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Crisis de la economía venezolana por el descenso de los ingresos por petróleo

En un plazo de muy pocas semanas, los venezolanos se han dado cuenta de que, a pesar de su enorme poderío financiero, el fantasma de la crisis económica también comienza a hacerse presente en el país. Tan sólo ha bastado que el ritmo de las demandas internacionales de petróleo descendiera para que todo. Venezuela se viera sumida en un ambiente de precatástrofe.

La mayoría de los analistas estiman que la crisis-sufrida por la economía venezolana en los dos primeros meses de este año es un serio aviso para corregir los errores que provocaron tal situación.Los políticos, y más en un año electoral, son menos sutiles y acusan directamente al Gobierno de Carlos Andrés Pérez y a su partido, Acción Democrática, como responsables del problema por su «desastrosa» política económica.

En uno u otro caso, lo que ocurre en Venezuela en estos momentos es un magnífico esquema de estudio para los países cuya economía es cada día más dependiente de la producción de petróleo.

Baja de producción de crudos

A finales de enero trascendió a la opinión pública que las exportaciones venezolanas de petróleo habían descendido en 200.000 barriles diarios. Las razones, una retracción en la demanda mundial de crudos y, para el caso venezolano, un descenso en las ventas al principal cliente, Estados Unidos. Como los stocks petrolíferos venezolanos son muy altos, la producción hubo de descender a la más baja cota de los últimos años: a 1.500.000 barriles diarios, 700.000 menos de la producción prevista.Con el presupuesto de 1978 ya calculado (y establecido en unos 10.000 millones de dólares, equivalentes a unos 800.000 millones de pesetas), el Gobierno de Venezuela se dio cuenta de que los ingresos petrolíferos durante este año iban a ser notablemente inferiores, y tuvo que realizar sobre la marcha ajustes presupuestarios, del orden de los 40.000 millones de pesetas (que en bolívares, la moneda nacional venezolana, suponen 2.020 millones).

Importaciones desmedidas

Este país, realmente, se ha desorbitado en pocos años. Tiene la más alta renta por cabeza de América latina (2.750 dólares), y unos ingresos por petróleo superiores a los 8.000 millones de dólares; pero también tiene una deuda externa superior a esa cifra, y el ritmo de las importaciones, que en 1977 alcanzaron la cifra de 8.900 millones de dólares, es tal que superarán los 9.500 en el presente año. Menos mal que Venezuela tiene reservas monetarias suficientes para hacer frente a sus compromisos exteriores, pero la cifra de 1971 en este capítulo, 8.400 millones de dólares, es inferior en casi un 2 % a la del año anterior, lo que demuestra claramente que el dinero se gasta a mayor ritmo del de reposición.

Desigualdades sociales

En estos años, Venezuela ha derrochando alegremente el producto de su milagro petrolero. Como hay dinero, todo se importa, desde bienes de equipo hasta artículos de lujo. Muy pocas ciudades en el mundo (Tokio y algunas capitales africanas) superan a Caracas en carestía, aunque tampoco son muchas las que ofrezcan un panorama tan claro de lujo y derroche.Los desequilibrios sociales que esta situación produce se aprecian claramente en Caracas: mientras el 75 % de la población de la capital vive en chabolas que inundan los cerros del valle caraqueño, y un 15 % se apiña en enormes bloques de apartamentos, otro 15 % reside en chalets que nada tienen que envidiar a las más lujosas mansiones de Beberly Hills. Venezuela arroja los más altos índices de consumo de alcohol por persona y cifras de criminalidad y delincuencia altísimos. Al mismo tiempo, es uno de los mercados preferidos de los fabricantes de artículos de lujo: yates, automóviles, licores, joyas, perfumes...

Desde primeros de este año, existe conciencia de que la situación no puede seguir así. Los periódicos machacan a la opinión pública con datos escalofriantes: las importaciones aumentaron el 30 % en 1977 con respecto al año anterior. El endeudamiento extremo creció en un 55 % en el mismo período, y los gastos públicos superaron a los ingresos. Señalan que las soluciones, al menos sobre el papel, son fáciles: limitar la dependencia con respecto al petróleo, montar una infraestructura que frene la loca carrera de las importaciones, reducir drásticamente los gastos públicos superfluos, interrumpir el endeudamiento externo y, sobre todo, convencer a los venezolanos de que no van a ser cresos durante toda la vida y que en algún momento será preciso ponerse a trabajar en serio. Esto último parece, también sobre el papel, lo más difícil.

De cualquier forma, la campaña electoral está encima y Gobierno y oposición refuerzan sus críticas y sus decisiones en el terreno económico que se revela como clave de cara al resultado de los comicios.

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