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Reportaje:

"Los divorcistas no pretendemos aniquilar la familia"

El 60% de los españoles es partidario del divorcio, según una encuesta publicada recientemente por el Centro de Investigaciones Sociológicas. El Ministerio de Justicia prepara sin mucha urgencia la redacción de un proyecto de ley que contemple el divorcio e incluso se asegura que, en el caso de que se plantee la cuestión, la normativa que regule el divorcio no será todo lo amplia que esperan algunas organizaciones que vienen pidiendo la abolición de la indisolubilidad del matrimonio. Alfredo Kasner, presidente de la Asociación de Separados, de Madrid, una entidad que acoge a hombres y mujeres, comenta en esta entrevista algunos de los aspectos de lo que la citada asociación cree que debe ser el futuro de la institución matrimonial en España.

«Los divorcistas -dice el señor Kasner- no pretendemos aniquilar la familia, que es defendida por la mayor parte de los divorcistas, que también creemos que es la célula primaria de la sociedad. Lo que se discute es que el matrimonio haya de ser indisoluble en los casos en que personas unidas por el matrimonio no formen una familia, por muy casados que estén, porque en su seno, en lugar de ayuda mutua y solidaridad, hay una mala voluntad beligerante.»El matrimonio indisoluble, afirma el presidente de la Asociación de Separados, «ha sido usado por los estados autoritarios como estructura de encuadramiento y opresión de sus súbditos. Por eso, a medida que el súbdito comenzó a dejar de serlo y a convertirse en ciudadano, el hecho del divorcio se ha ido abriendo paso en las leyes. Es importante no perder de vista que detrás de los argumentos antidivorcistas lo que hay es el deseo de las fuerzas autoritarias de conservar sus propias estructuras y las instituciones que son sus instrumentos de dominación».

La implantación del divorcio, cree el señor Kasner, será una batalla tan importante como las otras batallas políticas que ha librado España en los últimos tiempos. «Las dificultades para la implantación del divorcio, como el Concordato y otras, no son tales. Los concordatos se modifican del mismo modo que se firman.»

«Parece hora ya de que el Estado asuma sus propias responsabilidades y no abandone en manos de la Iglesia cuestiones tan importantes como la regulación del matrimonio. El matrimonio civil debe ser obligatorio para todos los ciudadanos. Los matrimonios religiosos no pueden ser más que voluntarios para quienes deseen contraerlos, sin efectos civiles de ninguna clase, lo mismo que el divorcio. Quienes deseen divorciarse deberán obligatoriamente disolver su vínculo en los tribunales del Estado, sin que a nadie se le deba impedir la solicitud de una nulidad ante un tribunal eclesiástico o la de contraer un nuevo matrimonio canónico. En ninguno de los dos casos debe haber efectos civiles.»

Hay quienes se preocupan de las disparidades que se podrían producir entre el ámbito canónico y el civil con este sistema. «Se trata de una preocupación inútil, porque la Iglesia, en aquellos países donde existe separación entre Iglesia y Estado, aplica de hecho el Código Canónico sólo como supletorio del Civil. Por eso no casa a nadie, por muy soltero que esté, si antes no se ha casado civilmente. En esos países la Iglesia tampoco suele conceder nulidades a quienes previamente no se hayan divorciado por lo civil. La excepción somos los españoles, que no tenemos divorcio, sino nulidades. Por ello muchas parejas se han visto forzadas a peregrinar por obispados extranjeros, donde hallamos una mayor comprensión para la situación en la que nos coloca la legislación española.»

La situación de los niños

Alfredo Kasner cree que conviene matizar el tópico de que los primeros pejudicados en casos de separación son los hijos. Las circunstancias familiares a veces son psicológicamente más graves para los niños que la propia separación de sus padres. En los casos de separación o divorcio, cree el presidente de la Asociación de Separados, «es conveniente conservar una relación normal de todos los hijos con su padre y madre naturales, para lo cual no hay que obstaculizar la relación frecuente de cada uno de los cónyuges con sus hijos, como se hace actualmente, sino protegerla. Que cada uno de los cónyuges sepa que le resultará imposible quitarle los hijos al otro. Los hijos, por su parte, deben sentirse parte de dos hogares diferentes, de la misma manera que a veces, además de sentirse parte de la familia de los padres, se sienten también parte de la de los abuelos».Una vez implantado el divorcio, afirma el presidente de la Asociación de Separados, «la familia del padre o la de la madre podrán completarse por el segundo matrimonio de la misma forma que viene sucediendo actualmente en los casos de viudedad o de nulidad. De esta forma los niños, además de no perder ni a su padre ni a su madre naturales, ni el cariño que ambos puedan darles, y dejar de vivir en un infierno familiar, podrían asumir lo mejor de cada una de estas familias y tener unas relaciones más naturales tanto con su padre como con su madre. No ocurrirían las coacciones que se producen cuando los hijos son utilizados por un cónyuge como sistema de coacción contra el otro ».

Contención de separaciones

Es necesario resaltar, señala el senor Kasner, que la asignación alimentaria que aplican actualmente los tribunales «cumple en muchos casos, más que un fin de justicia, un fin de contención de separaciones, condenando al marido separado a la soledad, porque, por un lado, le quitan a sus hijos, a los que sólo consigue ver esporádicamente, y, por otro, se le reducen sus posibilidades económicas lo suficiente como para que le sea imposible formar una nueva familia. Para ello se le priva totalmente de la vivienda y los enseres, de los que no puede recuperar su 50% de gananciales, a pagar alimentos por un importe que se viene acercando al 50% de sus ingresos anuales, y al pago de litis expensas, para que la esposa haga frente a los gastos jurídicos de la separación, en cantidades que fácilmente llegan a las 200.000 ó 300.000 pesetas por una sola vez».«Hay quien entiende como protección a la familia -señala Alfredo Kasner- la defensa del matrimonio indisoluble. Nosotros nos referimos a una serie de facilidades para sobrellevar la carga de una familia. A requerimiento de las mujeres de nuestra Asociación hemos examinado la situación de la condición femenina. La mujer sigue marginada en nuestra sociedad, no sólo por lo que se refiere al trabajo realizado fuera del hogar, sino también en lo que respecta a su propia función como ama de casa.»

El Estado debe replantearse la cuantía del concepto de ayuda familiar, cuya parte principal son los pagos mensuales de 375 pesetas por la esposa y 250 por cada hijo. La prestación se halla congelada desde 1966. La Asociación de Separados, de Madrid, cree que la cuantía se debería ir elevando hasta llegar a unas 5.000 pesetas por hijo y debería ser mejorada facilitando la asistencia a éstos. La Asociación aboga también por un seguro del ama de casa, análogo al que existe para el servicio doméstico, con cuatro o cinco tipos de cotización diferentes.

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