromisos contraídos de los que deberá responder. »Por último, Kuwait decidió ayer incrementar a 2,5 millones de barriles diarios su producción de petróleo, según informa Reuter. El aumento de producción se debe sustancialmente a las peticiones en tal sentido de los países industrializados y los en vías de desarrollo, afectados por la interrupción del suministro iraní. Paralelamente, Kuwait anunció un incremento de hasta Catorce dólares el barril para sus sucesivas ventas de crudos.

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