Estreno nacional de "El bello Adolfo", por el Teatro del Mediodía, de Sevilla
Clausura de la II Semana de Teatro Independiente de Andalucía
Tras la suspensión, durante la noche del miércoles y a causa de un incidente protagonizado por algunos boicoteadores, de a segunda representación de la obra Herramientas, de Salvador Tavora, por parte del grupo sevillano La Cuadra, ayer fue clausurada en Granada la Segunda Semana de Teatro Independiente de Andalucía, que, organizada por el gabinete de teatro de a Universidad, se venía desarrollando con notable éxito populadesde el pasado 30 de marzo.
Sin duda el plato fuerte de la presente edición del festival, dentro del aceptable nivel general de todos los grupos participantes, lo ha constituido el estreno nacional de El bello Adolfo, un montaje escénico del también sevillano Teatro del Mediodía, sobre textos originales de Bertolt Brecht y partituras musicales de Hans Eisler y Kurt Weill, puesto en escena como homenaje al dramaturgo alemán en el ochenta aniversario de su nacimiento, tras sus dos anteriores éxitos con Farsantes y figuras de una comedia municipal y Los mercaderes de ciudades, El bello Adolfo constituye el tercer espectáculo montado por Teatro del Mediodía desde que comenzó sus actividades, en diciembre de 1973, después de varios años de permanencia de sus componentes en el que fuera pionero de los grupos independientes andaluces: Esperpento, de Sevilla.«El bello Adolfo es la puesta al día de un antiguo proyecto que hay que remontar a 1970, cuando en Esperpento, y como colectivo de dirección, decidimos acometer la puesta en escena de La marcha de los carneros, un gran espectáculo biográfico sobre Brecht y su tiempo a través de su obra no dramática», manifestaron a EL PAIS dos de los miembros de Mediodía, tras su cuarta representación en la sala La Garnacha. «Despues -añadieron-, el texto base fue rechazado íntegramente por la censura por dos veces consecutivas, y, el proyecto tuvo que ser archivado en espera de tiempos mejores. Como ahora, parafraseando al propio Brecht, parece ser que por fin "los tiempos están cambiando", hemos considerado éste como un buen momento para acometer de nuevo, y con nuevas perspectivas, su puesta en escena.»
Según Roberto G. Quintana, uno de los actores de la obra y el puesta de El bello Adolfo, llevada finalmente a cabo, no se diferencia demasiado de la idea original, de la que conserva todo lo esencial, si bien su período histórico ha sido acortado con objeto de adaptar el espectáculo al formato y condiciones de un cabaret político al estilo de los de la Europa de entreguerras. La línea motriz de la obra no es ya, sin embargo, la vida de Brecht, sino su opinión y análisis de los hechos que hicieron posible la ascensión al poder del nazismo en Alema nia y la segunda guerra mundial. Tanto en la elección del cabaret político como espacio escénico como en la utilización de la música de Hans Eisler, cabe, pues, señalar la coincidencia del trabajo de Mediodía con el último montaje teatral recientemente estrenado en Madrid por el grupo Tábano.
En su aspecto narrativo, El bello A dolfo consta de dos partes, en las que se suceden una serie de números completos y autónomos entre sí, basados en poemas, canciones, párrafos de cartas y diferentes textos políticos de Bertolt Brecht, seleccionados por Antonio Andrés Lapena y adaptados a una contextura dramática por Roberto G. Quintana. La acción de la obra abarca el período comprendido entre el inicio de la república de Weimar, tras la primera guerra europea (1919), hasta la caída del nazismo y el suicidio de Hitler en 1945.
En realidad, aunque la figura del propio Brecht es la que abre y cierra la representación -con un prólogo autobiográfico y un epílogo que constituye «un hermoso legado testimonial a los hombres futuros»- es alrededor del personaje de Adolfo Hitler, el «bello Adolfo», que da título a la obra, sobre el que gira la acción escénica del montaje de Mediodía,, cuya nota más destacable es el evidente predominio del tono satírico y tragicómico ya habitual en este tipo de espectáculos. Precisamente en la caracterización que Antonio Andrés realiza del nazi es donde la representación alcanza sus más altas cotas interpretativas, con momentos en que incluso llega a ser comparable con la magistral actuación de Chaplin en su memorable filme El gran dictador.
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