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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apasionada disección de la cultura catalana

M- 7 Catalonia «Sin pretender invadir el terreno de la crítica y con la excusa, cierta, de que el acontecimiento se escapa de la órbita teatral e incide en la política, me apresuraré a decir que me gustó mucho, que me pareció un espectáculo de gran categoría, tan bueno como el mejor que pueda representarse en cualquier parte de Europa.» Estas palabras se han publicado hace unas horas, en estas mismas páginas de EL PAÍS, bajo la firma de Antonio de Senillosa. La gran loa político-teatral termina comparando a Boadella con Oscar Wilde y nos amenaza con el parafraseo de aquella famosísima respuesta: «La obra fue un éxito; el público, un fracaso.» Así que ya estamos emplazados. El señor De Senillosa, con la típica finura de una campaña electoral, nos advierte que este acontecimiento incide en la política. Ojo, pues.La verdad es que hace 2.500 años -quizá más bien más que menos- que el teatro incide en la política y la política en el teatro. Senillosa puede haberlo descubierto el otro día, pero yo le aseguro que ese Mediterráneo está ahí muy de antiguo. Incluso se cuenta en los frágiles mentideros teatrales que de resultas del comprometido teatro de la izquierda durante el franquismo y del nuevo compromiso actual de la derecha teatralera más de un político ha descubierto el teatro y puede que reincida en la afición. Va a hacer diez años que Els Joglars se presentó en Madrid con El Diario. Desde entonces -El Joc, Cruel Urbis, Marv d'Ous y, seguramente, La torna- el magnífico grupo se ha mantenido fiel a las purezas históricas del gran género mímico, pero incorporando efectos propios, medios de trabajo muy personales, que, por una parte, como en toda la gran plástica de nuestro tiempo, se han orientado hacia las abstracciones que recuperan antiguas esencias del arte de interpretar y aun del teatro todo, y, de otra, han procurado la elaboración de un idioma de raíz emotiva que, usando los cuerpos a la vez que los mundos sonoros y luminosos, ha abierto todas las posibilidades necesarias para una estupenda racionalización de sus espectáculos. Boadella ha lanzado siempre ideas fantásticas y ha provocado grandes reacciones en el liberador encuentro con,el mundo poético, dramático o risueño de los espectadores. Es lo que vuelve a hacer en M-7 Catalonia. El guión propone una acción futurista en que una pareja de antropólogas trata de leer lo que fue la cultura de Catalonia utilizando el corrosivo microscopio de cuatro ancianos supervivientes. Con ternura, rigor y sarcasmo, la propuesta deja de referirse, naturalmente, a la acción de unos de terminados personajes para indagar también en su condición simbólica, en su sentido metafórico, en su integración en la mitología colectiva. La meditación, lógicamente, es de calidad desigual. Hay hallazgos de una belleza límpida y turbadora y hay términos largos, obvios y aun fatigosos. Aunque todo el trabajo lleva adherida una fuerte calidad magnética no verbalista que se impone por la belleza plástica de una expresión corporal maestra.

de Albert Boadella

Dirección: Albert Boadella. Espacio escénico: Fabia Puigcerver. Intérpretes: Els Joglars: Carmen Periano, Ana Barderi, Rafael Orri, Pitus Fernández, Raimon Teixidor y Toni Valero. En el teatro Fígaro.

En esas condiciones el trabajo de Boadella resulta ser una historización sobria, dura y bella que, al mostrarnos por vía indirecta el color y la esperanza de un pueblo, provoca una reacción de la conciencia espectadora y llama a su solidaridad. Es, con todo, y para decir la verdad, uno de los espectáculos más flojos de Boadella. La superficialidad del análisis arrastra los más tenues elementos del neorrealismo -desde Zavattini a Berlanga-, de un cierto populismo marsellés o incluso argelino, como en la inevitable reminiscencia de La familia Hernández, de la convención mediterránea -desde Rusiñol a De Filippo- y hasta del encantador Sender y su Tesis de Nancy. Todo ello produce una incómoda sensación de banalidad pretenciosa. O quizá no. Quizá la distanciadora frialdad de las dos antropólogas trate de recordar que estamos ante un juego. Un juego realizado por unos profesionales de muy brillante base técnica.

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