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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La "nueva inocencia" de la ultraderecha europea

EN UN tiempo de reaparición de los grupos que sostienen el ideario nazí-fascista, en toda Europa brota, de nuevo, el antisemitismo. La nueva línea consiste en limpiar estas ideologías de un pasado de crímenes y, por tanto, de negar la existencia de cámaras de gas, campos de concentración y matanzas en masa. Las cifras de judíos asesinados han sido siempre discutidas: probablemente no alcanzan. los ocho millones que se dijeron en el primer momento, teniendo en cuenta que unos once millones de judíos vivían en el territorio europeo ocupado por Alemania y que al final de la guerra sobrevivían unos cinco millones. En el proceso de Nuremberg, dos testigos afirmaron que habían oído a Eichmann comentar. que los judíos eliminados en virtud de la famosa orden de «solución definitiva» era de cinco a seis millones: Eiclimann fue jefe de la Oficina de Asuntos Judíos de la Gestapo. En las actas de acusación de Nuremberg se mantiene. la cifra de 5.700.000, que coincide con los cálculos del Congreso Mundial Judío. En un estudio hecho por Reitlinger (The final solution. The attempt to exterminate the Jews of Europe, 1939-1945, Nueva York,, 1953), los cálculos son más bajos: entre 4.194.200 y 4.581.200. A esta distancia histórica, el número exacto tiene un interés estrictamente académico: es igualmente aborrecible la cifra de cuatro millones como la de ocho. Cifras a las que hay que sumar otros muertos no judíos -de otras minorías étnicas o simplemente de partidos antifascistas- y millones de depredaciones, robos, saqueos, exilios, destiuccioftes.La matanza organizada, burocratizada, no puede ponerse en, duda; lo que se hace ahora es solamente una maniobra de blanquear al nazi-fascismo y presentarlo como posible en una Europa de hoy inclinada a soluciones .ásperas, como consecuencia de una de las crisis periódicas de la democracia y de una depresión económica notable. Las declaraciones van acompañadas de acusaciones al judaísmo internacional que maneja las finanzas, los medios de comunicación y un electorado importante en Estados Unidos. Nadie puede negar la realidad de esta influencia, pero retrotraernos a los tiempos del apócrifo libro de los Protocolos de los sabios de Sión -que fue, al parecer, una de las últimas lecturas del almirante Carrero Blanco- hace sospechar de la preparación de un nuevo crimen.

Hay indicios de que esta campaña de los neonazis -Y el prefijo neo podría eliminarse fácilmente- pueda estar financiada por aIgunos países árabes, como parte de su lucha contra Israel, aunque el tema Israel en tanto que potencia, y su situación en el Oriente árabe, deba abstraerse absolutamente de las matanzas europeas de 1939 a 1945 (lo cual los propios israelíes no hacen). En otros momentos, las relaciones entre árabes y nazis fueron profundas: formaban parte de su lucha contra el imperio británico y contra las primeras implantaciones de judíos en Palestina. No sólo un personaje tan espectacular como el gran Muftí de Jerularn, sino el propio Sadat, estuvieron en relación con la. Alemania nazi, como sucedió en algunas repúblicas latinoamericanas que trataban, por la vía nazi y por la italiana, de sacudirse el colonialismo de Estados Unidos.

La campaña de inocencia nazi ha tenido hace unos días una resonancia especial con las declaraciones hechas por Louis Darquier, refugiado en España desde el final de la guerra, y actualmente octogenario, al semanario de París L'Express. Darquíer, ignorando deliberadamente todos los documentos fehacientes, ha dicho que la «solución definitiva» es «una fantasía judía», que las cámaras de gas fueron instaladas en los campos de concentración como una ficción para poder dominar a los prisioneros, y que lo que se hacía en ellas era desinfectar de piojos y otros parásitos a los prisioneros. Darquier fue sentenciado a muerte por un tribunal francés en 1947, pero en esa época trabajaba como intérprete en el Gobierno español.

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«Es una cuestión grave», dice el ministro de Sanidad del Gobierno francés, Simone Veil -que lleva tatuado en el brazo el número 78.651: su cifra de prisionera en el campo de Auscliwitz- Lo es, en efecto, porque declaraciones como ésta, y como las que se están multiplicando estos días en toda Europa, pueden ayudar a arreglar la conciencia de nazis latentes, de personas que buscan en una solución de extrema derecha, de dictadura o de autocracia, la salida de unas crisis que previamente provocan los mismos intoxicadores de la realidad histórica y de la realidad actual. Cuando en las calles de Madrid aparecen pintadas con la cruz gamada y con inscripciones antisemitas, conviene conocer la verdad histórica. Y conviene proclamarla cuando, dentro de unos días, el -19, va a reunirse en Madrid la euroderecha. Nutrida y alzada por los mismos que alzaron el nazismo y, antes, el fascismo; por los supervivientes de los que fueron criminales de guerra y por los que ahora se sirven de la existencia del terrorismo para amenazar a la democracia.

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