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Arte y ecología, tema de la Bienal de Venecia

Tras el acto protocolario de la presentación oficial, celebrado ayer tarde, abre hoy sus puertas al público en general la Bienal de Venecia. Una nueva versión del «espectáculo más grande del mundo» en los menesteres del arte vanguardista, encabezado esta vez por un rótulo tan llamativo y ambicioso como alegre e infundado, que en parte obedece a perenne coyuntura, el tan traído y llevado y jamás resuelto problema de la protección o salvación del medio ambiente, y en parte nos suena a tesina ocasional, sin que tampoco deje de ahuyentar ciertas resonancias de retruécano: De la Naturaleza al arte y del arte a la Naturaleza.

Ignora uno de qué va este año la ideología de los organizadores. Si el título quiere apuntar a una de las manifestaciones del arte de vanguardia (el land art), que desde sus orígenes se acertó a proponer a la Naturaleza como suprema e inmediata expresión estética, la lista escueta de los concurrentes lo desmiente de plano. Desde el cubismo hasta la abstracción, y del surrealismo a la neofiguración expresionista, los artistas consagrados (fallecidos ya muchos de ellos) vuelven a ocupar los pabellones de sus respectivos países, aunque sus cuadros tengan ahora que ser contemplados desde un árbol o a través de una ventana abierta para acomodar al eslogan de la exposición a cantidad y cualidad dé lo expuesto. Arte, en fin, y ecología.Enrolada en la gran caravana estético-ecológica, la representación de España acude a la Bienal ocupando las dependencias de su pabellón oficial, que en la anterior edición fueron rehusadas por escrúpulos políticos, explicables en su día y hoy definitivamente superados, a favor de la naciente y creciente democracia. Nos representarán en Venecia los siguientes artistas: Juan Navarro Baldeweg, Nacho Criado, José Antonio Fernández Ordóñez, Fina Miralles, Pilar Palomer y José María Yturralde. Difícil será descubrir entre ellos algún punto de coherencia, por más que a todos les anime un común propósito de acomodar sus actos a las exigencias programáticas de los mentores y montadores del gran tinglado veneciano.

Harto problemático va a resultar, en efecto, la razonable conciliación entre las modificaciones espaciales de Navarro Baldeweg o Nacho Criado y las cometas volanderas de Yturralde, entre las propuestas conceptuales de Fina Mirralles o Pilar Palomer y las maquetas de los puentes con que concurre Fernández Ordóñez. De no tomar, en suma, el asunto ecológico en su más amplio alcance y dejar el tema estético en pura elementaridad, se le ocurre a uno poco menos que imposible cualquier feliz resultado que no sea el puro y olímpico participar. Ojalá quede cuanto escribo en mero pronóstico o premonición sin fundamento. De retorno de Venecia, dentro de unos días, informaré al lector de lo visto y oído en la ciudad de los canales.

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