La muerte, en la isla dorada
La ambición literaria de Baltasar Porcel consiste en buscar la verdad ideal depurada de todo accidente. De su amplia producción novelística esta obra, Difuntos bajo los almendros en flor, es donde alcanza, de forma más elocuente, su ineludible y excitante estilo personal.Estos relatos encadenados son sagazmente provechosos para la intención del autor que, al limitarlos en su unidad de acción, dan un mayor espacio al estudio de la psicología analítica, es decir, la psicología que toma por punto de partida la identidad del carácter del personaje.
Y no se crea que el intento queda reducido a un análisis de abstracción, sino que incluye lo burlesco y lo grotesco, lo fantástico y subjetivo, atemperándose a las varias y mudables condiciones que va presentando la vida.
Difuntos bajo los almendros en flor
Baltasar Porcel. Espasa-Calpe, SA, Madrid, 1978.
El ingenio de Porcel es eminentemente mallorquín. Desciende a la arena solo, o casi solo, y como un ágil jinete cosaco ocupa la vanguardia y va a insultar al enemigo en sus propias trincheras.
Dice Aranguren en el prólogo del libro que éste sabe y huele a Mallorca. Es así, porque Porcel describe con soberbia agudeza las costumbres de la gente mallorquina y el paisaje de su tierra. Su naturalismo no es ¡amanerado ni artificioso. Tiene nervio y sentimiento, frescura y espontaneidad y sabe utilizar en su narrativa un lenguaje puro y castizo. Libre de escrúpulos, mezcla elegancias románticas y sordideces populares en un conjunto abigarrado y caprichoso.
Toda la fuerza de Porcel consiste en que es un hombre para quien existe el universo visible. Su visión es absorta, desinteresada y esplendente. La época turbulenta y desgarrada que describe la somete sentimentalmente al objeto de una manera poética en la que se contienen las impresiones de la naturaleza y el colorido del paisaje.
Babelia
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