Elucidario de Madrid
Ramón escribió un Elucidario de Madrid que es, como todos los suyos, un libro abierto en el que pueden seguir anotándose cosas, las cosas que le pasan a Madrid. ¿Pero es que queda Madrid, poco o mucho Madrid? Estos días están talando árboles en el Parque del Oeste -donde J. R. J. iba a ver crepúsculos como ahora nos sentamos a ver la televisión-, y yo oigo ese rumor de hachas monocordes por debajo de todo el fragor de Madrid.Es un golpeteo blando, obstinado y siniestro que se escucha aguzando no se qué (no basta con aguzar el oído, claro), bajo el rumor burocrático de las Cortes, bajo la marea de los automóviles, bajo las arengas de Fraga, bajo el dorremí de mi vecina, que se ha comprado un piano. Las hachas municipales, haciendo la revolución pendiente contra los últimos árboles de Madrid.
Ceno en casa de Berlanga con Antonio Mingote:
-Muy buenos tus dibujos sobre la desertización de España, Antonio.
Ahora van a desertizar Madrid. Nos van a desertizar el Parque del Oeste, para que Mingote pueda hacer más dibujos. En el Colegio de Arquitectos hay una exposición titulada Ante la destrucción de Madrid.
-Demasié.
-Demasié too much.
Pues no lo crean ustedes. La piqueta en el corazon mordoré de los palacios y el hacha en el corazón de piedra verde del Parque del Oeste, siguen sonando sobre mí. Claro que en Madrid pasan otras cosas, voy y me digo. Vamos a ver, busquemos algo amable, como me piden a veces los lectores. Una glosa ligera. El interés humano que me aconsejaba mi querido amigo Manuel Cerezales, cuando le tenía de director. En el zoo ha nacido u n oso, en Madrid todavía nacen osos, cuando ya hay más concejales que madroños.
Al oso le han puesto Isidro, en un arranque de fantasía nominativa. Como isidros ya no quedan, que están todos de fresadores en Alemania, o en Comisiones Obreras, se va a enfadar Lorenzo López-Sancho, que en un tiempo se firmó Isidro, y que cuando había República fue republicano, pero no oso, aunque no sé qué es peor a los ojos de Fernández de la Mora.
El señor Agenjo, que era el que llevaba el negociado de mariposas en el museo ese que hay en La Castellana, se ha jubilado en mariposas, con lo que esas bestias de colores, como las llaman los yanquis, se quedan huérfanas de brisa y erudición, porque en Madrid ya no hay un solo hombre que sepa de mariposas. A no ser Rodríguez de la Fuente o Quadra Salcedo. Aunque me parece que éstos trafican más a gusto en tortugas con alas, repugnante individuo que aún no se cría en los aleros de Madrid, pese a la contaminación. Hablo y hablo, escribo y escribo blablablá por ver si con el rumor de la prosa se acalla el rumor de las hachas, pero ahí están, sonando acompasadas, como algo perfectamente serio, que decía don Antonio Machado. Machado creía que lo más serio del mundo era el golpe de un ataúd en tierra. Porque sus tiempos (incluso durante aquella- República-de-sangre-y-lodo) no se talaban árboles en el Parque del Oeste. -El golpe del hacha consistorial contra el torso femenino del abeto. Eso sí que es perfectamente serio y mortuorio, don Antonio, y déjese usted de ataúdes.
Osos, mariposas, jubilados, el dorremí de la vecina, la gata que llama al gato, la lluvia del tecleo sobre el folio. Nada. Lo que yo oigo hoy, por debajo de todo lo que oigo -como tú oías el mar, Valverde-, es el rítmico crimen de las hachas inexplicables talando árboles en la parque juanramoniano de su Madrid posible e imposible. Dale que le das, unos productores (les va mejor la denominación franquista, dado el menester de verdugos del, árbol) se están ganando la tasa salarial a base de cortar árboles en el Paseo de Moret. Son unos mandados. Ni siquiera la piqueta alegre en la oquedad de los palacios se escucha hoy en Madrid; sólo el golpe de muerte sobre un árbol que, como decía Tagore, perfuma el hacha que le hiere. Seguro que Tagore lo decía por el Ayuntamiento de Madrid. Yo, como no soy poeta, lo digo más ordinario: es un escándalo.
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