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La isla caribeña de Santa Lucía nuevo Estado independiente

La comunidad mundial de países independientes cuenta, desde los primeros segundos del día 22 de febrero de 1979, con un nuevo miembro: Santa Lucía, desde ese mismo instante, el otrora poderoso imperio británico pierde otra más de sus posesiones, que ya se reducen al pequeño grupo de islas caribeñas del que formaba parte, hasta ayer, Santa Lucía.

Centenares de banderas con los colores nacionales (azul, blanco, negro y amarillo), saludaron con emoción el solemne momento en que la enseña del nuevo Estado fue izada en la plaza de la Independencia, ante la atenta mirada de la princesa Alejandra de Kent, representante de la reina Isabel de Inglaterra, y de las docenas de personalidades extranjeras invitadas a la ceremonia.Santa Lucía, la tercera isla en extensión del grupo que componen las Pequeñas Antillas, ocupa una superficie de alrededor de 5.000 kilómetros cuadrados en la vecindad de Martinica, al Norte, y de San Vincent y Barbados, al Sur. Poco más de 110.000 habitantes, la mayoría negros de origen africano, pueblan la isla, de ellos, aproximadamente 40.000 viven en Castries, la capital, bañada por el mar Caribe, al noreste del país. Como la mayoría de las Pequeñas Antillas, Santa Lucía tiene un origen geológico volcánico y ofrece un paisaje de selva tropical de exuberancia notable. Los historiadores no han llegado a un completo acuerdo sobre quién fue el primer europeo en pisar la tierra de Santa Lucía.

La información oficial preparada por el Gobierno para los invitados extranjeros señala categóricamente que no fue Cristóbal Colón el descubridor, sino su piloto, Juan de la Cosa, en 1502. La, isla, por aquel entonces, estaba poblada por los indios caribes y arahuacos, de especial belicosidad. A lo que parece, a los expedicionarios españoles no les interesó gran cosa este pequeño territorio, por lo que los testimonios históricos de nuestra presencia aquí son prácticamente inexistentes.

La historia reciente de Santa Lucía comienza en 1605, año en que un barco inglés, el Olive Branch atracó en el magnífico puerto natural que hoy es Castries. A partir de ese momento, la vida de la isla atravesó idénticas peripecias que sus hermanas próximas. Es decir: sometimiento de los indígenas, explotación de las riquezas naturales, introducción de esclavos africanos. Lo más singular del caso de Santa Lucía es el permanente enfrentamiento entre Francia e Inglaterra por la posesión de la isla. En el siglo XVIII, Santa Lucía cambió de dueño catorce veces. En 1816 se integró definitivamente en la corona británica.

De la presencia francesa han quedado numerosos testimonios: el patois que habla la mayoría de los nacionales (a pesar de que el inglés sea la lengua oficial), el catolicismo como religión más extendida y numerosos apellidos de origen galo.

En 1959, Santa Lucía consiguió autonomía administrativa, cuyos límites fueron ensanchándose progresivamente hasta 1967, fecha en que pasó a convertirse en Estado asociado de Gran Bretaña. Todos los asuntos internos quedaban bajo la responsabilidad del Gobierno local (cuyos integrantes habían sido elegidos en elecciones libres) y tan sólo la defensa y las relaciones exteriores permanecían en la órbita del control inglés.

Perspectivas

No son malas las expectativas que Santa Lucía tiene en el momento de su independencia. A diferencia de Dominica, por ejemplo (que se independizó de la corona británica en noviembre del año pasado), la infraestructura económica del país es sólida y diversificada: la agricultura, basada en los plátanos, cocos y cacao, supone el 45% de los ingresos de divisas. El turismo es floreciente: 186.000 viajeros visitaron la isla en 1978 y dejaron aquí cerca de 2.200 millones de pesetas, cantidad respetable para un país tan pequeño como éste. La industria está igualmente bastante desarrollada, sobre todo en lo que se refiere a productos manufacturados derivados de las principales riquezas naturales de la isla. Una multinacional, la Hess, está construyendo una refinería en Santa Lucía, con una inversión de cerca de 9.000 millones de pesetas. La actividad pesquera es también notable, y da lugar a la existencia de varias industrias de transformación. Hay problemas, por supuesto: la vida es cara, sobre todo en relación a los bajos salarios. Santa Lucía debe importar la mayoría de los productos de consumo.

La espera laborista

En este capítulo, los nacionales de Santa Lucía esperan grandes cambios a partir de la independencia: decidir por sí mismos sus mercados, diversificar la cooperación con naciones próximas, decidir, en fin, las fórmulas más convenientes para el desarrollo íntegro del país.En lo político, la fecha de la emancipación significa para muchos, sobre todo para los jóvenes, la posibilidad de cambios. Se aprecia un cierto sentimiento de cansancio entre la población hacia el Gobierno que preside el primer ministro John Compton, quien lleva doce años en el poder. Su partido, el de los trabajadores unidos (United Workers Party), es según generalizada opinión un partido de minorías, de élites, que favorece a la oligarquía local y a los capitales extranjeros. De acuerdo con la Constitución, Compton (quien pasa por ser el político más hábil de Santa Lucía), debe convocar elecciones generales este mismo año. La principal fuerza de oposición, el Partido Laborista (Labour Party). espera poder arrebatarle la dirección del Gobierno nacional. Y basará su campaña en los esquemas más apreciados por la mayoría joven del país: desempleo, inflación, alto costo de la vida, corrupción, Gobierno de minorías. La extremada dureza empleada por la policía (que cumple el papel de ejército nacional) en la represión de cuantas manifestaciones de descontento se han producido recientemente en el país, es otro argumento que favorece a la oposición, que cuenta igualmente con el apoyo de poderosos sindicatos.

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