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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

"Lectura para personas de amplio criterio" y corto vuelo

Juan Cruz

Este libro tiene un subtítulo que lo empeora, si cabe. Cómo salvar su propia vida es el recetario que viene después del pomposo y aéreo título principal.Es curioso que quien tradujo este libro -una mujer, como su autora- haya colocado en el subtítulo el título original de la novela.

Los traductores no son sólo traidores, por profesión, sino que son sobre todo sabios. Cómo salvar su propia vida hubiera sido demasiado pretencioso, porque la Isadora que emprende el vuelo no salva su propia vida ni da fórmulas mágicas para lograr tal imposibilidad.

De modo que la traductora deja las cosas en un término medio y sitúa a Isadora creyendo que tiene un método para salvar su vida mientras vuela y escribe poemas.

Isadora emprende el vuelo

Erica Jong. Ediciones Grijalbo,Barcelona, 1977

Erica Jong ya había hablado del miedo que tenía a volar. Su best seller anterior -Miedo a volar, justamente- es el arranque de esta otra novela de éxito. La joven y rubia autora norteamericana, admiradora de Henry Miller y devoradora de los poemas marítimos de Pablo Neruda, se agarra en este nuevo libro a la creación literaria como fórmula para seguir una carrera meteórica de la que ella no es inconsciente mientras escribe Cómo salvar su propia vida.

Afortunadamente para las compañías aéreas norteamericanas, Erica ya puede volar. Para desgracia de la literatura, su nueva habilidad le conduce a escribir poemas donde los protagonistas principales son sus propios órganos genitales y los del joven que le ha despertado el gusto por el vuelo.

La historia de Isadora -la protagonista de la novela, a la que inevitablemente uno le asigna rasgos autobiográficos de la autora- no deja de ser trágicamente norteamericana. Está casada con un psiquiatra que la ama fríamente, le permite escribir y la manda al psicoanalista para que se cure de la niñez, que es de lo que tratan de curarse todos los norteamericanos, excepto los que llegan a la presidencia. El infortunio amoroso se trata de curar con los amigos psiquiatras o con las alumnas poderosas que van oliendo a almizcle y derrochando Rolls Royees que se mueren de frío en Nueva York mientras se suceden las orgias, unas veces bipersonales y otras veces lujuriosamente concurridas.

Pero la solución viene tras e vuelo a California, a la costa» de Estados Unidos, donde Isadora cree que van todos los autores de éxito a demacrarse y a secarse literariamente. El descubrimiento de que su vida anterior era un desastre y de que sus quejas resultaban excesivas a sus 32 años lo hace frente a la calva venerable y pecosa de Henry Miller -que en la novela se llama Kurt-, a quien visita en Big Sur y con quien habla, como si fueran amigos de toda la vida acerca de la teoría del dolor que tiene el autor de Sexus y sobre los contenidos vitales que tiene la obra de Kierkegaard. Aparte de otras incitaciones -sexuales, por qué no decirlo- que tiene el libro, lo bueno es que le quita a uno las ganas de leer filosofía, porque la da toda compendiada, como la dan las enciclopedias norteamericanas.

Henry Miller le dice a Isadora que el dolor no existe. Y ella decide que sólo lo sentirá a los 87 años, que es una buena edad para padecer. Mientras tanto, va a recuperar el vuelo -ella se apellida Wing, que significa ala, en la vida novelesca y halla para ello al joven al que va a dirigir los poemas que incluye al final del libro y que demuestran que su temor no era infundado: California la secó, la demacró, la hizo pasar a la historia del recuerdo literario. Es probable, vistas así las cosas, que el próximo best seller de esta dama se llame: Cómo arruinar de nuevo la vida para poder escribir otro libro de éxito. Ardo en deseos para ver qué hace Isadora para volver a vivir con el psiquiatra y escribir de nuevo deliciosas historias americanas de amor, odio y hamburguesas, aderezadas con gotas de Freud, Neruda y Henry Miller.

El libro lleva, en la portada en la que un rostro femenino se besa en el espejo, una nota que advierte que la presente es una lectura para personas de amplio criterio. Debía haber añadido que está especialmente indicada para personas de amplio criterio que gusten del best seller americano y tengan un miedo irrefrenable a volar en el sentido más generoso de la palabra volar.

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