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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ante un nuevo Presupuesto

EL MINISTRo de Hacienda ha entregado en el día de ayer, a las Cortes, los Presupuestos Generales del Estado para 1979, que fueron aprobados en el Consejo de Ministros del pasado día 13. Sus cifras pormenorizadas no son aún públicas. Habrá de esperarse a que el Boletín de las Cortes revele su contenido para conocer con detalle sus características y para valorarlas críticamente.Parece que esta situación cierra las posibilidades a todo comentario sobre el Presupuesto de 1979. Y, sin embargo, no es así. Porque el Presupuesto para 1979 ha de cumplir con un conjunto de deberes y exigencias que la situación económica, social y política de España señalan con toda claridad y que constituyen la premisa de ese Presupuesto cuya publicación se aguarda. A estos requisitos de partida del Presupuesto para el próximo año quisiéramos referir este comentario en espera de sus cifras.

Asombra, ante todo, que el Presupuesto para 1979 se haya entregado a las Cortes, sin que las Cortes conozcan, ni tampoco los ciudadanos en ellas representados, el marco económico en el que el Presupuesto para 1979 se encuadra y pretende actuar. El Presupuesto debe estar al servicio de la economía nacional y no la economía del país al servicio del Presupuesto. Y, si esto es así, ¿cómo ha podido elaborarse el, Presupuesto sin saber a qué necesidades económicas tiene que servir?, ¿en qué medida puede comprenderse y juzgarse un Presupuesto sin saber cuáles son los papeles concretos que se pide desempeñen los programas de ingresos y gastos públicos? No sabemos hacia qué objetivos de crecimiento económico, de reduccíón de tasa de inflación, de comercio exterior pretende llevarnos la política económica el próximo ejercicio. Desconocer estos datos equivale a no disponer de la brújula económica con la que orientar y dar sentido al Presupuesto. Es esta una anomalía inexplicable que es preciso subrayar y denunciar. Y pedir que se remedie. Los españoles debemos saber -cuanto antes- hacia qué mundo quiere llevar la política económica a nuestra economía. De lo contrario estaríamos cometiendo la incoherencia de decidir una parte vital de la política económica -la presupuestaria- ignorando el todo.

Hay que registrar, en segundo lugar, algo más que el asombro ante el nuevo Presupuesto. Es preciso proclamar algunas exigencias anticipadas con las que éste debe cumplir.

Primera y fundamental: la información.

El propósito básico de todo Presupuesto es informar de la actividad de todo el sector público. Y hay que proclamar que el Presupuesto español tiene dos zonas de sombra informativa muy graves. La sombra clamorosa de la Seguridad Social -el «otro» Presupuesto- y la sombra ineficiente y creciente con el tiempo de las subvenciones y transferencias a las empresas públicas.

El presupuesto de la Seguridad Social se anuncia con tales cifras que tienen que predisponer a quien las escucha a la razonable petición de que se informe pormenorizadamente de sus distintas partidas. Cuando se comprueba que la participación de las cuotas empresariales de la Seguridad Social en la renta nacional se han triplicado entre 1965 y 1978, que el déficit de la Seguridad Social en 1978 superará los 100.000 millones de pesetas, que se hancometido errores de presupuestación en 1978 del orden. de los 40.000 millones de pesetas en el capítulo de pensiones, amén de la confesada falta de control del gasto por parte de las máximas autoridades de la Seguridad Social, es evidente que un presupuesto para 1979 de la Seguridad Social no puede ser un cuadro elemental sin desglose detallado como lo ha sidid en ejercicios anteriores presupueStarios. Un respeto mínimo a la función de las Cortes en los Presupuestos pide la información que hasta ahora ha faltado en el «otro» Presupuesto: el de la Seguridad Social, para equilibrar el contenido de éste con el que el Estado ofrece para el que elabora el Ministerio de Hacienda.

Una información también mayor es necesaria en las subvenciones que cubren los déficit crecientes de las empresas públicas.

Las empresas públicas del sector de transportes -Renfe, FEVE, Trasmediterránea, Metro, transportes municipales- han ido creciendo hasta alcanzar dimensiones inaceptables. Una mentalidad de «subvencionismo» informa a estas empresas, que parece cerrar el camino a una mejor gestión de sus actividades y a una conciencia de responsabilidad de sus costes. Es obligado que el Presupuesto para 1979 corrija esta situación exigiendo más de estas empresas (más información, unos programas públicamente comprometidos de gestión, una mayor responsabilidad en los resultados). Lo mismo debe decirse de otras actividades de empresas públicas, como RTVE y Hunosa, por ejemplo.

El Presupuesto para 1979 debe cumplir con este deber de mayor información para ser respetable y también con el de coherencia económica. Se espera mucho -quizá demasiado- del Presupuesto para 1979 desde el punto de vista económico. El Presupuesto debe ayudar a que la inversión privada recupere su tono vital necesario para, crear empleos -lo que tiene un coste fiscal que debe presupuestarse- y la inversión pública ha de generar directamente ocupación dirigiendo adecuadamente su gasto total. Es de esperar que estas actuaciones necesarias del Estado reciban en los Presupuestos el difícil y extenso tratamiento que necesitan: limitando los gastos de consumo -imprescindible para ahorrar e invertir más-, eligiendo las inversiones con mayor potencial sobre el empleo y financiándolas de forma tal que la inversión pública mayor no reduzca (y por tanto limite) la mayor inversión privada que haga frente a los mayores empleos necesarios.

Son esas esperanzas ante el nuevo Presupuesto las que habrán de enfrentarse con sus cifras. Trataremos de hacerlo cuando estas cifras se conozan, pero sería deseable que entonces la gran incógnita del programa económico para 1979 se hubiese despejado para realizar ese ejercicio con la necesaria coherencia.

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