"El rey David", de Honegger

Miguel Angel Gómez Martínez, al frente del Orfeón Donostiarra y la Orquesta Nacional, ha obtenido un triunfo muy justo al dirigir el oratorio de Honegger El rey David. El maestro granadino tiene un talento imaginativo muy notable, posee una vitalidad contagiosa y cuenta con larga experiencia internacional. Montó muy bien la obra, hasta extraer de ella todas las posibilidades dramáticas en un estilo que podría denominarse expresivista. Con Juana de Arco, es El rey David el oratorio honeggeriano más frecuentado en los programas. Se ha llamado mucho la atención sobre su «neoclasicismo» y su influencia de Bach, aunque -salvo algún número muy concreto- no acertemos a ver a Juan Sebastián o a su sombra por ninguna parte, Honegger es fiel a su tiempo, en el que se cruzan tendencias diversas, que encuadra en grandes construcciones cuya firmeza la interesaba particularmente. Como quería ser entendido por la «mayoría» sin necesidad de hacer concesiones. Cosas todas que logró en los oratorios citados, a más de un excelente tratamiento del texto en sus diversos valores. Hay en El rey David páginas bellísimas -como los «Aleluya» de la soprano y coro, o como el final- al lado de otras más convencionales. Pero el «todo» posee vitalidad y ese «soplo de epopeya» de que habla Roland Manuel. Valores generales y particularizados fueron puestos en evidencia por Gómez Martínez, los estupendos Coros Donostiarras que dirige Ayestarán -seguros, ágiles, potentes, expresivos- y la Nacional, en constante vibración.Entre los solistas destacaron, a mi parecer, la contralto y el tenor -Maureen Guy y Manuel Cid-, sin que esto desmerezca en absoluto la calidad de Horiana Branisteanu, soprano de muy finos matices. Excelentes los recitadores -Catherine de Seynes y Pierre Rousseau- y la organista Montserrat Torrent.