Confrontaciones
No parece del todo acorde el carácter de colectiva de fin de temporada que salta a la vista en el montaje de esta exposición, con la ambición del título (Confrontaciones) que a sus mentores vino a ocurrírseles, aunque no deje de haber en todo ello una pizca de oportunidad. Confrontar, en su más recto sentido etimológico. significa carear, esto es, situar frente a frente a dos personas para esclarecer la verdad de un hecho. Tampoco es ajeno al concepto de confrontación el de cotejo entre dos realidades con el ánimo de desprender una enseñanza, ni el de conformidad o simpatía entre dos individuos, sucesos, actitudes o tendencias. ¿Qué es lo que en la exposición de nuestro caso se coteja o somete a careo? ¿A qué extremos se ciñe la posible conformidad o simpatía o recíproco reclamo de las obras aquí expuestas? Si atendemos a la mera cronología, resulta obvio que la presunta confrontación se establece entre dos grupos, mejor que generaciones, que alentaron su quehacer respectivo a lo largo de los años sesenta y la década en curso. Por más maduros, se verían incluidos en el primer apartado Lugán y Elena Asins, situándose en el otro, por más jóvenes o más recientemente iniciados en la andanza del oficio, Broto y Tena. De atender, por el contrario, a los contenidos, queda igualmente claro que las tendencias a cotejar se concretan en el neofigurativismo y la nueva abstracción. Representante genuino de aquél sería Luis Gordillo (extrañísimo el cuadro que regala a nuestra contemplación) y exponente ejemplar de ésta, Eva Lootz, cuyas dos obras le parecen a uno sencillamente admirables.
Confrontaciones
Galería Iolas-Velasco Zurbano, 88.
Planteado así el caso y bien traído a cuento aquello de que no son todos los que están, ni están todos los que son, la congregación coyuntural que aquí y ahora se nos brinda reviste la modalidad de una fugaz panorámica en dos tiempos, sin apenas solución de continuidad, intencionadamente confluyentes, y por los cauces antedichos, en una misma creencia vanguardista. Cábele al espectador, así las cosas, aproximarse a un raquítico esquema de lo que se hace o se lleva por estos pagos y a estas horas.
Difícil le será, en cambio, descubrir el cariz de confrontación que sólo las pretensiones titulares mienten asignar a una muestra un tanto traída por los pelos. Ni hay careo propiamente dicho, ni conformidades y simpatías quedan muy en claro, sin que tampoco se den extremos rigurosos entre los que entablar un estricto cotejo comparativo. Precario resumen ocasional, el conjunto de lo expuesto (y calidad al margen de cada uno de los expositores) termina por hacer tan llano como oportuno el conocido dicho de Henri Focillon: «El artista habita una comarca del tiempo que no es forzosamente la historia de su tiempo. »
Babelia
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