A favor de las oposiciones

La crítica que EL PAIS (11-11-78) efectúa de las oposiciones a los cuerpos docentes necesita, en mi opinión, de varias puntualizaciones.El editorialista simplifica toscamente al responsabilizar al sistema de oposiciones del pobre saldo que en materia científica arroja la Universidad española de posguerra. Ese sistema funcionó en los años anteriores a la guerra civil y entonces hubo facultades españolas -Letras, Medicina o Derecho- que figuraron a la vanguardia de las europeas. Está claro que es al franquismo, y no al sistema de oposiciones, al que debe imputarse la incuestionable degradación de nuestra Universidad.

Es falsa la descripción que el editorialista hace del actual sistemá de oposiciones a las cátedras (o agregaciones) de Universidad. Basta un análisis desapasionado para darse cuenta de que la valoración de la capacidad investigadora juega en él un papel importante y de que los ejercicios exigidos distan bastante del carácter acientífico que EL PAIS gratuitamente les atribuye. (Por lo que respecta a la Enseñanza Media, el sistema de acceso vigente hasta 1976 contenía defectos, ciertamente, pero eran subsanables; sin embargo, el anterior equipo de Educación prefirió destruirlo en vez de mejorarlo, al negar la imprescíndible igualdad de oportunidades).

Cuestión distinta es que a veces, no siempre -como dogmatiza EL PAIS-, estén rodeadas las oposiciones de graves corruptelas. Era difícil que una Institución como la Universidad fuese una isla de pureza en un contexto en el que la corrupción ha campado por sus respetos. Cuestión distinta es también que el sistema de acceso a la docencia, en todos los niveles, pueda y deba ser racionalizado hasta el máximo, racionalización que ha de alcanzar a todo el sistema de acceso a la función pública.

Para evitar equívocos quiero dejar claro, finalmente, que no detento ninguna de esas que EL PAIS llama «satrapías de aula».