Estreno del "Requiem" de Frank Martin
Todos hemos repetido alguna vez un tópico en relación con la música suiza: que, después de Honegger, el compositor más importante era Frank Martin. Si dijéramos «el más difundido», el orden establecido resultaría válido, pues en lo restante cada día parece más claro que Martin posee una entidad superior a la de su compatriota. Bien se ha demostrado al escuchar el Requiem, una de las últimas composiciones del autor de Gólgota y la Pequeña sinfonía concertante. Obra que, al parecer, no se había interpretado todavía fuera de Suiza, en donde se estrenó en mayo de 1973, bajo la dirección del propio Martin, meses antes de su muerte.Como es sabido, Martin militó durante. algún tiempo en las filas del dodecafonismo. En su viaje de vuelta, en su retorno de «tránsfuga», el músico llevó consigo una carga importante de la tendencia que abandonaba, por más que a la hora de pronunciarse en escritos y conferencias pareciera un violento enemigo de la Escuela de Viena. Creo que es precisamente el compromiso entre tonalidad y filododecafonía, entre tradición y ruptura, lo que otorga a mucha música de Martin tan acusado interés.
Orquesta y Coro de RTVE
Director: Colombo. Solistas: Stenhammer, Bollen, Devos, Widmer, Oliver. Obras de Bonet, Debussy-Ansermet y Frank Martin.
A la hora de su Requiem, Martin intenta, por confesión propia, una «ardiente plegaria para alcanzar la gracia». De ahí el originalísimo enfoque del Dies irae, la tonalidad de los Kyries, la austera expresividad del Agnus. El concepto dramático, desde el que tantas ocasiones se ha interpretado el Requiem, cede en Martin a una vía de introspectiva religiosidad. El «espacio místico» no está en la «arquitectura sonora», sino en la intimidad del hombre que compone. Para su mensaje acepta herencias inmediatas y otras venidas del pasado lejano, resueltas todas en una voz personal que habla perceptiblemente en el mundo contemporáneo.
Hay angustia, pero el músico la supera en gesto de confianza. Y cuando parece que va dar suelta a lo estentóreo, se refugia en el dúo de la voz y el órgano, instrumento que Martin consideraba en su Requiem tan importante como la misma orquesta. Un excelente cuarteto solista, formado por la soprano Sonja Stenhammer (que fuera discípula de la Badía en España), de tan bella voz como refinado estilo; la contralto Ria Bollen, una de las protagonistas del estreno mundial de la obra, de timbre pastoso y soberana potencia; el siempre magistral Louis Devos, para quien el oratorio clásico, romántico o contemporáneo no tiene secretos y el bajo Kurt Widmer, noble de medios y procedimientos, conformaron un todo admirable, a lo que ha de unirse la estupenda intervención (ya hemos dicho que protagonista) del órgano, tocado por el compositor Angel Oliver. Perfección superlativa en el coro, preparado por Blancafort, que brilló a la altura de los primeros de Europa; flexible, brillante, matizada, la orquesta. Pierre Colombo, ligado amical y musicalmente a Martin, entendió la compleja partitura con criterio de riguroso músico. Todos obtuvieron un triunfo resonante.
Otra página de interés: los Epígrafes, de Debussy, en orquestación de Ansermet. El director de la Suisse Romande, que tan de cerca conociera al músico francés, ha sido capaz de llevar a la orquesta las piezas originales para plano a cuatro manos (que a su vez procedían de una música ilustrativa para el espectáculo montado, por una sola vez, sobre Chansons de Bilitis, de Pierre Louys) con tanta perfección que, de no saberlo, pensaríamos que se debían, enteramente, a Claudio de Francia. Para iniciar el programa, de por sí difícil, Colombo dirigió una, página española: Homenatge a Gaudí, de Narcis Bonet, si breve, bien representativa del pensamiento y los procedimientos del compositor catalán. Exito total de la nueva visita de Colombo a Madrid. Cada vez que vino, hay que señalarlo, lo hizo con repertorio interesante, fuera de lo trillado o, como en el caso de Martin y Debussy-Ansermet, totalmente nuevo entre nosotros.
Babelia
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