"EI trovador", de Verdi
Después de Simón Bocanegra el Festival de la Opera nos ha traído El Trovador, como si de un homenaje a García Gutiérrez se tratara. Esta obra, tanto en su versión literaria como en la musical, es un cúmulo de tópicos románticos con todo lo que de superficial puede tener este período: es ejemplo del drama histórico con su evasión medievalista, de espíritu revolucionario, de pasión amorosa y guerrera, de venganza, desengaño, superstición y muerte; su escenografía une los ambientes árabes con los guerreros, los castillos con los conventos o los campamentos cíngaros.En definitiva, romanticismo brillante, teatral, banal si se quiere, bien lejano del romanticismo introversivo e intimista, pero, visto desde hoy, lleno de encanto y atractivo, siempre, claro está que no lo pretendamos tomar muy en serio. Seguramente ni el propio García Gutiérrez se lo tomaba totalmente en serio; no en vano y aunque El Trovador sea de una fecha tan temprana para España como 1836, Gutiérrez pertenece ya a la cuarta generación romántica: la de Larra, Espronceda, Zorrilla o Campoamor: en su texto hay rasgos de humor que no existen en Verdi y la alucinante trama argumental se justifica a través de una acción ágil y un verso ligero y sonoro; pero lo que no podemos encontrar es riqueza psicológica.
En Verdi, cuyo libreto es muy inferior al original, el insólito argumento adquiere tintes de tragedia, todo está tomado mucho más en serio, y esto se consigue gracias a la música, porque la ópera, y esto se olvida a menudo, es la forma suprema del teatro romántico, hasta el punto de que éste no sobrevive casi nunca más que en su expresión musical (no en vano se utiliza el término melodrama, aunque la música no exista): esto se debe a que es un teatro de personajes unidimensionales en el que la ambientación y los elementos narrativos son más importantes que el conflicto, y en el que su sentido de la pasión difícilmente se sostiene sin música. No se trata tan sólo de mal teatro con buena música: ¿quién concebiría Il Trovatore en versión de concierto?
En la versión de nuestro festival tuvimos algo extraordinario: la participación espléndida de Fiorenza Cossotto como Almudena; magnífica vocal, musical y escénicamente, dando al personaje todo su dramatismo, a pesar, y este es su mayor mérito, de que su voz no sea en principio del todo adecuada al papel: desde el Stride la vampa a la escena final su actuación fue sencillamente magistral y su éxito muy grande.
Martina Arroyo no estuvo a su altura como doña Leonor: su voz, siempre poderosa, es demasiado dramática para el papel y pierde calidad en el agudo. Por lo demás, mostró buena línea general.
Manrique, considerable en, lo vocal el de Francisco Ortiz, de timbre hermoso, aunque la voz no sea grande; lástima que su inexpresividad, tanto desde el punto de vista musical corno teatral, oscurecieran su labor. Bien Matteo Manuguerra como el conde de Luna; su Balen del suo sorriso fue espléndido por voz y musicalidad. Buena la participación de Ivo Vinco, expresivo y teatral en el primer acto, como las breves intervenciones de Dolores, Cava, José Manzaneda, Juan Pedro García Marqués y José Gabriel Vivas.
Estupenda labor la del Coro Nacional: el coro de monjas del acto segundo fue uno de los mejores momentos de la noche; muy bien asimismo el coro de los herreros.
La orquesta de la RTVE mantuvo un buen nivel, siempre con buen sonido y muy equilibrada. Antonio Ros Marbá, a pesar de la sustitución imprevista, dirigió con sensibilidad y eficacia, dejando cantar cómodamente. Versión antes delicada que dramática, quizá demasiado poco tenso el arrebatado segundo cuadro del cuarto acto, con ese deliciosamente efectista final cuya primitiva versión de García Gutiérrez no nos resistirnos a citar:
Nuño.- Alumbrad a la víctima, alumbradla.
Azucena-Sí, Sí... luces... él es... ¡tu hermano, imbécil!
Nuño.- ¡Mi hermano! ¡Maldición!
Azucena. -Ya estás vengada.
(Con un gesto de amargura, y expira.)
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