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La IX Feria de Arte de Basilea

La novena edición de esa feria, mercado, lonja o bolsa internacional de arte que se celebra cada año en Basilea, bajo el título genérico Art, ha pasado con más pena que gloria. Incluso las operaciones espectaculares han sido tratadas con sordina, neutralizadas de la forma más discreta entre el círculo hermético de los galeristas internacionales. Lo que ha ocurrido en los pabellones de la Feria de Muestras suiza de Basilea entre el 14 y 19 de este mes de junio confirma de un modo definitivo el papel que este certamen se propone desempeñar: Basilea, con su Art 9'78, nunca se propuso ser una Bienal, de Venecia, una Documenta de Kassel o una manifestación cultural de las artes visuales.De lo que nos hemos de convencer de una vez por todas los artistas, críticos y galeristas españoles, es que la Feria de Basilea es esto, una feria, y todos sabemos que, según el diccionario y la acepción pública de la palabra, una feria es un gran mercado de mayor importancia que el ordinario. Es decir, que cuando vamos a una feria vamos a comprar o a vender, o a observar a los otros cómo compran o venden. Ir a Basilea con el utópico y sublimador propósito de encontrar lo más interesante y revelador del «arte del siglo XX», como especifica el subtítulo de la feria, es un error craso en el que hemos caído en más de una ocasión. Y en la Art 9'78 nos ha ocurrido algo semejante a lo que nos sucede cuando vamos al Rastro, que alguna vez y por azar coincidimos con un producto, mercancía o personaje que despierta nuestro interés o nuestra simpatía, e incluso puede provocar una transacción comercial. Lo que priva es la oferta y la demanda, lo demás son sutilezas estéticas y encantamientos artísticos, que también los hay, pero detrás de las listas de precios. El mismo marco del certamen son los pabellones de la Feria de Muestras suiza de Basilea, donde, a lo largo del año, se exhibe maquinaria textil, productos químicos, relojes, joyería, material electrónico, industria agrícola, nuclear, artículos de deportes, ferrocarriles, etcétera.

Más admisión, menos selección

Ya el pasado año F. P. Walthard, como presidente del certamen, habló del fantasma de la crisis y del receso económico y presentaba la feria como una catapulta de estímulo para el mercado. En esta ocasión, con optimismo difícilmente explicable, sitúa la feria en una coyuntura de relanzamiento y optimismo financiero, cuando ni el número de expositores ni el de metros cuadrados ocupados ha aumentado, pese a que nuevos países tercermundistas se han incorporado a la gran parada del mercado artístico. Al contrario, se ha producido un retroceso, de los 299 expositores de 1976 y los 288 de 1977, aún se ha restringido a los 274 de este año.

Es indudable que este receso ha contribuido de una forma directa en los criterios de admisión, que dudamos hayan llegado a existir este año y que teoricamente defiende un grupo de galeristas notables del continente entre los que se encuentran el suizo Beyeler, el alemán Bargera, la francesa Denise René, la española Juana Mordó, la inglesa Annely Juda y otros ilustres del gremio. En Art 9'78 la crisis ha sido total, crisis de mercado y, sobre todo, crisis de calidad. Sólo la presencia ocasional de alguna obra maestra de las primeras vanguardias del siglo, la exposición monográfica L'Art en France, organizada por Denise René, que con talento ha aprovechado el espacio que anualmente se concede a un país para presentar como arte francés o de Francia una antología que abarca, según su propio subtítulo, De Mondrian y Marcel Duchamp a nuestros días, y donde tanto Arp como Calder, Hantal como Le Parc, Palazuelo como Tápies, Soto como Vasarely, tienen cabida.

Han sido, pues, los criterios cuantitativos los que han pesado sobre los cualitativos. De aquí que galerías que por su línea reaccionaria jamás habían sido aceptadas en la quinta o sexta edición, hayan podido colgar cuadros que indudablemente tienen su mercado, pero que no representan en nada el arte del siglo XX.

La vanguardia, en retirada

El retorno de ciertas galerías americanas, el aumento de las españolas, que nos han colocado en sexto lugar en la lista de participantes, después de Alemania, Suiza, Francia, Italia y Estados Unidos, y antes que Austria, Inglaterra, Suecia, Holanda, Japón, Canadá o Bélgica, así como la llegada de Turquía, Irán, Grecia, Bulgaria y algún que otro país alejado de los centros neurálgicos del arte contemporáneo, ha supuesto la novedad más notable de la edición 1978.

