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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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La Vaguada, ¿es nuestra?

Salvemos lo que aún no está perdido. La Vaguada es nuestra. Cosas así de hermosas se oyen en cuanto sale uno del casco urbano. La gente, más allá de la plaza de Castilla o del escalextric de Atocha, por el otro lado, es otra gente. Mejor gente.Pero de verdad la Vaguada, ¿es nuestra? He aquí lo que le dijo el jefe indio Seatle al presidente de Estados Unidos:

-No existe un lugar pacífico en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar para oír las hojas de la primavera.

No pedía nada el indio Seatle. Bastante tenemos aquí con oír las hojas de alcabala que nos pasa Fernández Ordóñez. Pero la cita no está mal traída, porque la Vaguada madrileña tiene algo de Gran Cañón del Colorado por donde galopan los cuatreros de la especulación madrileña. Y los madrileños de la Vaguada tienen ya algo de cherokees con cédula de habitabilidad, que invocan, las noches de luna llena, a un Manitú socialista.

Ciento cincuenta y tantos mil cherokees del barrio del Pilar, una población como la de Salamanca, pero sin plateresco, aunque la pobreza y el hacinamiento también son una forma de plateresco, metidos en el barro de la Vaguada. Treinta y tantos mil niños cherokees que a lo mejor el día de mañana son delincuentes juveniles o ramoncines, y alguien les molerá a palos por no ser hombres de bien, olvidando que se criaron en el último desfiladero salvaje del paleocapitalismo cristiano. De ellos, diez mil pequeños cherokees sin escuela, ni biblioteca pública, ni centro puericultor, pero con un cine de programa doble para ver, a su vez, a otros cherokees de Hollywood que matan y mueren sin que se sepa bien por qué, a causa del doblaje.

El doblaje es justamente lo que no deja entender qué es lo que pasa en la Vaguada. El doblaje de la desinformación, el doblaje que algunos informadores municipales le hacen a la película de la especulación. La especulación quiere poner en la Vaguada un centro comercial para ochocientos mil y pico compradores hipotéticos de hipotéticos exprimelimones e hipotéticas nocillas, para hipotéticas merendillas. Y por en medio de todo, para más gloriosa confusión, quieren meter una autopista.

Ciento cincuenta y tantos mil cherokees madrileños, con el jefe Seatle a la cabeza, reunidos cada atardecer, cuando el humo dormido sube vertical hasta el paraíso de la contaminación, tratando de escuchar las hojas de la primavera, y el presidente de Estados Unidos que no les deja oír nada.

La tribu se hace llamar Agrupación Vecinal y repite: «La Vaguada es nuestra.» Allí está el escritor García-Viñó, para dejar constancia. Allí está la pintora Pepi Sánchez, dibujando arcángeles laicos en las piedras de la Vaguada, como una piel-roja. No quieren el centro comercial ni la autopista. Quieren en la Vaguada zonas verdes, equipamiento cultural, sanitario, deportivo y recreativo.

-Queremos que la Vaguada sea un lugar de encuentro.

Hablan un lenguaje lírico e infinitivo, como los pieles rojas. No tienen nada que hacer. El alcalde Alvarez, el ministro Garrigues y el presidente de Estados Unidos no han oído nunca las hojas de la primavera. Eso les parece una forma de perder el tiempo. «Desde la noche y la niebla», me escribe Juana Doña. Y Alfonso Sastre habla del libro de Juana Doña como de «un viaje alucinante al vientre invisible, un sistema ignominioso», que fueron las cárceles franquistas de mujeres. Pero si a mí me presentan eso tipo charada, como cuando era chico, la cosa hubiera sido así:

-Viaje alucinante al vientre invisible de un sistema ignominioso.

- ¡La Vaguada!

Y me gano las cinco pesetas para regaliz. La Vaguada es el intestino bien visible de un sistema municipal ignominioso y lo que tienen que hacer Serrano Plaja, Sastre, Aranguren, Caudet, Juana Doña y todos es montar su número cultural en mitad de la Vaguada. ¿Por qué no trasladamos al Club Siglo XXI a la Vaguada, ahora que viene el buen tiempo? ¿Y por qué no se da cada tarde una conferencia, recital o subasta de arte en la Vaguada? Así, de paso, la excavadora, con los cherokees, se llevaría a los intelectuales, que tampoco son malos cherokees. Cuando no quede nadie para oír las hojas de la primavera, entonces talan los árboles. Es lo que andan buscando.

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