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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Eros + ciencia-ficción

Dado que el tema central de la obra de Pasquale Festa Campanile, su obsesión, es el sexo, sus filmes nos han sido en su mayoría desconocidos, a excepción de algunos títulos aislados como Adulterio a la italiana (Adulterio all'taliana, 1966), Mi marido es mío y lo mato cuando quiero (II marito e mio e l'ammazzo cuando mi pare, 1968) o Un trabajo tranquilo (Rugantino, 1973). La progresiva desaparición de la censura hizo que, durante la temporada pasada, viésemos antiguos títulos de este realizador, como Una virgen para un príncipe (Una vergine per il principe, 1965) y Joven y guapo con voz de soprano (Le voci bianche, 1964) y que ahora nos lleguen, en una misma avalancha, El mirlo macho (Il merlo maschio, 1971), El derecho de pernada (Jus primae noctis, 1972), El cínico y la casada (Autostop rosso sangue, 1976) y Conviene hacer bien el amor (Conviene far bene l'amore, 1975).Autor de dos novelas, en una de las cuales se basa la película que hoy comento, tres piezas teatrales e infinidad de guiones cinematográficos, Festa Campanile debutó en la realización en 1963, y, en los quince años transcurridos, su filmografía cuenta con veinticinco títulos. Ha escrito guiones para Visconti (El gatopardo y Rocco y sus hermanos), Bolognini (La Viaccia y Enamorados), Elio Petri (El asesino), Marco Ferreri (El lecho conyugal) y muchos otros.

Conviene far bene l'amore

Dirección: Pasguale Festa Campanile. Guión: Ottavio Jemma, basado en la novela de P. F. Campanile. Fotografia: Franco di Giacomo. Música: Fred Bongusto. Iniérpretes: Luigi Proielti, Agosiina Belli, Christian de Sica, Eleonora Giorgi y Adriana Asti. Italiana, 1975. Local de estreno: Montera. F. T.

El reciente e inusitado fervor de¡ público y la crítica franceses por el cine italiano ha hecho que, junto al culto a algunos maestros reconocidos (Bertolucci), rescatados (Comencini y Monicelli) o. discutibles (Dino Risi), se valoricen cineastas tan nulos como Elio Petri, Damiano Dami'agni, Ettore Scola o, incluso, Pasquale Festa Campanile, que nunca ha sido más que un buen guionista. Que el cine italiano tenga éxito en su país a nadie debe extrañar, pero que productores del más puro y elemental subcine acaparen las páginas de las revistas especializadas francesas resulta más bien extraño. Y la labor del encargado de prensa de varios realizadores italianos, Simon Mizrahi, no es en absoluto ajena.

Como la mayoría de los filmes de Festa Campanile, Conviene... es un filme sobre el sexo. Esta vez en clave de anticipación. El mundo padece una nueva edad media, ya que todas las fuentes energéticas se han agotado. Las calles iluminadas ahora están oscuras y se dirían cementerios de automóviles, las familias contemplan fascinadas sus televisores apagados, la gente viaja a pie o a caballo, etcétera. Un ambicioso sabio, basándose en las teorías expuestas por Wilhem Reich en La función del orgasmo acerca de la energía eléctrica contenida en la piel y, especialmente, en las zonas erógenas, que él decía haber conseguido acumular en una caja orgánica, descubre la forma de extraer energía eléctrica del acto sexual. Entonces esta sociedad estancada, para la que el sexo siempre ha sido objeto de represión, se ve en la obligación, para perpetuarse y recobrar su perdido esplendor, no ya de incitar, sino de exigir a todo ciudadano que practique con la máxima frecuencia el acto sexual. La moral tradicional da paso a una nueva moral, no menos manipulada, no menos utilitaria. Hacer el amor ya no es un placer, sino un deber. Toda la sociedad, externamente, se convierte en un excitante, en un reclamo para que la gente no deje de producir. Pero los sentimientos distraen y perturban el normal desenvolvimiento del acto productivo, por lo que la palabra amor y todos sus derivados son tachados del diccionario, se prohíben los enamoramientos y la policía organiza redadas en los parques para sorprender y capturar a las parejas que van a mirarse.

Esta ingeniosa historia se viene abajo por varias razones. La primera es una falta de medios absoluta para tratar un tema que en principio exige una cierta grandiosidad. La segunda, que todo el ingenio de Festa Campanile a la hora de escribir, de imaginar situaciones, se evapora a la de la puesta en escena, que es mediocre, poco imaginativa y nada visual. La tercera es un desastroso reparto encabezado por Christian de Sica y Luigi Proietti. a cuyo lado encontramos a una Adriana Asti. que nos hace sonrojarnos al recordar Prima della rivoluzione, y una despampanante Agostina Belli, gran promesa del cine italiano hace unos años y que, por el momento, no ha conseguido pasar de ser una de sus más exportables anatomías.

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