Los generosos criterios de admisión hacia cualquier específico de producto artístico han repercutido directamente en contra del reducto dedicado a las nuevas tendencias, inexistente este año, excepción hecha de una sala de vídeo.

Su espacio ha sido suplido por un cuantioso número de representantes del mundo de la obra gráfica capitaneados por esos dos puntales que son Maeght éditeur, de París, y Ediciones Polígrafa, SA, de Barcelona, que ocupaban un mayor número de metros cuadrados y ofrecían gran cantidad de gráfica contemporánea.

El cajón de sastre correspondía a la sección denominada Clásicos Modernos, donde Van Gogh, Cézanne y Kandinsky coexistían con Rauschenberg, Louis Cane o Sol Lewitt.

Pocos criterios generales pueden derivarse de ese indiscriminado muestreo el arte producido en el siglo XX. Sólo cabe constatar una palmarla devaluación de lo puramente vanguardístico, un retorno a la pintura que alcanza desde el cubismo hasta la abstracción, con cierta permisividad hacia los soportes-superficie, y un auge creciente por la fotografía como forma de arte, al límite de llegar a adoptar los mismos modismos que la gráfica o la pintura. Bajo la etiqueta del surrealismo fantástico y del hiperrealismo, puede situarse todo, desde lo más repelente y ridículo hasta lo más bastardo y decadente.

Los minimalistas y cinéticos, como auténticos neoformalistas, van ganando puntos y acercándose al mundo de la pura pictoricidad en cotizaciones.

Importante presencia española

La galaería Dau al Set, de Barcelona, lanzó con empuje a Jaume Genovart arropado de Miró, Tápies, Ponc y Cuixart; Estudio Regomir presentó de modo monográfico la escultura más reciente de Subirachs; la Galería 19, de Palma de Mallorca, las figuras e interiores de la serie Las Meninas, de Morla; sala Gaudí, el núcleo básico de la galería (Capozzoli, Alcoy, Gallardo, Viola, Anglès, etcétera); lolas Velasco, de Madrid, sólo exhibió obra de la artista suiza Anne Bruchési; Kreisler Dos concentró sus energías en Juan Romero, Antonio Lorenzo, J. R. Camín y Fernando Sáez; Juana Mordó dio una cumplida y selecta imagen de la obra de José Guerrero, que fue muy bien acogida; Ediciones Polígrafa, SA, de Barcelona, mostró su amplio catálogo de gráfica en el que se combinan las ilustres firmas extranjeras con los primeros nombres de arte español; la galería Joan Prats situó a Ràfols Casamada como one man show, junto a Guinovart, Hernández Pijuán y Castillo; sala Parés, de Barcelona, conmemoró su centenario como galería de arte presentando obra de Roca Sastre, Ignasi Mundó, Jordi Curós, Grau Santos y Ortuño; la galería barcelonesa Spectrum/ Canon, de fotografía, expuso obra de Pedro López, Tomás Montserrat, Jaime Ripoll, Jordi García, Josep Counties y otros, la galería Trece, de Barcelona, situó en lugar preferente a Jorge Castillo, Sergi Aguilar y Julià Mateu; la galería Valera, de Bilbao, concentró en un solo stand la obra gestual y expresionista de Millares y de Vargas y la suave y matizada de Farreras; Carl van der Voort, de Ibiza, exhibió con gran éxito una selección de dibujos del ibicenco Antoni Marí Ribas

Otras representaciones del arte español las aportaron la Galerie de France, de París, con una magnífica y seleccionada antología de Julio González, las múltiples presencias de Joan Miró y Antoni Tápies a través de galerías francesas, suizas y alemanas, las interesantes pinturas de Alfonso Fraile mostradas por el suizo Beyeler, la representativa exposición de Juan Martínez, de la mano de la galería Alice Pauli, de Lausana, el catalán Alvar Alvar, como man show, de Perspective de Vaduz, y la presencia inesperada de Toral, llevado por la galería Isy Brachot, de Bruselas.

Mercado, listas de cotizaciones, abundosa oferta, escasa demanda, muchos contactos personales, tendencia al control de los precios y una promesa velada de reactivación bendecida por la banca-suiza.

¿Es la Feria de Basilea una resultante de la situación artística actual, o es, por el contrario, un empeno tenaz y obstinado de los trusts galerísticos por elevar la obra de arte al máximo valor de cambio?

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