Los deliririos del verbo enloquecido
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Tengo la seguridad de que una tranquila y solitaria lectura de este texto de Nieva me hará gozar muchísimo. Lo que no me ha sucedido con el acto de su representación. La débil estructura dramática e la obra, su descompensado ritmo y la abusiva, solemne y enfática scenografía me han expulsado del admirable reino en que tan feliz me hubiese sentido: el lenguaje. Un lenguaje literario, recamado, barroco, con hallazgos espléndidos, con homenajes y burlas a todas o asi todas las variantes de nuestra lingüística, lenguaje intelectualimente atractivo por su permanente conexión con una especie de antropología adivinatoria, lenguaje e escritor epistemológico que adscríbe su trabajo a toda una teoría del conocimiento.
Delirio del amor hostil o el barrio de doña Benita», de Francisco Nieva
Dirección:José Osuna. Escenografía: Carlos Cytrynowsky. Figurines: Juan Antonio Cidrón, Intérpretes principales: María Fernanda D´Ocón, Silvia Tortosa, Florinda Chico, Víctor Valverde, Daniel Dicenta y Alfonso Goda. -En el teatro Bellas Artes
Había en Valle-Inclán -como Paul Ilie contempló en un excelente trabajo- un principio de moralidad que, en definitiva, empujó al sperpento más allá del expresionismo, al incorporarles la lógica, racional de los surrealistas. Creo que ése es el camino en que Nieva está tratando de profundizar. Sus personajes tienen una conciencia burlona de sus problemas de identidad, contemplan y afrontan sus crisis de personalidad y se mueven en una atmósfera de pesadilla. Nieva, como Valle, respalda su enrentamiento con la realidad, levantando la superficie cultural que en delante y ahondando estéticamente en las profundidades de una casi romántica aspiración a la libertad total. Esa aspiración está colmada de insolencia y altivez en los personajes que tratan de sepan irse de una sociedad con la que discrepan. La intromisión continua del autor, por otra parte le lleva a comentar el tema, a interferir constantemente con su relato para hacer bien palmaria su protesta intelectual. Una clara ironía en la elección y aun en la fabricación de palabras, una mecánica a ratos épica y a ratos burlesca, una irrealización continua o casi continua le lo real confirman la fortaleza de os rasgos surrealistas y comunican !l especial misterio que Nieva quiere transmitir. Este afán lleva a Nieva a bordear, una y otra vez, los los mayores riesgos de su promesta: el amaneramiento y la caricatura. No es nada casual que Nieva se defienda, con un humor muy vivo, de esos dos peligros de petrificación.
Tan importante trabajo, creo yo, requería una interpretación más viva. Salvando la estupenda línea de María Fernanda D'Ocón -una línea cercana a las tiernas y desgarradas composiciones de Chaplin y, sobre todo, de Giulieta Massina-, los demás actores se cargan on un hieratismo mayestático y Aemne que hace pesar muchísíio las escenas. El decorado, spléndido en su planteamiento y jecución, va por libre como en los iflamientos de Víctor García. Su retórica es tan fuerte que imprime la representación una inútil y iortal densidad. Cytrynowski puede ser un gran escenógrafo en cuanto se decida a estudiarse los textos que se le confíen. Humildad que no ha tenido, creo, con Delirio del amor hostil.
Duele un poco no poder echar as campanas al vuelo. Francisco Nieva nos ha prometido tanto y anta ha sido la ilusión general que es inevitable acusar el desencanto ante el Delirio del amor hostil. desencanto ante el laberíntico nanejo de claves y más claves. desencanto ante la pomposidad que arrasa la vertiente alegre y popularista implícita en la promesa sainetesca. Desencanto ante el trasnochamiento de un empeño tan personal por potenciar viejos elementos de la vieja vanguardia. Desencanto ante el riesgo de que se nos acartone un autor tan ilusionala y confiadamente recibido. Nunca pensé tener que decir a Nieva -que procede de la plástica , el análisis total dé los fenómenos teatrales- que debe potenciar su dramaturgia. Es, sin embargo, lo [ue hay que decir ante esta descompensación y este delirio de su estupendo pero enloquecido verbo.
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