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Tribuna
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El debate paralelo

Manuel Vicent

Cuando la función se acerca al final, se repite de nuevo el tingladillo de antes: los pasillos toman un nerviosismo de sala de urgencias y aquí están todos tratando de mirar a través del ojo de buey el quirófano donde el problema vasco es intervenido a corazón abierto. Entonces se congela la cámara, se dan largos descansos y los portavoces establecen una circulación extracorpórea de negociaciones de última hora, desacuerdos sudados y citas nerviosas. Pero la opinión del cirujano es que de esta tampoco sale. Sucede ahora lo mismoque en el Congreso. El remate constitucional en el Senado, bajo la presión psicológica del finiquito, está rodeado por la tensión de esa escena que los directores del Oeste montan como Final en la polvorienta plaza del poblado entre un rubio de UCD y un moreno del PNV, con la banda sonora callada y ellos sobando cara a cara la disposición transitoria como se acaricia una culata mientras el personal contempla el desenlace desde los soportales.El verdadero debate circula por los pasillos, donde se ve cruzar al sofisticado Diógenes desnudo dentro del barril con un cirio en la mano buscando la fórmula, la mágica palabra que resuelva la charada del problema vasco. El pesimismo es total, porque todo está dicho, todos los resortes se han agotado, de modo que hasta aquí llegaron las aguas.

Ayer por la mañana hubo en el Senado una escaramuza dialéctica que marca la posición de lo que se cuece por debajo. Primero entre Uría Epelde, portavoz de los vascos, y el socialista Eparraguirre se estableció una de mosqueo con Sabino Arana y Pablo Iglesias por en medio, que fue un irailer de la entrevista de la tarde entre el PNV y el PSOE en la calle de Felipe IV. Después la agarrada del navarro de UCD Javier del Burgo con el alavés Bajo Fanlo, entre los que pasa la raya autonómica. Los fueros no son la Constitución de los vascos, sino un aspecto de la Constitución española, Por el hecho de su propia existencia, los fueros excluyen la idea de independencia o autodetermínación. Aparte de esto, los millones son de todos.

Mientras los enfermeros arrastran la camilla por el pasillo y todo el mundo levanta la sábana para ver qué cara pone el enfermo, los valen cianos en salón buscan su identidad perdida, que es casi como un pendiente de la Concha, Piquer extraviado bajo el escaño hasta el interior del artículo que prohíbe la federación de regiones autónomas. Los catalanes Audet y Benet, acompañados por el comunista alicantino Mateo Navarro, se han puesto del lado de la cultura común, y Beviá Pastor y Farnós por la parte de acá del sentimiento regional, cada cual a su aire, han cantado las desgracias del País Valenciano con autonomía de segunda, su re chazo de Cataluña, su deseo de ofrendar nuevas glorias a España con estética de bombo y platillo y su aspiración intelectual de formar un con junto de países catalanes. Mateo Navarro an daba por allí repartiendo un comunicado firmado por intelectuales como en los viejos tiempos.

Y la función seguía al ralentí, con la atención puesta fuera de la sala, donde se ve siempre a un vasco en medio de un corro de periodistas. Al final llegó la noticia de otro atentado. Es la señal de que la Constitución está a punto de terminar. Es como un siniestro adorno.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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