Nuevo periodismo y ciencia-ficción
La pianola; Madre noche; Dios le bendiga, Mr Rosewater, Matadero cinco. Kurt Vonnegut, jr.
Editorial Bruguera. Barcelona, 1977
Cuando Tom Wolfé se pregunta por qué ya los jóvenes no están escribiendo la Gran Novela Americana y se contesta: «porque los nuevos periodistas lo hacen mejor», concede, sin embargo, a la ciencia ficción un campo curioso entre ambos, en parte ficción y en parte no ficción: la televisión puede darnos las noticias, pero no puede expresar la respuesta a las noticias.
Tres corrientes, en cierto modo familiares, se han venido articulando en ese espacio teórico. El nuevo periodismo, de carácter puramente informativo; la ciencia ficción clásica (science-fiction) de contenido polémico envuelto en una trama fantástica que parte de George Wells con nuestro siglo; y una tercera que aparece en tomo a los años sesenta y rompe con la tradicional literatura de aventuras.
La Newthing, la Nuevacosa, etiqueta un grupo de autores que comprendieron que las bases científicas de sus novelas no tenían por qué ser estrictamente empíricas. Cuentan sus historias de una forma nueva, incorporan las técnicas narrativas introducidas por Burroughs (fold-in, cut-up) y colocan al hombre actual en el centro de su temática.
John Barth, Harlan Ellison, Rudolph Wurlitzer, Donald Barthelme, Norman Spinrad, Phil K. Dick, Anthony Burguess, Robert Silververg, Philip José Farmer, Sam J. Lundwall. Celebrantes de la insensatez, el caos y la inexorable decadencia. Una multitud de mini-jeremías que delatan a gritos el estrago del mundo occidental. Una estética lisérgica que ha sido adoptada en forma patente por las multitudes de jóvenes de cabello largo, vaqueros, bohemios fumadores de hierba que han irrumpido en el mundo de la psicodelia. Cuanto menos usamos la imaginación, más la usa otro por nosotros. Hombres pobres, desconocidos fuera del mundo de la ficción, sus libros, difíciles de traducir, se encuentran en las columnas giratorias de los drugstores, los quioscos, las estaciones de ferrocarril, confundidos con los best-sellers y la más feroz pornografía.
Nacido en Indianápolis en 1922, Kurt Vonnegut, jr., es uno de estos escritores, quizá el más representativo y el que más ha influido en lo que ha dado en llamarse la nueva cultura norteamericana. Cuando en 1952 obtuvo el International, Fantasy Award por La pianola, todavía estaba sumergido en planteamientos típicos de ciencia ficción. A partir de Madre noche y Dios le bendiga, Mr. Rosewater, conecta de lleno con la Newthing. El juego retórico de las evidencias, la utopía como síntoma de que algo no marcha, la sorpresa del humor desenfadado, la fantasía, el establishment como leit motiv, la defensa de la duda y el escepticismo frente a las ortodoxias y las adhesiones incondicionales, la irracionalidad del mundo contemporáneo envuelta de ironía, recuerda a veces a Huxley y a veces a Kafka. Allí se encuentran ya casi todos los elementos que hacen de Matadero cinco (1969), su obra más conocida y más acabada -de la que existe una versión cinematográfica excesivamente fantástica-. Un libro acerca de una matanza real del que el autor dice que es corto, confuso y discutible. En realidad es todo eso, pero también una desazonadora denuncia, una llamada a la deserción que fue devorada por aquellos jovencitos que tenían el Vietnam a seis horas de vuelo de sus casas. Un canto al hombre fulminado, inútil, que contempla atónito la tormenta de fuego sobre su cabeza. Y al mismo tiempo una reflexión sobre la escritura, escritura que se escribe a sí misma a través de un escritor sorprendido y absorto. Reflexión que representa a su vez un desprecio por los cuentistas de talento y los escritores delicados.
En última instancia, Vonnegut demuestra que no es preciso ir al planeta Tralfamadore, en la galaxia Anti-Mater 508G, para derribar la barrera del sentido común o encontrar criaturas con increíble poder. Basta con pensar en el poder de un millonario terrestre o el de un general de cinco estrellas, porque no se trata de usar la imaginación como escape de la tiranía de todas las contrariedades de la historia, sino, más bien, viceversa.
Babelia
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