Mediocridad y asimilación
Existen momentos en la vida de tan hombre y, naturalmente, de un gremio en los que la reflexión a tiempo evitaría situaciones embarazosas y poco agradables. Ayer comenzaron oficialmente dos de las secciones más prestigiosas del Festival de Cannes, a excepción de la competitiva, que es la más significativa de todas ellas.
Nos referimos a la Semana de la Crítica y a la Quincena de Realizadores, dos secciones que basan su prestigio en una cuidada selección de las películas que muestran. Pues bien, los críticos y los realizadores deberían habérselo pensado dos veces antes de inaugurar sus certámenes con las películas previstas. En el caso de la Semana de la Crítica se decidió proyectar La mujer de enfrente, largometraje en blanco y negro del realizador alemán (RFA) Hans Noever.La Quincena, por su parte, optó por The mafu cage, de la realizadora norteamericana Karen Arthur. Dos películas muy mediocres y que difícilmente justificarán su papel inaugural, salvo que el resto de las películas seleccionadas mantenga una calidad similar, en cuyo caso las lamentaciones habría que adjudicárselas al porvenir del cinematógrafo y no al de determinados gremios.
La mujer de enfrente es una historia de amor y celos en la que un trabajador gris y burócrata de Berlín comienza a sospechar de la infidelidad de su joven esposa. La acosa, la espía, comprueba la temida infidelidad y mata a su amante. Discretamente realizada, discretamente interpretada y discretamente fotografiada, Hans Noever realiza un discreto ejercicio de fin de carrera en las coordenadas de los años sesenta. Suponemos que cualquier estudiante de cinematografía actual, con un mínimo de sensibilidad artística, realizaría hoy un filme con mayor atractivo.
The mafu cage, una producción independiente de un millón de dólares, cuenta una historia de convivencia fraternal -dos hermanas- en la que una es sensata, trabajadora y servicial, mientras. que la otra muestra una proclividad hacia la paranoia que le permite al espectador intuir dos cosas; desde el principio: que la película terminará mal y que la actriz que: interpreta el papel de loca comenzará a chillar de un momento a otro, lo que efectivamente ocurre en el segundo rollo. Esta película inauguraba, como ya se dijo, la Quincena de Realizadores, que este año cumplía su décimo aniversario. En 1968, en pleno mayo parisiense, los Godard, Albicoco, etcétera, decidieron romper con lo establecido y crear una sección paralela al festival. Años después la plana mayor del certamen, con el director general de Cinematografía de Francia al frente, inauguraban solemnemente la décima edición de la originaria contestación con una película idónea para un programa doble de emociones baratas. El sistema no sólo asimila todo lo que le echen, sino que además le da un tinte de mediocridad desesperante.
La sección Una cierta mirada, dependiente del comité de selección oficial, se inauguró con una película italiana, producida, como en el caso de la de Olmi, El árbol de los zuecos, por la televisión nacional: El gran hotel de Las Palmas, de Mmeme Perlini, que trata de mostrar al espectador el último mes de vida del surreal Raymond Roussel. El realizador se planteó hacer una película desde las coordenadas culturales en las que se desenvolvía el personaje central. Si los surrealistas utilizaron con frecuencia la escritura automática, Perlini intenta trasladar al cine el mismo mecanismo. Personalmente creo que es una barbaridad, puesto que el cine, por sus especiales características, no tiene la espontaneidad de realización que puede llegar a tener una mano y una pluma. En cualquier caso el filme es mucho más interesante de lo que una lectura apresurada del press-book podría indicar y, desde luego, lo que resulta más que encomiable es que una televisión nacional decida producir un filme de casi dos horas de duración sobre los últimos días de Raymond Roussel.
Babelia
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