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La desastrosa lidia aumentó el peligro de los cobaledas

Los sobresaltos empezaron en el tercer toro y se convirtieron luego en psicosis de terror. El pánico hizo presa en el ruedo y en los tendidos. Los toros eran, como se sabía y pudo comprobarse, aparatosos, sobre todo de cornamenta. Y además, no resultaban buenos. Pero los picadores, en una actuación desastrosa que de ninguna manera debe quedar en la impunidad, los empeoraron hasta convertirlos en género peligroso, con la cornada a punta de asta; imposibles para el toreo.A ese tercer toro, que salió engallado y tenía una cabeza cornalona, alta y astifina, que embistió de largo, con bravura y estilo, y derribó en el primer encuentro, el matarife con castoreño le ensartó trasero en todos los encuentros y le tapó la salida, de forma que la res tenía en el último tercio la cabeza por las nubes y a la hora de matar fue ella, pues Gabriel Puerta no encontraba modo de cruzar ante el desmesura

Plaza de Las Ventas

Corrida de la Prensa. Toros de Luciano Cobaleda, de gran presencia; con casta y poder (el segundo derribó tres veces, una el tercero); difíciles, hasta llegar a peligrosos por la infame lidia que se les dio. La suerte de picar se hizo, casi siempre, de desastre. Gabriel de la Casa: pinchazo a toro arrancado, rueda de peones y bajonazo exagerado (silencio). Cogido en el cuarto. Manolo Cortés: tres pinchazos, bajonazo exagerado que asoma por un brazuelo, descabello, aviso y cuatro descabellos más (bronca y algunas palmas). Gabriel Puerta: pinchazo en el que sale perseguido y se tira de cabeza al callejón, y cuatro pinchazos (algunos pitos). Cuatro pinchazos y bajonazo (silencio).Un toro de Torrestrella para el rejoneador Alvaro Domecq (oreja). Presidió bien el comisario Mantecón. Partes facultativos: Gabriel de la Casa sufre herida en región temporal y contusión en cadera. Pronóstico grave. Curro Puya, cogido por el cuarto, sufre cornada en muslo izquierdo, de veinticinco centímetros, con destrozos en músculos, contusión en nervio ciático, hemorragia venosa y erosiones.Pronóstico grave.

do armamento. La faena había sido compuesta en un par de tandas de derechazos, pero en aquellas circunstancias no había posibilidad de más pases, ni otra opción que pinchar a lo que saliera, en franca huida.

El de más cuajo verdadero de toda la corrida, el cuarto, al que se ovacionó de salida -como a casi todos los cobaledas-, después de corretear por el tercio aceptó una emocionante larga cambiada de rodillas que le instrumentó Gabriel de la Casa. El chico de Morenito, valiente como pocas veces le hemos visto, fijó al torazo en los medios y se paró en las verónicas, en una de las cuales salió por los aires. Inconsciente se lo llevaron a la enfermería y allí empezó el pánico, que iría en aumento, no ya hasta que rodó este toro, sino hasta que arrastraron al quinto, que era el Cararrosito aparatoso cuya salida se esperaba con expectación.

Los errores de lidia que se produjeron en el tercero de la tarde se repitieron en el cuarto, y más aún, porque los toreros de a pie y a caballo renunciaron a cualquier tipo de técnica, no digamos de arte, y unos haciendo una auténtica carnicería desde el caballo, otros pegando trapazos y carreras, dejaron al toro avisado y violento, inútil para cualquier suerte que no fuera el sartenazo.

Para colmo de males, Curro Puya se cayó a unos metros del animal y cometió el error de incorporarse. En cuanto se movió, el cobaleda le acometió con furia y le pegó una cornada que llenó de espanto a todos. Manolo Cortés -ahora ya era lógico- macheteó y atizó el bajonazo, con lo cual quedó concluido este penúltimo capítulo de una del coco que, hemos de confesarlo, nos puso el corazón en un puño.

El último lo protagonizó el Cararrosito famoso, al que se recibió con una ovación de gala. Luego fue protestado por algunos sectores del público, pues parecía blando de remos, pero a los pocos capotazos ya estaba la lidia infame, ahora peor que nunca, pues a los lanzazos traseros y a los capotazos sin sentido se unió un caballo absolutamente inservible para la suerte de varas. Cuando el toro llegaba al peto, se escapaba; el jinete era incapaz de hacerlo doblar y tenía que ponerlo de nuevo en su sitio obligándole a caminar hacia atrás, con lo que propiciaba que el toro le embistiese

por la grupa. Cambiada la lidia al otro caballo, resultó que este tenía que sujetarlo el monosabio. De forma que si de chiqueros salió con feo estilo el Cararrosito -echaba las manos por delante- al llegar al segundo tercio no se dejaba banderillear, ni muletear en el último, pues todo su instinto, gracias a la desastrosa capea, le había convertido en doctor en tauromaquia, y sabía de ella más que Josef El Hillo. Como pudo lo mató Cortés.

El sexto ya era menos toro (aunque seguía en torazo) y además recibió un primer puyazo excelente que lo ahormó (luego, el de turno volvería a lo trasero). Gabriel Puerta le toreó bien a la verónica y por chicuelinas, y la faena de muleta fue despegadilla, con lo que perdió la oportunidad de las primeras embestidas, que el cobaleda repetía con nobleza, y además, como no imprimió temple a los pases, el toro, mediado el trasteo, se puso a gazapear. Un éxito sonado -que falta le hace- perdió Puerta ayer.

Según observamos, los sobaledas toreables tenían faenas hondas y cortas. Así los dos primeros, excelentes de trapío, aunque fueran terciados. El que abrió plaza tuvo el defecto acusado de la falta de fijeza, y Gabriel de la Casa, que no lo corrigió, estuvo premioso con él. El segundo ofreció la emoción del toro encastado y con poder, que se arranca de largo al caballo, al que derribó tres veces, y lo hirió. El público siguió en pie este tercio y aclamó al toro y al picador -muy valiente, y apuntando siempre al sitio exacto donde se debe clavar la puya- Cuando Cortés cogía los trastos de matar, el gran espectáculo ya se había producido. He aquí la plenitud de la lidia, de la que tantas veces hemos hablado, pues la faena de muleta era un pasaje añadido a la fiesta, mientras en tantas y tantas corridas (en casi todas) es principio y fin de la misma. Hubo muletazos de calidad extraordinaria -temple y torería a raudales-, que el toro admitió con boyantía, pero el trasteo resultó excesivamente largo para las condiciones de éste y también ahora lo que pudo ser un gran triunfo acabó en pitos. La faena había ido de más a menos y, como colofón, mató muy mal Cortés.

El prólogo a caballo, con un bravo torazo de Torrestrella, supuso una actuación valiente, torera y brillantísima de Alvaro Dornecq, en la que destacó un quiebro en los medios que levantó clamores. Certero en un rejón de muerte, paseó en triunfo una oreja merecida.

Terroríficos cobaledas, duros, aunque no tan malos como resultaron por la infame lidia que se les dio. Pero, ¡atención!, vuelve el domingo. No los de ayer, que muertos, arrastrados y a estas horas seguramente en el puchero están, sino otros. Mas de la misma camada. ¿Hay suficiente tila en las boticas?

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