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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La asistencia médico-asistencial del hospital Alonso Vega, de Madrid

Director facultativo, catedrático, miembro de honor de la Asociación Mundial de Psiquiatría

En este prestigioso diario se publicó un comentario, sin firma (18-III-1978), referente al Hospital Psiquiátrico «Alonso Vega», de Madrid, el cual exige algunas puntualizaciones por respeto a la opinión pública, a los enfermos psíquicos, a sus familiares y también para mayor claridad en una cuestión de tanto alcance humano y social, como es la Asistencia Médico-psiquiátrica, en general, y del «Alonso Vega», en particular. Espero, estoy seguro, que EL PAIS, consecuente con su independencia de criterio, acoja estas consideraciones y puntualizaciones en sus páginas.

Todos los psiquiatras responsables venimos luchando, de antiguo, para mejorar la asistencia psiquiátrica a nivel nacional, con un cierto orden de prioridades, en la medida que evolucionan nuestros conocimientos y permiten nuestros recursos socioeconómicos; no debemos dejarnos arrastrar por los clarinetes de las utopías y de las improvisaciones, perjeñando y defendiendo reformas a «tontas y a locas», inviables.

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También es público y notorio la campaña politizada que se viene haciendo referente a la asistencia psiquiátrica, en general, sin la debida discriminación, creando con fusionismos perturbadores, al mismo tiempo que «pagan justos por pecadores» y esto no es serio. Esta campaña politizada -en el peor de los sentidos- parte de aquellos defectos médico-asistenciales que todos venimos denunciando y corrigiendo con la mejor voluntad y realismo, sin estridencias demagógicas.

Ahora padecemos una campana orquestada y carboneada por un grupo de psiquiatras, muchos de ellos politizados, con acólitos de residentes noveles y sin apenas experiencia ni conocimientos sólidos; basta decir que casi ninguno de ellos tiene hecha la tesina, y no digamos el doctorado. Salvo excepciones, la mayoría de este grupo de psiquiatras «innovadores, improvisados y redentoristas» tienen -como banderín de enganche la inefable y facilona «antipsiquiatría», la cual viene apuntalada, eso sí, con la utópica psiquiatría social y comunitaria, ambas desprestigiadas en sus maximalismos antimédicos y en sus fines sociopolíticos; aquí parece que estamos condenados a que la experiencia ya decantada por los fracasos llegue, a la mayoría de nosotros, con retraso, cuando los demás están ya de vuelta. Este retraso o falsa información suele producir cierto confusionismo en la opinión pública; incluso en los representantes sanitarios que no conocen realmente los problemas psiquiátricos y sus múltiples exigencias inherentes a la inevitable proyección social, laboral y familiar del enfermar psíquico.

Por todos estos motivos, entre muchos otros que podría traer a colación, considero necesario salir al paso de la mencionada nota anónima, nota empedrada de vaguedades, de insinuaciones, de «medias verdades», las cuales suelen convertirse en falsedades y calumnias que inducen al confusionismo del lector. Así, por ejemplo, se denuncia que «los enfermos del «Alonso Vega» son sometidos, sin necesidad, a una incomunicación y falta de libertad».

Parece indudable que los protagonistas de tales críticas no conocen la situación actual de la asistencia médico-asistencial de esta clínica psiquiátrica, o han adulterado la Información intencionadamente, sabe Dios con qué fines. Para que la opinión pública y sanitaria conozca la verdadera situación, debo completar brevemente esta Información: desde que me hice cargo de la dirección facultativa de esta clínica psiquiátrica provincial -hace unos tres años- se está llevando a cabo una gran reforma, profunda y amplia, en todos los sentidos, empezando por las estructuras, como es fácil comprobar sobre el terreno y sin ninguna cortapisa; ahora estamos organizando la funcionalidad médico-asistencial, intra y extrahospitalaria, reforma que recibe elogios de los psiquiatras expertos, Incluso de profesores japoneses que nos visitaron recientemente. Esta gran transformación de estructuras y funciones se encuentra en su última fase de equipamiento con la promesa oficial de ampliar la plantilla del personal necesario a todos los niveles de la asistencia social, intra y extrahospitalaria.

