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Reportaje:

Negociación sobre presiones mutuas

Todo parece indicar que el primer ministro turco, Bulent Ecevit, se dispone a ejercer ahora una nueva y fuerte presión sobre Estados Unidos para obtener mucho más que los trescientos millones de dólares ofrecidos anteayer por el enviado del presidente Carter a cambio de la reapertura de las bases militares norteamericanas en Turquía, y sobre todo de los puestos de escucha electrónica instalados en la frontera turco-soviética.En los últimos doce meses, tras la instauración de un régimen pro soviético en Afganistán y la desestabilización de Irán, la importancia estratégica de Turquía para la OTAN se ha multiplicado, y el socialdemócrata Ecevit es más que consciente, tal como lo indicó claramente a este diario el año pasado, de que «ni Estados Unidos ni sus aliados de Europa occidental han respondido hasta ahorá con la altura política y financiera que esa importancia reclama».

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Para Eceyit, la «respuesta» occidental debe abarcar tanto el ámbito internacional como el doméstico. En el primero, el premier exige una mayor «ecuanimidad» de Estados Unidos, el Mercado Común y la OTAN ante el conflicto chipriota, lo que para la Casa Blanca equivaldría a mostrarse meno.5 receptiva a las presiones del lobby griego en el Congreso y en el Senado.

Sobre este punto, el subsecretario de Estado, Warren Christopher, acaba de interponer en Ankara las ya viejas objeciones de Washington: Carter sólo podrá conseguir del Parlamento el visto bueno para su proyectada ayuda militar a Turquía si se abstiene de modificar su línea de leve respaldo a la posición greco-chipriota, de acuerdo con la cual Ankara debería retirar sus fuerzas de ocupación de la isla y aceptar el plan federativo, con un Gobierno central fuerte -y, naturalmente, de gran contenido greco-chipriota- deseado por Nicosia y Atenas.

Debería además resignarse, de hecho, a una participación minoritaria en la explotación de la plataforma del mar Egeo, rica en petróleo y gas natural, sujeta a los intereses de las grandes empresas norteamericanas y europeas, más ligadas a Grecia, por razones políticas y financieras, que a Turquía. En ese aspecto, conviene recordar que Grecia se convertirá, en los próximos tres años, en el décimo socio del Mercado Común.

En su entrevista con este diario, Ecevit rechazó de plano la, perspectiva occidental sobre Chipre, y también la relativa al Egeo. Posteriormente, viajó a Moscú e inició o reinició allí una serie de negociaciones para concretar un antiguo proyecto de cooperación financiera soviética, por el que en los próximos años Turquía recibiría alrededor de 3.000 millones de dólares y una masa considerable de tecnología industrial, especialmente para el sector petroquímico. Se trata, sin duda, de una gestión con más de enunciado político que de programa práctico, entre otras cosas porque el propio Ecevit ha reconocido que, aunque quiere modificar sus relaciones con Estados Unidos y la OTAN, no piensa en absoluto romper con ninguno de los dos; pero el simple hecho de ir a Moscú y hablar de «cooperación» soviética, le sirve para presionar al Congreso norteamericano, quizá con la anuencia de Carter.

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Otros objetivos de Ecevit

En el terreno exclusivamente doméstico, Ecevit se ha planteado otros dos objetivos para su diálogo con Washington: lograr empréstitos suficientes para aliviar el grave déficit presupuestario turco, que el año pasado osciló entre los 1.800 y los 2.000 millones de dólares, y un suministro masivo de armamento moderno, que le permita no sólo «sobrellevar» sus «compromisos con la OTAN», como dice Ecevit cuando habla del asunto, sino también aliviar las cargas del Ejército turco en Chipre y las impuestas por el intento, hasta ahora poco exitoso, de recolonización de la isla con campesinos de Anatolia, de lo que no habla en absoluto. El primer ministro estima que para todo ello necesitaría entre 1979 y 1981 no menos de 3.500 millones de dólares. Por tanto, hace unos días se apresuró a pedir a la CEE 8.000 millones. También el primer ministro sabe emplear la técnica comercial del bazar. El hecho de que los «cuatro grandes», con Carter en cabeza, hayan examinado el problema turco en su reciente cumbre de Guadalupe, favorece sus propósitos.El segundo objetivo es menos conocido, pero casi tan importante para Ecevit como el anterior: moderar el favoritismo de Washington y Alemania Federal hacia su principal rival político, Suleiman Demirel, ex primer ministro y líder del influyente y conservador partido de la Justicia, cuya derrota electoral en 1977 marcó el comienzo de una escalada terrorista en el país que ya ha costado más de 2.000 vidas. Según algunos grupos izquierdistas del gubernamental Partido del Pueblo, de Ecevit, la mano de los servicios de inteligencia europeos y, norteamericanos no es ajena a ese proceso de desestabilización. El propio premier sugirió a este diario que el Partido de la Justicia y su «ámbito de opinión», muy conectados a los grupos militares occidentales, aparece parcialmente involucrado en el tema.

En consecuencia, los resultados de sus actuales negociaciones con Christopher no dependerán únicamente de la situación estratégica internacional, que le es totalmente favorable, sino también de las posibilidades políticas personales y las del Partido del Pueblo. A fines de 1978, Demirel rehusó pactar con Ecevit para combatir el terrorismo, lo que constituye un mal síntoma para eI primer ministro de cara a estas conversaciones. Ecevit puede verse obligado ahora a bajar el precio, lo que también desgastaría aún más su posición doméstica, habida cuenta de las aspiraciones del Ejército en materia de equipo y de la fuerte corriente nacionalista que se ha desarrollado en Turquía durante los últimos cuatro años en relación con Chipre. La izquierda socialdemócrata de Ecevit teme que este sea precisamente el objetivo de Estados Unidos y Europa occidental

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