Industrialización desmedida, paro creciente y fracaso de la agricultura, principales problemas
Candidato de transición o personaje capaz de erigirse en futuro «hombre fuerte», Chadli Benjedid debe su nombramiento de presidente y secretario general del Frente de Liberación Nacional (FLN) no tanto al fruto de una discusión en el seno de este último como al resultado de un compromiso entre las dos tendencias que se disputan el poder en Argelia.La consolidación de las instituciones creadas por Bumedian debía, según éste, dar paso a un proceso de planificación más acorde con las necesidades específicas del país. Chadli tendrá, ahora, que concretizar el principio de la unidad de dirección entre Estado y partido y dejar en las manos del buró político de este último la responsabilidad de los programas destinados a garantizar la «opción socialista».
Los males que aquejan a la sociedad argelina conciernen más a la aparición de fenómenos adyacentes que a su propio modelo de desarrollo. La crisis de la vivienda, la carencia continua de artículos domésticos indispensables, la escasez de alimentos y la deficiente distribución siguen siendo los «puntos más visibles», unido al burocratismo del aparato estatal
A fines de 1965, Bumedian dictó un ambicioso plan de industrialización destinado a facilitar el despegue económico y a modificar el modelo de desarrollo, centrado hasta entonces en sus recursos agrícolas.
La nacionalización de las estructuras financieras y las riquezas energéticas fue simultánea a la puesta en marcha del costoso plan industrial, cuya dirección fue confiada a Belaid Abdessalam.
Las inversiones que necesitaba ese proceso -y que sigue necesitando todavía- alcanzaron rápidamente el 40 % del producto interior bruto. Su volumen financiero fue orientado exclusivamente a los sectores de la siderurgia, metalurgia, transformación y transporte de hidrocarburos.
Poner alto a un exceso del ritmo industrial
Al dar comienzo el segundo plan cuatrienal, en 1974, Argelia se beneficia del aumento general de los precios del crudo consecutivo al conflicto en Oriente Próximo. Esta circunstancia inesperada facilitará el logro parcial de los objetivos del plan y permitirá incrementar el nivel de inversiones en un 2,3 % con relación al del primer plan, en los años setenta a 73, así como en estructurar un programa de inversiones en favor de sectores no industriales. De 1974 a 1976, las inversiones pasarán de 13.000 a 34.000 millones de dinares (260.000 a 680.000 millones de pesetas).
Bumedian mismo habría reconocido que la política de industrialización a todo precio (la «industria industrializante» de Abdessalam) -hubiera debido ser menos acelerada para subordinar el ritmo de las inversiones a la rentabilidad sectorial.
Teóricamente, el segundo plan hubiera debido alcanzar todas sus metas a fines de 1977, para dar paso a un tercero, cuyas bases esenciales ya habían sido elaboradas en 1966 por el Consejo de la Revolución, en términos de estrategia para el desarrollo en los años ochenta, y reafirmadas en la «carta nacional» adoptada en junio de 1976. Sin embargo, 1978 será un año de «reflexión inacabada» y 1979 puede seguir el mismo camino, en la medida en que no se considera probable que el tercer plan cuatrienal de comienzo antes del próximo año.
La población argelina no ha dejado de crecer desde el instante en que el país alcanzara su independencia. Sus niveles actuales sólo pueden equipararse a los de algunos países de Asia o de América Latina. En menos de veintidós años, los argelinos han duplicado su población, contando ahora con más de dieciocho millones de habitantes, de los que el 58 % tienen menos de veinte años.
Una demografía galopante
Esta enorme masa de jóvenes va a desequilibrar seriamente el de por sí difícil mercado de trabajo, al introducir en él más de un millón de parados potenciales por año, desde fines de 1978. La gran demanda de viviendas, atención social, equipamientos urbanos que necesita la juventud es otro de los grandes dilemas en los que se debate hasta ahora infructuosamente la dirección política argelina.
En 1966, el Consejo de la Revolución se había trazado las ambiciosas metas de conseguir el pleno empleo a partir de 1980 para todos y terminar el proceso de independencia económica. La absorción del paro no podrá lograrse debido no solamente a que hace sólo dos meses en que, por medio de la nueva ley de Finanzas, se pretende poner coto a la demografía galopante, sino también al hecho de que sigue sin ultimarse la descentralización de actividades económicas y la promoción de aptitudes de la mano de obra.
El próximo plan intentará sentar un principio de solución al grave problema del paro. Las otras prioridades son: moderar las inversiones del sector industrial, con la única excepción de los hidrocarburos, e incrementarlas en los sectores de la vivienda, agricultura estatal y privada e hidráulica.
Lo cierto es que la existencia de numerosas fábricas edificadas en medio de parcelas de tierra arable y la transformación de la Mitidja, región agrícola por excelencia, en un abigarrado escenario industrial, fueron otras tantas «desilusiones» para los partidarios, hasta aquí minoritarios, de imprimir un mayor desarrollo a la agricultura.
Pariente pobre
La revolución agraria no sólo ha fracasado en sus grandes líneas, sino que sigue siendo el pariente pobre del desarrollo argelino. El resultado ha sido una regresión continua de la parte de la agricultura en la formación del producto interior bruto, el cual ha pasado del 20 %, en 1966, al 7 en 1975.
Más del 70 % de la población rural en edad de ocupar un empleo se encuentra desocupada. Al inicio de la revolución agraria se crearon 100.000 puestos de trabajo, pero fueron insuficientes. En 1975 se calculaba en 520.000 el número de trabajadores rurales. Un año más tarde la cifra anterior era superada en 40.000 puestos solamente.
Una verdadera mutación económico-social es necesaria en Argelia a juicio de los expertos del Ministerio de Finanzas que dirige Saddick Benyahia.. El presidente Chadli parece ser el hombre más indicado para ordenar ese giro, del que no están absolutamente convencidos los «políticos».
Los recursos financieros seguirán proviniendo esencialmente de las ventas del petróleo, cuya producción alcanzará en 1981 el máximo previsto de 55 millones de toneladas anuales, para declinar a partir de 1990. La extracción de gas natural promete «tomar dignamente el relevo» del crudo, calculándose que en 1986 ascenderá a más de 62.000 millones de metros cúbicos.
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