El "somocismo", un callejón salidas para Nicaragua
Quie nes desean un cambio radial en la situación nicaragüense, tanto dentro como fuera del país, admiten el razonamiento de que la caída de Anastasio Somoza puede producirse, teóricamente, por algunos de los siguientes motivos: un golpe militar, una permanente presión popular, unida al caos económico, la decidida intervención extranjera junto con la presión norteamericana, y la renuncia del propio Somoza. Veamos, objetivamente, qué posibilidades reales ofrece dada una de estas alternativas. La primera de ellas, la del golpe militar, está absolutamente descartada. Incluso, a largo plazo. La Guardia Nacional (alrededor de 10.000 hombres que poseen magnífico material y espléndida formación), es más que el ejército de la República. El ejército de los Somoza. La gran mayoría de los jefes y oficiales ha recibido sobradas gabelas por parte de Tacho Somoza para que ni siquiera se les ocurra pensar en levantarse contra su jefe, hecho que supondría levantarse contra sus propios privilegios. La oposición reconoce, además, que ni siquiera en los más inferiores grados de la escala militar se ha hecho algún intento de captación o proselitismo. Si ahora se hiciera -tarea harto dificil, porque nadie parece atreverse a ser considerado traidor-, habría que esperar cuando menos años a que los posibles favorecedores de un cambio llegaran a alturas decisorias dentro del escalafón militar.La presión popular es un arma difícilmente manejable. Se ha demostrado, bien es cierto, que el pueblo nicaragüense le ha perdido el miedo a las medidas represivas y a las presiones de todo tipo. Pero eso se ha demostrado en circunstancias coyunturales. Cuando ocurrió el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, la mayoría del pueblo apoyó la huelga nacional organizada por los empresanios. Pero, al final, se desgastó y se desfondó. Falta de apoyos y huérfana de otras acciones complementarlas, la colectividad que se enfrentaba de mil maneras a Somoza (quien, por cierto, ejercía la represión con gran agilidad, enviando a su Guardia Nacional a bordo de jeeps españoles de marca Ebro, comprados inicialmente por el Ministerio nicaragüense de Obras Públicas para el servicio de carreteras, se resignó a la relativa normalidad.
Dispuestos
Despuésde aquella ocasión, ha habido otras en las que se ha demostrado, al menos, que buena parte del pueblo está dispuesta a apoyar una solución de cambio. Los ejemplos permanentes de Masaya y Monimbo, donde diariamente se montan barricadas y a donde, cuando se hace la noche, ni siquiera se atreven a entrar los miembros de la Guardia Nacional, son una buena prueba de ello. Monirribo, escenario de los más crueles enfrentamientos entre la comunidad indígena, dirigida por el Frente Sandinista y la Guardia Nacional, no se ha rendido ante los bombardeos desde helicópteros, ni ante la represión selectiva. Y sigue siendo el símbolo de que una chispa, el más ligero empujón, puede hacerles volar al enfrentamiento abierto.
De forma paralela a la presión popular, más o men.os permanente, el deterioro económico puede ser una coadyuvante para esta solución. El hecho ya se está produciendo. La inseguridad política ha producido una paulatina paralización de la economía interna, al tiempo que la inversión extranjera -sobre todo, la norteamericana, que ha considerado siempre a Nicaragua como un paraíso (le los negocios- se ha retraído hasta el punto cero.
Pero en el fondo -y la oposición lo reconoce así- a Somoza no le preocupan ni la presión popular ni el deterioro económico. Somoza sabe que no es posible mantener en pie de guerra permanente a lan pueblo que necesita comer, y, por tanto, trabajar. Y el deterioro económico sirve, de alguna manera, a sus intereses: puede tranquilamente echar la culpa a los empresarios de la pobreza popular, apuntándose un demagógico tanto dialéctico.
La tercera de las hipótesis es más inconcreta y tan difícil como la primera. Es cierto que el régimen de Nicaragua cuenta con la abierta hostilidad de Gobiernos extranjeros mas o menos vecinos (come, los de Venezuela, Costa Rica,Colombia, Cuba), pero de ahí a que estos Gobiernos tomen una irticiativa interven cio n ista, del tipo que sea, va un abismo. Ni siquiera han conseguido que la Orgarización de Estados Americanos se pronuncie lisa y llanamente en una condena del régimen somocista, aunque parece haber indicios de que pueda hacerlo en su próxima reunión, dentro de dos meses.
