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Israel rechaza las exigencias de Sadat

Pese a las críticas de Carter y a las amenazas de ruptura de Sadat, Israel se niega a ceder posiciones en las negociaciones de Washington. Jerusalén se muestra también muy irritado ante la exigencia de Sadat de vincular la primera fase de la retirada israelí del Sinaí, que deberá concretarse nueve meses después de la firma del tratado bilateral, con el establecimiento de un régimen de autonomía en Cisjordania y Gaza.A primera vista, los planteamientos de Sadat no parecen exorbitantes para Israel. El propio primer ministro, Menahem Begin, fue quien lanzó la idea de la autonomía para Cisjordania y Gaza. ¿Por qué entonces el Gobierno se opone a que este proyecto se realice cuanto antes?

«Israel -nos indicaron ayer fuentes gubernamentales de Jerusalén- está tan interesado como Egipto en que los habitantes de Cisjordania y Gaza se pronuncien acerca del sistema autonómico, pero nos oponemos a que la puesta en marcha del plan aparezca ligada a cualquier aspecto del tratado de paz egipcio-israelí. »

No se trata de una simple obstinación. Dayan y Weizman han hecho lo imposible para satisfacer las demandas egipcias y se han mostrado extraordinariamente flexibles en la interpretación de los acuerdos de Camp David durante las negociaciones de Washington, al extremo de haber sido censurados por los demás miembros del Gobierno de Begin. Sin embargo, ante el problema de la vinculación exigida por Egipto, también ellos dicen «no».

¿Cuál es la razón de esta actitud? El acuerdo de Camp David prevé que al finalizar la primera parte de la retirada israelí del Sinaí debe comenzar la normalización de las relaciones entre Israel y Egipto, incluido el intercambio de representantes diplomáticos. Así, relacionar el fin de la primera fase de evacuación con el establecimiento del régimen autonómico supondría hacer depender ese intercambio de embajadores de la buena voluntad de los palestinos de Cisjordania y Gaza.

¿Qué ocurriría si la población palestina de los territorios ocupados rechaza el sistema de autonomía -como ya se está anticipando-, o si por algún motivo las elecciones deben ser aplazadas? Sadat tendría entonces la posibilidad de postergar también el proceso de normalización de relaciones con Israel. «Nosotros -se reitera en Jerusalén- no podemos aceptar eso.»

Sin duda, el Gobierno y los partidos israelíes comprenden perfectamente las dificultades de Sadat frente a sus críticos del mundo árabe. Comprenden también el deseo del presidente egipcio de mostrar a su pueblo, a los palestinos y al resto de los árabes que no ha abandonado su lucha por los derechos palestinos, y que sus relaciones con Israel dependerán de los pasos concretos que se den hacia la solución de ese problema.

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«Pero nosotros -nos señala un miembro del Gobierno- también tenemos nuestras dificultades. El pueblo israelí apenas entiende que vayamos a entregar algo muy concreto como el Sinaí a cambio de una simple promesa de paz. No se puede esperar que ese pueblo acepte además que esa paz dependa de la buena o mala voluntad de los palestinos.»

Por lo demás, las amenazas de Sadat de «suspender» las conversaciones de Washington no contribuyen a arreglar las cosas. Frente a tales amenazas, el Gobierno israelí tiende a endurecerse. Los norteamericanos son conscientes de ese hecho, y de ahí la alarma y las advertencias de Carter a Israel y Egipto. Ahora Jerusalén dice: «El vaso se ha llenado. No cederemos.»

Según las últimas informaciones llegadas a El Cairo, Egipto reclama la fijación de un calendario para la retirada de las tropas de Gaza y Cisjordania, el establecimiento del Gobierno autónomo palestino y la disolución del Gobierno militar israelí en la zona. Todo ello a incluir en el preámbulo del tratado y en una carta adjunta. El vaso está, evidentemente, lleno.

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