Félix de Azúa: "Mi generación está reflexionando sobre el poder"
Acaba de publicar su novela Las materias suspendidas
Félix de Azúa acaba de publicar una de las novelas más importantes del año, Las Materias Suspendidas (Editorial Alfaguara). «Después de tres años de silencio -dijo a EL PAÍS- mi generación empieza a dar de sí: primero fue la novela de Javier Fernández de Castro, luego habrá una de Vicente Molina, la de Marcos Barnatán, la de Javier Marías y ahora la mia. Creo que en estos tres años el franquismo ha sido demasiado sofocante, y que ahora que ha terminado, se empezarán a ver los frutos.»
Las materias suspendidas es un texto muy especial, muy divertido. Y además, en lo que quizá es una característica de esta joven generación, o al menos de un poderoso grupo de ella, se trata de una reflexión sobre (contra) el poder. «Pienso que no es sólo nosotros, ni sólo en este país donde preocupa a nivel filosófico el problema del poder -dijo Félix de Azúa-. Preocupa porque es un problema real: en este momento, en Occidente, no tenemos más que dos alternativas: o el anonimato para dar vida a un estado que nos encarne como Estado popular, o a un Estado que nos someta como Estado explotador.»«En nuestro caso -sigue diciendo- es, claramente, herencia de Agustín. Ha influido poderosamente la amistad y el magisterio de Agustín García Calvo.» Ellos -comentamos- son un grupo intelectualmente potente y vivo, del que los historiadores van a tener que decir cosas, aunque sea hasta duro pensarlo, ahora que recién pasaron los treinta años, y son refutadores de la historia. Ellos, además, no tienen en el pensamiento español joven, ni en el viejo, en la literatura española, interlocutores válidos. «Es curioso -dice Félix de Azúa- que nadie se haya atrevido a decir nada del libro de Fernando Savater Panfleto contra el todo, a pesar de que el premio le ha dado más aire aún, y que se está leyendo mucho. Creo que es porque trata un tema insalvable, peligroso. Se atreve a decir algo sobre el mundo, y nadie se ha atrevido a leer ni siquiera esa incitación que aparece al nivel más superficial a un individualismo salvaje y hasta fascista. Sabemos que no es así: lo más antifascista del mundo es Fernando Savater, pero cuando se atacan las opciones tradicionalmente antifascistas, por inoperantes o estériles, siempre hay un reflejo de miedo que acusa al autor de colaboracionista, y este reflejo de miedo es precisamente lo que ataca Fernando porque, curiosamente, ese miedo es más de la izquierda que de la derecha.»
En cualquier caso -dice- faltan interlocutores para la filosofía de los jóvenes. «Yo creo que hay filósofos y hay funcionarios de la filosofía, y que en la actualidad, el predominio de estos últimos es total. En este país, además de los problemas típicos de la sociedad capitalista tenemos otro más, que compartimos con los socialistas: una burocracia inmensa, que muchos antifranquistas están dispuestos a continuar por simple sustitución. Por eso atacamos al estalinismo, por eso reflexionamos sobre el poder, y aparentemente estamos contra soluciones que pasan por revolucionarias. Por eso y porque criticar sólo a lo establecido -al franquismo- es inútil. Se critica solo.»
Acerca de su novela, Félix de Azúa declaró que: «Creo que en ella hay dos niveles, un poco como en Las palmeras salvajes. Hay una voz anónima, de un lado, y de otro lado, una serie de gente con nombre. Esa gente son necesariamente personajes en el sentido más clásico de la palabra, en el semtido del teatro. Se puede decir que son esperpénticos, porque su papel es mantener al otro como lo que no es un personaje. Por eso están pintados con tintas gruesas, arquetípicas.» Y, efectivamente, funcionan casi en base a un nombre, que es un emblema de una forma de ser. "Justo: el nombre propio es lo único que no es propio, todo lo que no es propio. Son las máscaras más Institucionales. Pérez, para entendernos, no es nada, es una partida de nacimiento, un banco, un trabajo... Está instituido por el Estado como lo único que nos es propio. Evidentemente, es una astucia del Estado para arrebatarnos lo propio. »
En esta última novela de Azúa se sienten algunas lecturas: «Benet nos ha influido mucho, pero más en su sentido crítico que por su propia escritura. Hay, por ejemplo, algo típico de Benet que se puede leer en todas las novelas y en buena parte de los poemas escritos por los menores de cuarenta años: la supresión de todo lo sentimental, la escritura voluntariamente fría, que da la emoción -si es que la da- de otra manera: en la atmósfera, no en los personajes. Y eso no era lo habitual aquí, y estoy pensando, por ejemplo en Martín Santos. En la estilística concreta no, porque es tan radical que se caería inmediatamente en la imitación. Es que hay un tipo de autores que permiten una influencia no imitativa, y son,curiosamente, los más convencionales. Otros, como Kafka, Beckett o el propio Benet -y hemos hablado también de Faulkner o de Valle-Inclán, tan grande como él- son imposibles de seguir en el orden de la construcción.»
Babelia
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