Posiblemente, alguno de los países antes citados esté ayudan do directa o indirectamente a los opositores de Somoza. En Venezuela, es cierto, viven muchos exilados nicaragüenses. Los firmantes del Manifiesto de los doce, sobre los que pesan acusaciones por seis delitos, viven en Costa Rica, cuyo suelo sirve, o ha servido, de base a grupos de guerrilleros sandinistas. De Cuba se dice -y Somoza así acusa- que en trena y arma a los síandinistas Pero lodo esto, unido, no es más que z poyo moral muy amplio y material muy reducido.
¿Invasión?
Sornoza está barajando, desde hace tiempo, la posibilidad de una invasión bien organizada. Es una idea que a la mayoría de la oposición le parece descabellada e irrealizaible. Salvo que la idea sea convertir a Nicaragua en un Vietnam centroamericano, es preciso mucho tiempo, dinero y hombres para formar un ejército capaz de enrrentarse a la bien pertrechada y entrenada Guardia Nacional,.
Queda un punto. además, en este capítulo. La actitud de Estados Unidos. Desde la llegada a la Casa Blanca. de Jimmy Carter preciso es reconocerlo, la actitud de simpatía y abierto apoyo norteamericano a Somoza ha desaparecido. Pero sin llegar a convertirse en abierta hostilidad. La ayuda militar se ha interrumpido, pero ni el Pentágono, ni el Departamento de Estado, ni la CIA están convencidos aún de que puede haber una salida democrática no traumática después de la desaparición de Somoza. En Estados Unidos se piensa todavía que si Somoza cae sólo el Frente Sandinista sería capaz de instalarse en el poder. Y el poderoso vecino del Norte no está dispuesto -por muy buenas intenciones democráticas que tenga- a contemplar con pasividad un régimen marxista en el área.
La última de las alternativas, por etérea e irracional que parezca puede ser la más expeditiva y próxima. La oposición nicara .üense -es cruel, pero es así- está esperando que un nuevo infarto lleve a Tacho Somoza a la tumba o lo obligue a pactar una situación de incapacidad, contemplada por supuesto en la Constitución de Nicaragua. El presidente trata de neutralizar constantemente esa eventualidad y se cuida como una flor de invernadero: ya no come, ni fuma, ni bebe como lo hacía antes. Hace ejercicios diarios, tiene cerca de sí, perma nentemente, enfermeras y médicos, un quirófano de urgencia y un helicóptero, por si el accidente cardíaco se presenta de nuevo.
Estamos hablando, en párrafos anteriores, de la oposición. Pero ¿qué es, cuáles son sus plantea mientos, como está organizada? Es preciso decir que la oposición empieza a serle, realmente, ahor salvo el Frente Sandinista -que curiosamente, también ha visto llegar a sus filas el fenómeno de la dispersión-, no ha habido hasta el mornento intentos serios de cohesión.
El Grupo de los doce se formó en ocasión de la huelga empresarial de enero. Sus componente están exilados, la UDEL (Unión Democrática de Liberación), que dirigía hasta su asesinato Pedro Joaquín Chamorro, es una agrupación de muy diversas ideologías políticas y sindicales. Su actual presidente, Rafael Córdova Rivas fue detenido -y luego dejado en libertad- el día 1 de mayo.
El Partido Social Cristiano ha comenzado a trabajar en coincidencia con los sucesos del último trimestre del año pasado, marcado por la intervención de los sandinistas. El Partido Liberal Nacionalista -el de Somoza- está dividido y alguna de sus facciones se ha puesto literalmente enfrente de su jefe. El Partido Conservador -el único de oposición telerado por el Gobierno está igualmente fragmentado. Los partidos de izquierda, socialista y comunista, apenas existen. La Comisión de Derechos Humanos, que no actúa como grupo político, se ha establecido también desdehace poco. Su responsable, José Esteban González, nos explicó que sus investigaciones revelan que hay, permanentemente, quinientos presos políticos en Nicaragua, que 3.000 personas han desaparecido en los últimos ocho anos y que existen pocos testimonios de torturas sistemáticas en las cárceles. Los dirigentes de la oposición se han convencido de que, por lo menos, es preciso ponerse de acuerdo en unos objetivos comunes que estén por encima de los planteamientos ideológicos o de acción. Y esto tan sólo se ha conseguido hace unas semanas, con la formación del Movimiento Democrático nicaragüense, que agrupa a catorce organizaciones políticas y sindicales,
Lo que la oposición, en conjunto, trata es de mantener un espíritu permanente de contestación, que realmente ya existe y que ni siquiera las decisiones del Gobierno de Somoza (cierres o sanciones de emisoras, detenciones de opositores, creación artificial de un clima de inseguridad y miedo, con los continuos patrullajes y despliegues militares y policiales) ha conseguido neutralizar y, paralelamente, se preocupa por convencer a Estados Unidos de que existe otra alternativa, no necesariamente comunista, tras la caída de Somoza.
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