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El papa Wojtyla afirma su "romanidad" en su visita a Asís

Los primeros días del pontificado de Karol Wojtyla, Juan Pablo II, parecen estar caracterizados por una constante preocupación por afirmar su absoluta e inequívoca romanidad. Sus visitas el pasado domingo a Asís, la ciudad de San Francisco, y a la tumba de Santa Catalina de Siena más tarde, los dos patronos de Italia, se inscriben en esa línea de afirmación romana.Durante la tradicional alocución previa al rezo del Angelus, pronunciada desde la ventana de su biblioteca privada ante millares de peregrinos, Juan Pablo II se dirigió de manera particular a todo el pueblo de Italia y a los romanos, a quienes agradeció la magnanimidad de la acogida a un Papa extranjero, «venido de un país lejano, de Polonia». El Pontífice explicó a los peregrinos el sentido de respuesta a esta acogida que quería darle a estas dos visitas que habría de realizar por la tarde.

«De este modo -dijo el Papa- Juan Pablo II entiende integrarse en la historia de la salvación, que está impresa abundante y elocuentemente en la historia de Italia.» Confesó a los presentes su duda, poco después de concluir el cónclave, sobre la mejor manera de presentarse ante el pueblo de Roma, del que es obispo, y cómo había acudido a su mente la figura de San Pedro, a quien hace casi 2.000 años los romanos acogieron tan abiertamente: «¿Acogeréis ahora a otro, a Juan Pablo II, como lo hicisteis con Pedro de Galilea?»

El Pontífice concluyó su alocución confiando en que viniendo de la Roma polaca, como es llamada Cracovia, a la Roma italiana podrá servir bajo la protección de la Virgen y los santos patronos de Italia a todos, pero especialmente a todo el pueblo italiano.

Juan Pablo II se trasladó en helicóptero a primeras horas de la tarde a Asís, donde más de 10.000 fieles le aclamaron incesantemente. Ante la tumba de San Francisco recordó la sencillez y pobreza del patrono de Italia y recitó una plegaria invocando el acercamiento de Cristo a Italia, al mundo y a la Iglesia.

Concluida su estancia en Asís, retornó al Vaticano para trasladarse un poco más tarde a la iglesia de Santa Catalina, en el centro histórico de Roma. En su alocución a los fieles presentes en el templo se refirió a su esperanza de que Santa Catalina sea «la inspiradora del Papa llegado de fuera».

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