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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Añoranza de una Monarquía franquista

LA INMINENCIA del referéndum constitucional hace previsible una ofensiva terrorista, protagonizada por siglas e ideologías de ultraizquierda, destinada a crear las condiciones propicias para la única forma hoy posible de impedir la consolidación democrática: un golpe de Estado que, en nombre del orden público y del temor a la disgregación social, tratara de reinstaurar, de manera más o menos disfrazada, las instituciones del régimen franquista. Porque lo paradójico de las acciones criminales de ETA o de los GRAPO es querio forman parte de una estrategia de insurgencia, revolucionaria. Sólo pueden servir como fulminante de un golpe de fuerza.Los partidos tradicionales de la izquierda -el PSOE y el PCE- han anunciado repetidas veces su propósito de votar a favor de la Constitución y de realizar una activa campaña con vistas al referéndum. Incluso los grupos de la izquierda extraparlamentaria de ideología marxista-leninista parecen inclinados a dar su asentimiento.

Salvo la situación especial del País Vasco. pendiente todavía de solución en vísperas del Pleno del Senado, la casi totalidad de los partidos que reciben el apoyo electoral de las clases trabajadoras o de las capas socialles herederas de las tradiciones republicanas se van a pronunciar positivamente sobre la Constitución. Así pues, es de pura lógica concluir que las formaciones políticas de la izquierda y las fuerzas sociales que les confían sus votos tienen todo que perder y nada que ganar con las acciones terroristas que puedan producirse en los próximos dos meses.

Este análisis pon e de relieve hechos tan obvios que sería superfluo formularlos, si en las últimas semanas no se hubieran empezado a producir hechos inquietantes en las zonas del espectro político teóricamente más alejadas de los grupúsculos terroristas. Aunque sólo fuera por economía de hipótesis , se puede, incluso, descartar en principio que la ofensiva de violencia terrorista anunciada desde la extrema izquierda y la ofensiva de la violencia verbal desatada desde la extrema derecha se hallen conectadas de forma coordinada. La confluencia no deja, sin embargo, de ser grave y preocupante. Se diría que la ultraderecha, a través de sus medios de comunicación, de sus grupúsculos y de sus portavoces, está preparando el clima propicio para recibir y utilizar en su provecho las eventuales acciones criminales de la ultraizquierda. Se está produciendo, así, la aberrante convergencia, sobre un mismo objetivo, de quienes asesinan por la espalda a oficiales del Ejército y miembros de las fuerzas de orden público y de quienes trafican, para desestabilizar la democracia, con los cadáveres de servidores del Estado que han dado su vida por defender, precisamente, las instituciones de la Monarquía parlamentaria.

La ofensiva de la ultraderecha, cuya inexistencia en el cuerpo social quedó patente en las elecciones dejunio de 1977, pero que conserva todavía posiciones de fuerza en el entramado institucional del Estado, se había limitado, hasta hace poco, a trazar una burda caricatura de la situación general d el país, a culpar al Gobierno de la degradación del orden público y de la crisis económica, a exagerar el papel desempeñado por los partidos de izquierda en la dirección de los asuntos públicos y a suscitar en la opinión ideas alarmistas sobre el, futuro inmediato (desde la ruptura de la unidad española hasta la sovietización de la economía, pasando por la disolución de la familia y la desaparición de la libertad de enseñanza).

Pero esa escalada de violencia verbal, de calentamiento del clima y de exacerbación de las pasiones, ideada para que la ultraderecha se aproveche de los eventuales crímenes que perpetre y reivindique la ultraizquierda en las semanas que faltan para el referéndum ha dado un paso más. el último que le quedaba por dar, En su punto de mira se halla en estos rnornentos la Corona, acusada del imperdonable delito de llaber devuelto al pueblo español sus libertades, de aceptar como contenido institucional la democracia, de tratar de resolver el conflicto de las nacionalidades históricas, de promover una Constitución elaborada por los representantes de la soberanía popular y refrendada por todos los ciudadanos.

Así se lanza ya abiertamente la consigna de rechazar «con todas sus consecue:ncias» la institución monárquica si ésta lleva la adjetivación de constitucional y parlamentaria, y también se invalida poranticipadoel resultado de la consulta electoral sobre la Constitución, con el argumento de que «el pueblo español siempre ha sido enLianado en los referéndums». Evidentemente, la única Monarquía que la ultraderecha está en condiciones de admitir es, precisamente, la que la inmensa mayoría del pueblo español no hublei-a aceptado y que el Rey tampoco ha querido encarnar: aquella pintoresca Monarquía «católica, social y representa ri tiva » que Franco creyó erróneamente dejar «atada y bien atada» para provecho de la casta que durante cuatro décadas sometió al país entero a su dominio.

Por otra parte, la invitación, casi conminatoria, hecha por el señor Fraga al Rey para que nombre, a espaldas del Parlamento, un presidente del Gobierno al que se enco,miende «encabezar el primer Gobierno constitucional y preparar las elecciones subsiguientes» es una maniobra demasiado transparente igara merecer, al menos, el caliricativo de astuta. La foto-robot de la persona idónea para esa tarea -«una gran personalidad no vinculada a los partidos existentes»- es fácilmente reconocible cuando el señor Fraga añade: «Y que ocupe o haya ocupado cargos de gran trascendencia al servicio del Estado, como la Presidencia de las Cortes, del Tribunal Supremo o algo semejante.» La sorprendente aproximación en las últimas semanas entre el señor Fraga y el señor Fernández Miranda queda, así, suficientemebte aclarada. El asunto no tendría mayor importancia, e incluso entraría en una antología mínima de anécdotas chuscas, si no fuera porque intenta involucrar a la persona del Rey en una operación estrechamente parlidista que carece de toda fundamentación jurídica y política y que se halla reñida con la lógica y el sentido común. Es lamentable que mientras la ultraderecha comienza a tornar posiciones públicas contra la Monarquía. la derecha conservadora se lance, en paralelo. a tratar de servirse de la Corona.

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