El trasplante de cabeza: una utopía más próxima
El trasplante de cabeza en seres humanos plantearía problemas muy complejos. Un neurocirujano norteamericano, Robert J. White, lleva realizando desde elaño 1963 experiencias de conservación y trasplante de cabezas de monos. La complejidad de un trasplante de cabeza radica en el carácter absolutamente diferenciado y central que tiene esta parte del cuerpo en los seres vivos, y, más especialmente aún, en el hombre. Las investigaciones de White dieron como resultado la conservación de un cerebro de mono Rhesus separado del cuerpo. El cerebro fue separado, utilizándose una máquina corazón-pulmón para atender a su riego sanguíneo. Posteriormente sustituyó la máquina corazón-pulmón por el sistema circulatorio de otro animal de la misma especie, con lo cual la base anatómica del trasplante de cabeza comenzaba a ser posible. Ello fue llevado a cabo realizando complejas operaciones de fusión de arterias y venas cerebrales. Finalmente. llevó a cabo la experiencia, y una cabeza de Rhesus fue trasplantada al cuerpo de otro animal de la misma especie. El animal resistió hasta una semana.
Javier Gafo Fernández, profesor de Deontología Médica en las universidades Pontificia de Comillas y Complutense, afirmaba, refiriéndose a la posibilidad de un hipotético trasplante de cabeza en seres humanos, que «los problemas serían mucho más complejos y refinados que los que puede ocasionar la incorporación del motor de un coche a la carrocería de un modelo absolutamente diverso. Habría, además, un serio problema de identificación con el nuevo cuerpo, ya que el cuerpo del hombre es una parte fundamental de su ser y no un elemento accidental dentro de una concepción antropológica dualista. No tenemos un cuerpo, sino que somos nuestro cuerpo. Por todo ello, el vivir con un cuerpo nuevo y extraño plantea muy graves problemas de ajuste, que exigirían mucho tiempo para su superación».
Se está refiriendo, pues, el especialista en deontología médica, a algo que la medicina actual conoce bien, al carácter integral del individuo humano. Si bien el problema exclusivamente técnico del trasplante ya por sí mismo plantea una ingente serie de difícultades como la total reconstrucción de las vías nerviosas cerebro-medulares, de mayor complejidad que el acoplamiento de los sistemas respiratorio y circulatorio, la percepción del propio cuerpo es algo más importante de lo que pudiera creerse desde una perspectiva excesivamente intelectualista o cerebralista.
En efecto, un ser humano no es una cabeza pensante más un cuerpo sino una unidad integral. Todos los órganos de nuestro cuerpo desempeñan un papel en la percepción de la propia existencia. Se sabe, aunque quizá en la antigüedad insistiesen más en ello las medicinas no occidentales, que órganos concretos aparecen especialmente ligados a nuestras emociones. Nuestra identidad, pues, no es sólo nuestra cabeza, aunque en ella radique eso que denominamos consciencia.
La existencia humana es una totalidad. Conceptos como cabeza, cuerpo, alma no son sino visiones parciales, aproximaciones analíticas, realizadas desde el pensamiento, a esa unidad que es cada individualidad humana.
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