Hua Kuo-feng pierde la batalla frente a Teng Hsiao-ping
A fines de 1977, los disturbios en provincias arrecian. En Pekín, Hua cuenta con el comandante de la región, Chen Hsi-lien, con el alcalde, Wu Teh, ambos enemigos de Teng y represores de las manifestaciones de la plaza de Tien An-men del 5 de abril del 76 en honor de Chu En-la¡. Hua coloca a uno de sus hombres, el general Fu Chung-pi, en el puesto de comandante de la guarnición de Pekín, mientras el comité del partido, quizá para evitar males mayores, invita a Chen y a Wu Teh a una «profunda autocrítica». Desde las provincias, el círculo de la revancha de los depurados por la Revolución Cultural se va cerrando sobre la capital, desde la base, la purga va ascendiendo hacia las altas estructurasdel partido. Paralelamente, prolifera, con la crisis económica, la criminalidad, la pobreza, disminución de raciones, huelgas, manifestaciones, mendicidad, prostitución. Los viejos y desgastados estimulantes ideológicos resbalan sobre una población acostumbrada a observar a prudente distancia las disensiones de los señores de la guerra y a ser llamada para aplaudir el último acto.La V Asamblea Nacional del Pueblo rubrica, en efecto, mansamente, el precario consenso, en febrero de 1978, pero, además, en ella se expresa la voluntad de Teng Hsiao-ping de atraerse a un nuevo «Frente Unido» a los intelectuales, los organismos civiles y estatales humillados y anulados por el maoísmo, incluso a la Iglesia cristiana.
El grupo Teng, que llevó los hilos de la nueva política exterior china a partir de los años setenta, basada en la constitución de un fuerte eje de contención antisoviético en Extremo Oriente, apoyado por Estados Unidos y las potencias occidentales, no duda en firmar fabulosos contratos'de compra de armas y hacer al Ejército halagüeñas promesas de modernísimas transformaciones. El endeudamiento chino aumentará, pero también la fidelidad de generales cuyas tropas podrán ser empleadas contra enemigos internos.
Negación de Mao
Con los primeros fríos del otoño del 78 se acelera el procesó de desmaoización contra los hombres de Pekín, al más alto nivel del partido. En octubre, Teng lanza una ofensiva contra sus adversarios. Hsi-lien pierde la comandancia de la región de Pekín, se habla de la rehabilitación de Liu Shaoshi.
La consumación de la victoria del grupo de Teng tiene un precio: la públicanegación del dogma de la infalibilidad de Mao, la reducción del dictador, que gustaba compararse al emperador Shih-huang, y que durante la Revolución Cultural instituyó como suma cultura el culto de su persona y de sus escritos a las dimensiones de un mortal. El paso de ahí a la crítica de los errores de ese mortal se da en noviembre. El testamento palaciego esgrimido por Hua, en el que Mao le afirma como sucesor, no tiene, pues, valor alguno. Los carteles murales piden la anulación de las disposiciones tomadas por el partido en 1976, bajo propuesta del presidente Mao, que colocaban a Hua en cabeza del partido y del Estado y destituían a Teng. Se pide la revisión de estos veredictos. El alcalde de Pekín, Wu Teh, ha sido eliminado políticamente. Le sigue la petición de destitución de Wang Tung-hsi, jefe de la Seguridad Pública. Ambos eran los puntales más visibles del grupo Hua.
La dinámica de la crítica a Mao va más allá de la crítica nominal, y es probable que desborde los canales establecidos. Ni durante la Revolución Cultural ni tras la muerte de Mao se llegó más lejos que al ataque a personas; el sistema de monopolio del poder por el partido único quedó intocado. Ahora se está rozando los límites al cuestionar la dictadura, en tanto que tal, puesto que un Mao «dictador fascista» y un Hua cabeza visible de una desmedida opresión policíaca sólo podían darse en virtud de¡ sistema.
En cualquier caso, el Hua Kuo-feng delfín de Mao ya no existe. Aún y cuando se conservase su figura, está políticamente extinto. Lo que había tras su imagen ha ido siendo devorado en la lucha de estos meses. Lo que no está muerto ni mucho menos es el aparato de la Policía de Seguridad, sus grandes zonas de poderes fácticos, prácticamente autónomos, en las que se hallan los partidarios del grupo Hua Kuo-feng. No es que esta policía esté a las órdenes del partido; se trata de que, como el Ejército, ella es el partido. Las soluciones finales podrían, pues, fácilmente extenderse durante un periodo amplio en el que la imagen fisica de Hua se siga utilizando, sea en la fachada gubernamental, sea como blanco de una nueva campaña exorcista al estilo de la de la «banda de los cuatro».
En cualquier caso, se cumple ahora el rito público, tras las secretas y largas decisiones, de la difugión del cambio. El Hua presidente real habrá durado aproximadamente lo que duró la construcción del mausoleo a Mao Tse-tung.
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