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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Urbanismo sin socialismo

Acabo de leer el importante y dramático libro-denuncia del ilustre arquitecto y senador Fernando Chueca Goitia titulado La destrucción del legado urbanístico español. Es un lamento justísimo, pero tardío, pues nuestro país ha quedado ya desfigurado y estropeado urbanísticamente con carácter irremediable; esos terribles desaguisados en hormigón durarán mucho, quedan atados y bien atados.Chueca nos da cuenta y razón exactas de la hecatombe, caos y abandono que han caído sobre nuestras ciudades, zonas turísticas y pueblos durante los últimos veinte años de libre (demasiado libre) desarrollo económico.

El autor comprende que no otra cosa podía esperarse de un urbanismo que contenía poquísima planificación y ordenación y muchísima libertad y posibilidades para el soborno y el manejo de influencias con el fin de saltarse a la torera las escasas normas que regulaban el crecimiento de nuestras ciudades y el abandono de nuestros pueblos.

Pero ¿qué otra cosa se podía esperar de un sistema político en el que los promotores-constructores tenían una casi total libertad de acción en la práctica, libertad que es la quintaesencia del liberalismo y de la economía de mercado en estado puro? La ley del más fuerte, la ley de la selva, poderoso caballero es don Dinero, después de mí el diluvio, lucrarse como sea y a costa de lo que sea, éstas han sido las reglas de oro de nuestra competitividad urbanística.

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La causa de este desajuste urbano, repito, ha sido ese sistema socio-económico del desarrollo industrial y demográfico. Es cierto que ese sistema, el liberal, resulta hoy todavía más desolador cuando se ejerce en toda su pureza (el laissez-faire) y, además, bajo una dictadura. Afortunadamente, no se ha ejercido así en la Europa de la posguerra, sino que fue corregido en gran medida por el socialismo planificador y por la democracia (Portugal, más atrasado, gozó al menos de las ventajas de un cierto despotismo ilustrado).

El urbanismo en las naciones desarrolladas se realiza hoy en día bajo las tremendas exigencias de un desarrollo económico y de una explosión demográfica realmente galopantes. Los medios tecnológicos de que dispone ese urbanismo pueden solucionar esos problemas si son aplicados dentro de una sociedad planificada; si se aplican en una sociedad verdaderamente liberal, los resultados serán tanto más caóticos y antihumanos cuanto más liberal y menos democrática sea esa sociedad.

Con esos eficacísimos medios tecnológicos de construcción (y destrucción) no se puede ya seguir jugando a suicidarnos colectivamente con la economía de mercado pura, aplicada a la problemática urbanística. La conclusión es: cuanta más planificación democrática, mejor urbanismo tendremos. La espontaneidad y libertad en el crecimiento urbano eran perfectamente posibles en siglos pasados, pero no en pleno siglo XX.

En vista de cómo ha quedado nuestras ciudades y pueblos, no podemos seguir un día más practicando este liberal urbanismo.

Ciertamente que no puedo imaginar hoy un verdadero urbanista que no sea socialista, es decir, un humanista en todas sus dimensiones.

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