En relación con los tratamientos, debo hacer constar que la terapéutica médico-psiquiátrica es prescrita y vigilada por médicos competentes y responsables, de acuerdo con el estado actual de nuestros conocimientos. Las posibles y seguras deficiencias que actualmente tiene la asistencia psiquiátrica en algunos niveles están condicionadas, de momento, por la reforma en marcha y que esperamos superar cuando tengamos, en fecha próxima, el equipamiento de todas las secciones establecidas, siguiendo un orden de prioridades: Laborterapia-T. O. y Esparcimiento, Hospital de Día, Boxes, Sección Médico-Quirúrgica, Psicología, E. E. G-F. C. O, entre otras secciones y actividades, todo esto junto a un gran campo polideportivo casi terminado y una biblioteca de rango nacional, sin olvidar la próxima inauguración de una cafetería -a la que hace también alusión la nota acusatoria- con precios adecuados.

Si la reforma se termina en su última fase de equipamiento y funcionalidad con el personal Imprescindible y se protege la investigación, el «Alonso Vega» puede ser, en poco tiempo, una de las buenas clínicas psiquiátricas de Europa o América, al menos de las que yo conozco personalmente hasta la fecha.

Esta dirección facultativa también debe hacer constar, en honor a la verdad, que la Diputación de Madrid lleva gastadas -desde que proyecté la mencionada reforma del «Alonso, Vega»- cerca de cien millones de pesetas y parece ser que el actual presidente de la Diputación está dispuesto a que se termine lo mejor posible dicha reforma; la mayor dificultad radica, claro está, en la ampliación de las nóminas para el personal necesario por la conocida situación económica que atravesamos.

Esta es la verdadera situación del «Alonso Vega», que como Hospital abierto, los enfermos y las enfermas, gozan de toda aquella libertad que les permiten sus perturbaciones psíquicas, según criterios médico-psiquiátricos -salvo en los casos judiciales- en relación con el estado del enfermo y el contexto socio-familiar del mismo; los médicos actuales muchas veces ensayamos altas precoces y condicionadas para intentar la reincorporación a la sociedad y evitar el «peligro de hospitalismo», todo lo que se diga en contrario a este proceder médico es completamente falso.

Parece ser que los representantes maximalistas de la inefable, equívoca y disparatada «antipsiquiatría» quisieran apuntarse un buen tanto en relación con esta gran clínica provicial, intentando aparentar ante la opinión pública y sanitaria, que gracias a ellos, a sus «desvelos», han conseguido transformar el arcaico «manicomio carcelario y represivo del "AlonsoVega"» en una clínica moderna, diáfana y libre, capaz de hacer milagros. Aquí me parece que han llegado tarde los «improvisados redentores», por mucho que inflen el globo, le echen agua al vino o hilo a la cometa.

El viejo procedimiento de esta táctica, es siempre el mismo: airear un caso particular o situación aislada, al mismo tiempo que introducen el «virus de la asambleitis», carcoma de la sanidad nacional, aun cuando para ello tengan que apelar a la coacción del personal, a la amenaza, a la negación de la libertad. Se provocan repetidas asambleas, abandonan el cuidado asistencial diario de los enfermos internados que ellos pretenden «defender y redimir». Se movilizan residentes noveles inexpertos, pero politizados, eso sí, que obedecen como autómatas, sin juicio crítico, a las «dictaduras de las consignas», generalmente de padres desconocidos. Incluso movilizan a los pobres enfermos para aumentar la masa, como vienen haciendo algunos «hospitales comunitarios», táctica ésta demagógica no exenta de responsabilidades, por el siguiente hecho de observación: no se puede jugar, manipular la conocida limitación de la libertad mental -esto es lo más esencial y primogenio de toda libertad humana- del enfermo psíquico. En otras palabras: precisamente en esta limitación de la libertad mental, insisto, radica lo más esencial y primario de todo enfermar y, en especial, en cualquier enfermar psiquiátrico. Sobre la «asambieitis», las «dictaduras de las consignas», modus operandi y sus consecuencias, volveremos en otra ocasión.

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