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Videla pidió objetividad a los periodistas

En la noche del lunes la capital argentina aún tenía rastros de la alegría popular por el triunfo de su equipo. Durante el día habían caído nuevamente los pequeños papeles de todas clases que el aficionado lanzó desde el primer día como símbolo de júbilo. Pero la normalidad era ya casi total, y ayer martes Buenos Aires amaneció lluvioso y con niebla, como si hubiese olvidado el Mundial. La mayoría de los 5.920 periodistas que han informado del torneo, descontados los argentinos, se han ido ya o están a punto de hacerlo. Aquí queda un país con un triunfo deportivo y de organización, pero siempre con mucho trabajo por hacer y problemas que resolver. El propio fútbol nacional no es una excepción.

Cuando la noche del domingo, después de la entrega de trofeos, apareció en el tablero electrónico en todos los idiomas aprobados por la FIFA la despedida hasta 1982, se cerró el capítulo oficial de un torneo polémico. Con las palabras de «Adiós, hasta pronto, nos encontraremos en España-82» y la imagen -no clara, pues no cabía en el tablero- del logotipo del próximo Mundial, la organización de la edición 78 respiró tranquila y satisfecha de su éxito.Argentina, que hasta finales de marzo de este mismo año no había dado seguridades de la celebración del torneo, no sólo cumplía aceptablemente tras un esfuerzo muy latino de última hora, sino que ganaba por primera vez en el campo un título mundial. El éxito era completo y más aún 48 años después de la final perdida en 1930, primera edición del torneo, fecha en que únicamente estuvo a punto de conseguirlo anteriormente.

El broche que se quiso poner aquí para el Mundial fue la visita del propio presidente de la nación, teniente general Videla, al centro de prensa en la noche del lunes. Aún quedaban las calles llenas de los pequeños papeles lanzados como señal de júbilo y algunos grupos de jóvenes repetían los gritos de Argentina, Argentina. Videla, tras un discurso no leído, pero sí memorizado, estuvo una hora contestando de pie, rodeado por un numeroso grupo de informadores y con un calor insoportable a veces, a todas las preguntas formuladas. Fue una deferencia final insólita de un primer mandatario inaccesible durante un mes. La última imagen amable de Argentina lo requería. Cabe señalar, sin embargo, que la recepción estaba reservada en principio para prensa extranjera y exclusivamente a un representante por medio. A última hora, cuando se confirmó la marcha a sus países de muchos colegas, se permitió la entrada a todos.

El presidente expresó en sus palabras iniciales que la libertad con que se ha podido trabajar en el Mundial no fue una concesión graciosa, sino una consciente actitud del Gobierno, esperando ser correspondida con responsabilidad y objetividad para merecer ser llamado periodista. Alabó esta noble misión de informar y terminó su corto e importante, discurso diciendo que el Mundial, más que el júbilo por un éxito deportivo, ha servido para el reencuentro consigo mismo del pueblo argentino. «Después de dos años y medio en que las fuerzas armadas se hicieron cargo del poder político -añadió- y de recibir un país postrado, podemos mostrarlo de pie a los ojos del mundo con el esfuerzo de todos los argentinos y en marcha hacia la consecución de los objetivos finales: una democracia realmente representativa.»

Videla llegó a colocarse unos auriculares, para hablar por intermedio de la radio con el goleador Kempes, y confesó que su segundo tanto frente a Holanda fue el que más le gustó del torneo. Ante el nerviosismo y apuros de sus guardaespaldas incluso debió firmar autógrafos. Alguien le comentó entonces que ya se iba pareciendo al jugador cordobés, a lo que respondió con una afirmación y una nueva sonrisa, tan inusuales en él anteriormente.

El Mundial, nacional

Argentina ha ganado su mundial a los ojos de todos, pero a partir de ahora deberá hacerlo en su propia casa. Videla habló de asumir con heroico optimismo su futuro inmediato. En el plano deportivo y en el futbolístico, más concretamente, los problemas que se plantean como secuela del Mundial son graves de resolver. Sin ir más lejos quedan los campos construidos -salvo el de River-, cuya adjudicación no quiere nadie. El de Córdoba, por ejemplo, ha sido ya ofrecido por el Gobierno a varias entidades de la provincia y ninguna de ellas quiere hacerse cargo de su mantenimiento y utilización. No Se puede olvidar que sólo para abrirlo se necesitan seiscientos empleados. En Córdoba todavía existe afición al fútbol suficiente para resistir un gasto así, pero en las restantes subsedes, no.

El enorme problema del fútbol argentino, que se extiende al nivel general, es la discriminación existente de las provincias con el interior. Buenos Aires y su provincia, donde se concentra la mitad de la población del país, se aprovechan de ellas. Y existen algunas como la más norteña de Jujuy, por ejemplo, que pese a tener sólo el 1,5% de la población del país, cuenta con el 82% de la producción metalífera, el 78% de la ferrífera, con los dos pozos petrolíferos más importantes y unos tantos por ciento también importantes de la producción tabaquera y azucarera.

En Argentina existen dos campeonatos: el nacional y el metropolitano, en el que sólo participan los clubs bonaerenses y los de Rosario y Santa Fe, afiliados a la Asociación de Fútbol Argentino.

A diferencia de España, no todos los clubs del país pertenecen a la AFA, pues a los del interior no les interesa. Ellos se deben comformar conjugar sus campeonatos regionales-muchas veces, la mayoría, sin interés para llenar los campos- y clasificarse para disputar el Nacional, el otro campeonato oficial, en el que únicamente tienen ocho plazas y sólo cuatro fijas. Los del Metropolitano ocupan directamente doce. Cuando un equipo, como el campeón de Jujuy el año pasado, llega a clasificarse cuarto del Campeonato Nacional, que dura dos meses, los jugadores, prácticamente amateurs antes, piden un dinero lógico, que el club no les puede ofrecer al no tener casi ingresos durante los diez meses siguientes hasta el próximo Campeonato Nacional. El éxodo hacia Buenos Aires es por ello continuó.

El caso de Córdoba es el único que se salva del interior, al existir más movimiento y equipos, pero precisamente por ello empieza a convertirse en avanzadilla de una rebelión contra la capital. De Córdoba salió Kempes, y en la selección del Mundial también han estado Luis Galván, Gallego, Valencia y Oviedo, como credenciales. Sin pertenecer a la AFA, ésta los ha utilizado. El interior quiere tener la voz y también el voto. La unión creada por el Mundial puede ser considerada ficticia en un futuro no tan optimista.

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