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Se unificará la intervención estatal para educación de subnormales

El ministro de Educación y Ciencia, Íñigo Cavero, presidió ayer la inauguración de un centro especial para niños aquejados de parálisis cerebral y subnormalidad, que lleva ya un año funcionando a medio ritmo y que tiene esperanzas de crecimiento. Bajo los auspicios de la Reina, que según el ministro «está muy preocupada por este tema», se prometió una reestructuración ministerial a corto plazo, una institución que unifique la intervención estatal en este tema, actualmente dispersa, como respuesta a las dificultades que planteó, como pasado y como presente, el presidente de Pacys y aglutinante de este nuevo centro, Fernando Rodríguez de Rivera.

Con el ministro y el nutrido grupo de padres y alumnos, los periodistas siguieron la visita guiada por un edificio fabricado especialmente, sin barreras arquitectónicas, alegre, luminoso, fruto de cuatro años de trabajo que, como reconoció el propio ministro, había tenido que enfrentarse con el peloteo de las ventanillas y la dispersión ministerial y administrativa que hasta la aprobación de la ley de Educación Especial y los planes que permitirán llevarla a cabo, es, desgraciadamente, constitucional de la Administración española.En aulas de rehabilitación y de enseñanza, en los gimnasios, las piscinas, los comedores, un centenar de niños, marcadas sus caras con los estigmas de la diferencia, respondían con gestos codificados en otros lenguajes a las presencias amigas y familiares, o extrañas y curiosas de los visitantes. Las madres. se destacaban del séquito y se presentaban unas a otras a sus niños y sus avances Algunas no podían reprimir una lágrima. «Lo peor de todo, lo que más me hace sufrir -dijo una de ellas a EL PAÍS- es la soledad en que estamos. Hace mucho que no salimos, mi marido y yo. Es difícil, porque con dos niños con problemas, como tengo, nadie nos acepta.»

El niño subnormal, como problema y desde dentro de las familias es un mundo insólito. «No dan disgustos, esos pequeños disgustos que nos dan los otros hijos normales. En cambio, el menor avance es para nosotros una enorme satisfacción y una esperanza.» Mientras hablamos con un grupo de madres, los niños comen: en el segundo plato hay un filete que muchos de ellos pueden partir solos, y patatas fritas a la inglesa (un chico se queda mirando al grupo de severos visitantes. Su vecino, mientras, le quita todas las patatas del plato). «Si el matrimonio no está muy unido, esto puede ser desesperante.» «Hay otro problema grave: los hermanos de estos niños; tenemos que acostumbrarles a aceptarlos y quererles. No les cuesta mucho, porque son cariñosos, muy afectivos y muy tiernos.»

La cuestión económica también es grave: la media pensión en este centro de técnicas de rehabilitación y educación avanzada cuesta 18.000 pesetas a los padres. Muchos sólo pueden dejarles la media jornada de enseñanza matinal. Se enseña, además de esos ejercicios que van devolviendo movilidad a sus miembros y capacidad de respuesta a sus cerebros, la EGB y hasta BUP, este último sin que goce de ningún tipo de subvención. Y es que aquí, en este centro, hay niños con distintas lesiones y distintos coeficientes intelectuales: desde el niño profundo al autista, desde el de inteligencia normal y alta, hasta el que tropieza con dificultades motoras.

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