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Crítica:EXPOSICIONES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Enrique Cavestany

No conoceremos, con toda seguridad, una especie más imprudente que la humana. Por si el mundo no se hallara ya dispuesto a convertirse en un albergue de los horrores, nosotros nos empeñamos en agravarlo con ese equívoco artificio al que pusimos por nombre ciudad. Y en el pecado llevamos la penitencia. Creímos materializar en piedra nuestro sueño de la comunidad, para acabar amasando excremento, multiplicándonos en él como un virus, hasta el hacinamiento, y todo ello por lo que creímos una buena idea. Maravillados de nosotros mismos, de ese, espejo de nuestro error, que es la ciudad, acabamos presos en ella, hipnotizados como el ratón ante la serpiente letal que habrá de devorarlo.Sujeto a la ciudad por su condición de humano, más encadenado, si cabe, por su acercamiento a la arquitectura, el dibujante Enrique Cavestany ha hecho de ella un monotema obsesivo. Guarda en ello una actitud ambivalente. La admira con la mala conciencia de quien no sabe ni puede ignorar su maldad; la odia con la tibieza de quien no se revela capaz de sustraerse al yugo de la condición urbana. Así, pues, sigue soñando aquella ciudad que otros muchos cantaron, sin atreverse al empeño de poner en su empresa la violencia necesaria para unirse al coro de las alabanzas triunfales, ni exilarse entre los que persisten en un combate que desea sobreponerse a su propia impotencia.

Enrique Cavestany

Galería Taniarte.Serrano.

Supieron ver los románticos alemanes que en el paisaje se abre una herida insondable, una falla que separa por siempre lo finito y lo infinito. En un terreno más prosaico, acierta Cavestany al poner en el lugar de la llaga a la ciudad, aun cuando ello suponga medir con menor calibre el alcance metafísico de la tragedia romántica. Y ello se agrava por el cierto contento con que el autor se acerca a su monotema, el regocijo plenairista que todavía guarda su actitud. Poco tiene que ver todo esto con la pintura, según aduce el propio Cavestany al confesarse dibujante. Dibujos son que con el trazo comentan su peculiar visión de la ciudad, maraña de aguzadas aristas unas veces, masa incrustada en el terreno cuando le duele o apacible paisaje cuando se decide, al fin, por inclinarse a la benevolencia. Comentarios son, así, estas obras que no alcanzan a tutearse con el monstruo al que se enfrentan, pues su amenaza requiere de cuantas armas la pintura tenga. Y aun así, sabemos, la batalla promete ser desigual. Condenados a la ciudad sin redención posible, sólo nos queda expresar la ira, pero ésta debiera, al menos, oírse sonora y nítida.

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